Chávez tiene miedo

Por Venezuela Real - 8 de Septiembre, 2006, 14:34, Categoría: Política Nacional

Ibéyise Pacheco
El Nacional - En Privado
8 de Septiembre de 2006

Dos elementos se deben destacar del regreso de Chávez al país: está a la defensiva; no puede quitarse de encima el tema de la candidatura de Manuel Rosales; a pesar de los esfuerzos por minimizar el avance de su contrincante, termina respondiendo al reclamo del discurso opositor; trata desesperadamente de excusarse, de inventar una obra inexistente, de ofrecer promesas que pasados ochos años carecen de sentido (el cuento de las casitas chinas es penoso) y que están ausentes de toda credibilidad.

Chávez no puede evitar colocar a Rosales en el centro del debate, es él quien lo trae a la palestra, quien lo destaca como noticia. Sus temas no pueden afrontar los graves problemas del pueblo; y en ese callejón, opta por intentar afianzar su proyecto del socialismo del siglo XXI, su trasnochada cantaleta antiimperialista, en el inocultable marco de la corrupción, la ineficiencia, la repartidera del petróleo fuera de nuestras fronteras. Los seguidores que logra convocar a sus concentraciones acuden bajo el esquema de la presión, de la obligación, del dinero. Fue dramático que tuviera que cambiar su acto en Maracaibo de la plaza de toros al Palacio de Eventos, donde las cámaras del canal del Gobierno trataban de esquivar las hileras de sillas vacías.

Lo segundo tiene que ver con la tragedia que vive dentro de su organización. Lo irascible de su carácter evidencia su angustia, su desgracia. "No me puedo ir de viaje a cumplir mi gran misión, porque aquí nada funciona; estoy rodeado de incompetentes; José Vicente intriga; Ameliach no puede ni siquiera elaborarme una lista, Barreto comete desastres, Diosdado se afianza, varios gobernadores conspiran", cuentan cercanos a Chávez en la traducción de su pensamiento.

Su intervención en la plaza O’Leary fue elocuente. Chávez no le habló al país; se dirigió a los suyos, a los que están haciendo planes de sucesión. Al anunciar un revocatorio que prolongaría indefinidamente su tiempo en el poder, está cortándole las alas a varios de su entorno. La presidencia indefinida es un drama para ellos, porque les imposibilita la acumulación de poder, les corta las expectativas y les anula el juego. Chávez dijo a quienes tienen aspiraciones a mediano plazo: Ustedes no son nada. El único que sirve aquí soy yo.

Particularmente patético resultó el regaño a Francisco Ameliach el pasado miércoles en Maracaibo. Chávez humilló al jefe del Comando Miranda, lo desautorizó. ¿Ahora quién le hará caso?

En estas condiciones tan interesantes arrancó la campaña. Chávez perdió su discurso social. Se encapsuló en su oferta comunista, al tiempo que Rosales presenta proyectos concretos para las clases más necesitadas. Chávez, envanecido, se encierra en un teatro, con estricta seguridad; y Rosales camina por los barrios, se llena de barro, suda junto a los pobres.

A estas alturas no sólo la oposición considera la posibilidad de ganar; para los chavistas, finalmente apareció el fantasma de la derrota.

Claro está, queda mucho por delante en esta campaña, que parece corta. Lo primero que debe evitar el sector opositor es el triunfalismo. Las señales iniciales desde el Consejo Nacional Electoral indican que el terrorismo psicológico seguirá siendo el arma que utilizarán para procurar la abstención. Con un problema para ellos: los chavistas también se pueden abstener. En tanto la oposición, el Gobierno insistirá con las captahuellas, con la lista Tascón, además de volver a las agresiones; y si la cosa sigue bien, intentará la violencia. Ya hemos visto algunas señales de grupos minoritarios, los asalariados de siempre. La ventaja es que Manuel Rosales ha resultado un tractor. Indetenible, con excelente forma física, nada lo distrae de su mensaje hacia las clases más bajas. Ha logrado imprimirle un ritmo apasionado a la campaña. Y ha regresado la esperanza a buena parte del país.

La reacción de Chávez y el crecimiento de Rosales sólo ratifican que lo único que necesitaba la oposición era hacer las cosas bien. Dejarse de divisiones, lograr un candidato de unidad y organizarse para dar una gran batalla electoral que demuestre su fuerza en la calle, la cual dejó de tener Chávez. Por supuesto que el régimen intentará las acciones más oscuras y perversas posibles. Además del miedo, planifica ejecutar una persecución infame contra quienes han expresado no creer en la alternativa electoral. A su sucia manera, intentará victimizarlos, para dar aliento a los abstencionistas, procurando estimular una fractura en el sector opositor.

Pero es Chávez quien tiene otra tragedia por delante. Sus expectativas de triunfo son peores que haber reducido su adhesión de 10 millones a 6 millones. Chávez le teme no sólo a la derrota; le tiene pánico a una victoria precaria que le impediría aplicar el cuento del socialismo del siglo XXI y estimularía a quienes desde sus filas pretenden sucederlo. Amén de la fuerza demostrada por el sector opositor y su líder Rosales.

Por eso es que procurará volver al escenario que alguna vez le resultó: la polarización. Con sondeos de opinión en mano, Chávez anunció lo que probablemente suceda de aquí a octubre: que Rosales lo iguale en las encuestas. Y en ese escenario, tratará de echar mano a la violencia, a la confrontación. Es allí donde la experiencia política y el liderazgo de Rosales serán fundamentales. El lema exitoso dirigido a los 26 millones de venezolanos cobrará más vigencia todavía. Y la madurez y la solidez con la que se continúe avanzando sin caer en provocaciones serán clave. Pequeños grupos de mercenarios tendrán que fracasar. Rosales sabe que Chávez lo quiere desviar de lo que está logrando: tocarle al corazón, a punta de verdad y valentía, a los venezolanos.

Sí, Chávez, el miedo es libre.






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