Durante los últimos tiempos la propaganda política ha adquirido una curiosa y un tanto patológica modalidad. Examinada seriamente y con suficiente sensibilidad, se la podría percibir como “contra propaganda”, es decir, como la sugerencia obscena a mostrar que lo que se está expresando consiste, precisamente en su contrario. Como queriendo expresar, con una buena dosis de desprecio y cinismo en la parte emisora, y otra no menos buena de humor y picardía comprensiva en la parte receptora, precisamente lo contrario de lo que se aparenta transmitir. ¿Cómo entenderlo? Podría entrar en una categoría de irracionalidad grotesca e irrespetuosa de la propia condición humana, que sólo el humor bien entendido puede –sin exponerse a riesgos- rescatar para la dignidad y el respeto del hombre en sociedad. |
