"Sólo espero no volver a vivirlo"

Por Venezuela Real - 11 de Abril, 2007, 18:53, Categoría: Testimonios

ANDREA DAZA / MAYE ALBORNOZ
El Mundo
11 de Abril de 2007

Hay historias que no se han contado, solapadas por el drama de los muertos y heridos. Hay recién nacidos que casi no llegan a sus hogares y gente que vio la muerte de cerca. Desde entonces quedaron partidos en dos, como el país

Ese jueves, Betty Hernández se levantó al mediodía. Sentía dolor en el vientre y su obstetra, militar, no atendía el celular. Contactó a otro médico, quien con sólo verla anunció su entrada en "labores". Un amigo de José María Rivas, esposo de Betty, le advirtió el día anterior: "¡Mosca, que va a haber una marcha!". De golpe, se le adelantó el parto.

El 11 de abril de 2002, la clínica El Ávila funcionó como en un día cualquiera. La enfermera prendió el televisor. Pero el dolor de Betty era tan fuerte, que apenas percibía la voz que salía del monitor. No había noticia más importante que el nacimiento de su primera hija.

La experiencia fue distinta para Elena, quien tampoco prestaba atención a la pantalla pero sin embargo, escuchaba a Hugo Chávez en vivo y en directo por los altavoces puestos en Puente Llaguno.

"Había personas con palos y piedras. Minutos antes de que el Presidente hiciera la cadena, eso se puso peor". Fue testigo desde su terraza, a cuatro edificios de distancia del campo de batalla. "Con los disparos, las personas empezaron a subir", recuerda. "Yo veía como caía al piso la gente herida".

Hacia La Pastora corrieron algunos sobrevivientes del enfrentamiento entre partidarios del gobierno y de la oposición.

... PERO EN EL HOTEL

Al menos hubo uno, que no lo logró. Dinorah Arteaga lo vio caer justo en la puerta del hotel Golden Star, en plena avenida Baralt, donde trabaja desde hace más de una década como recepcionista. Ese día fallecieron 19 personas.

Su turno empezaba a las siete de la noche, pero Arteaga vive ahí, como otros de los clientes que alquilan habitaciones por casa. Ese día no aceptaron nuevos huéspedes.

Bajaron la Santa María y taparon la puerta con cartón para restringir el paso de los gases lacrimógenos.

Desde la ventana de un piso superior vio el cruce balas. Y lo más impactante: "Al hombre que cayó muerto, lo recogió una camioneta blanca", donde jura haber visto otros cuerpos apilados.

Sí, la misma pick-up que pasó por la avenida, frente al apartamento de Luisa, dueña de la peluquería de la planta baja.

Temprano despachó a sus clientas. Se guardó a salvo en su balcón, donde no llegaba el calor del secador ni los aromas a tinte y laca. "Ví hombres heridos en interiores.

Las camionetas eran de civiles que los auxiliaban". Ahora, el ambiente era una mezcla de gas y plomo.

ARENA Y NO DE PLAYA

Manuel Palacios se encontraba con su compañera de trabajo Aurora Quintero en el piso 7 del Hotel Edén. Parecían estar seguros, hasta que sintieron arena en los brazos. "¿Qué es esto?", se preguntaron mutuamente antes de reparar en que la arena era producto del impacto de las balas. "Bajamos casi arrodillados".

En ese entonces Palacios tenía 37 años de edad y una década trabajando allí, en la sección de Servicios Generales, mantenimiento.

"Estuvieron a punto de lincharnos", afirma. "Si esa gente se hubiera metido ese día, no lo estuviera contando". Y en realidad no le gusta hablar de esas cosas. "El susto fue demasiado grande".

Según el croquis de los fallecidos, disponible en la página web del Ministerio Público, el Edén se encontraba entre el área de concentración de Miraflores y el círculo donde dominaban los marchistas de Chuao. Ese día fue lo más cercano al purgatorio, sólo que no hubo paraíso alguno.

"Quemaron la puerta de la recepción. Me dicen que fue con una bombona de gas. La abrieron y le echaron fuego. Eso se convirtió en un soplete. Lanzaron botellas con gasolina y quemaron cortinas", describe Palacios.

¿Le cambió la vida? Quizás es mucho decir: "Sólo espero no volver a vivirlo". Pasó tres días sin hablar con su familia. Su esposa, de quien se encontraba separado en ese momento, vio por el noticiario la caída del primer muerto, en la esquina de Muñoz. Ella experimentó el pánico desde San Cristóbal. Hoy están juntos de nuevo.

Pasado el temporal Palacios, como el resto del país, recogió los vidrios rotos y limpió el desastre.

RECIÉN PARIDOS

A las 5 de la tarde nació Camila Rivas Hernández. Su madre supo de las noticias en el trance de la cesárea: "Oí a los doctores decir que habían sacado a Chávez". Los esfuerzos de José María por mantener a su esposa aislada de la actualidad política, se vinieron abajo.

Pero todo salió bien.

La madrugada del viernes fue de zozobra para el padre. La maternidad queda en el primer piso, como una caja de resonancia de la sala de emergencias: "Llegaban heridos y se escuchaban los rumores en los pasillos, que querían que el Presidente se entregara... No prendí el televisor para que ella (Betty) no se preocupara".

La verdad es que estuvieron libres de angustia hasta que les dieron de alta. Antes de salir de la clínica el sábado 13, José María se llenó de valor y prendió la televisión: comiquitas y la novela.

Despreocupado salió para encontrar lo que no estaban transmitiendo las televisoras: "Había gente saqueando en las calles, manifestando, yo lo ví".

La realidad era otra.

"En Plaza Venezuela venía gente en una marcha con palos y gritando consignas para que el Presidente volviera". Si no fue fácil conseguir un taxi, menos sería lograr que los llevara hasta su casa en el 23 de Enero. "Nos dejó en un hotel de Plaza Venezuela. Nos dijo que no podía hacer más". José María se hospedó con su familia. A Betty se le bajó la tensión. Camila parecía comprensiva. La abuela paterna salió al rescate, con un vecino dueño de taxi. La avenida Sucre la trancaron sujetos encapuchados, con palos y piedras. Sólo fue posible franquear el paso, después de que el líder de los capuchas metiera su torso en el carro para ver el rostro de madre e hija. "Pero igual nos tiraban piedras", resiente José María. Les tomó tres horas llegar a la casa, que para colmo, queda cerca de la avenida.

"En la noche fue que me enteré bien de qué era lo que estaba pasando". ¿La bebé? Camila durmió todo el trayecto. Como si se resistiera a despertar en esa Venezuela.






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