El Editorial ESCENAS DE HORROR - Armas y demencia
Por Venezuela Real - 18 de Abril, 2007, 15:07, Categoría: Testimonios
El Editorial
El Nacional 18 de abril de 2007 A un cuando no son exclusividad de las grandes sociedades, escenas de horror y de muerte como las que acabamos de ver en la Universidad Politécnica de Virginia, en Estados Unidos, conmueven por su brutalidad y por las terribles implicaciones de 33 personas desaparecidas en cuestión de minutos, todas jóvenes, estudiantes que día tras día acariciaban un futuro de grandes expectativas. Todo se vino abajo en medio de la sangre. Durante tres horas, quizás demasiado tiempo inexplicable, un estudiante de origen surcoreano, de nombre Cho Seung-Hui, de 23 años apenas, abrió fuego en tres ocasiones contra sus compañeros, primero en un dormitorio de 900 alumnos, el West Ambler Jonson May; y luego en Harper Residence Hall, donde Cho tenía su dormitorio, y en los salones de clase de Norris Hall. Desde 1992 el surcoreano se trasladó con su familia a Estados Unidos. Los colegas lo describen como un "solitario", que se mantenía más o menos al margen de las actividades cotidianas. Después de haber dado muerte a 32 compañeros y herido a unos cuantos o causado heridas a causa de la fuga para salvar sus vidas, Cho Seung-Hui se suicidó. Con 2 pistolas, de 9 y 22 milímetros, el estudiante llevó a cabo sus crímenes. Fue disparando contra profesores y estudiantes, y cuando ya apenas le quedaban proyectiles se quitó la vida, destruyendo su propio rostro de tal manera que fue difícil identificarlo. Todos fueron tomados por sorpresa, mientras el estudiante se movía de un lugar a otro hasta el final, cuando decidió que era su propio turno. Este tipo de tragedias tuvo lugar antes en Estados Unidos, pero nunca en las dimensiones de esta ocasión. De ahí el horror despertado en el mundo. Una de las tragedias precedentes, recordada ahora por la prensa estadounidense, ocurrió en Colombine High School, donde 2 estudiantes se prepararon durante meses para asesinar a 12 compañeros. No es posible prever los desequilibrios mentales que conducen a estas situaciones, debidas, obviamente, a trastornos y complejos. Pero lo que se pone de manifiesto es la incapacidad para controlar el porte de armas por parte de la policía y de los agentes de seguridad de la Universidad Politécnica de Virginia. Esto es extensivo a todo Estados Unidos, donde el debate y la legislación sobre el porte de armas se consume año tras año en jornadas que pocas veces llegan a su destino. Los fabricantes tienen tanto poder económico que silencian a quienes abogan por un control más severo. Nadie está exento de tragedias como la de Virginia. Esta es la mayor de todas las experimentadas en el país del norte. No habrá recuperación pronta, ni remotamente, para los estudiantes del Politécnico. Para la sociedad estadounidense fue un terrible campanazo. 33 jóvenes muertos en tan corto tiempo dejan una huella demasiado profunda. No se trata sólo de abogar por un control más estricto sobre el porte de armas, se requiere algo más: combatir el discurso de la violencia que va tomando cuerpo en las sociedades y estimula de manera fatal estos gestos de desesperación y de odio. |
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