Los vientos que soplan
Por Venezuela Real - 22 de Abril, 2007, 15:05, Categoría: Política Internacional
SERGIO RAMÍREZ
El Nacional 22 de abril de 2007 En Nicaragua se celebra el ritual de los primeros cien días del gobierno del presidente Daniel Ortega, y yo diría que el elemento dominante del panorama es la confusión. Una confusión provocada por el mismo gobierno, que ha elegido como norma el secreto, algo extraño en todo sentido a la cultura democrática que el país ha venido desarrollando desde hace ya muchos años, pero que quiere parecerse a los antiquísimos modelos de poder tras los muros. Extraño. Un gobierno sin voceros oficiales, donde el silencio viene a ser la norma. Y algo que se parece a la voluntad de secreto, y que pertenece a la misma antiquísima cultura, es el hecho de que la presidencia de la república funciona en las oficinas del partido de gobierno, el FSLN. Una confusión intencional de potestades, en la que el secretario general del partido, el comandante Ortega, viene a ser, como símbolo político, más importante que el presidente Ortega. Pero todo empeora aún más porque en las comparecencias de cualquier clase, el presidente Ortega comparece de manera invariable al lado de su esposa, quien no oculta que en sobradas ocasiones, lleva ella misma la batuta. Según declaró el propio presidente, ambos comparten el poder por partes iguales como una concesión de género. Ante la pregunta de si nos hallamos frente a un gobierno de izquierda, la respuesta no puede dejar de ser, también en este caso, confusa. Ortega suele atacar al imperialismo estadounidense, pero al mismo tiempo su gobierno sostiene la prohibición del aborto terapéutico, penada con cárcel. Ha recibido con fanfarrias al presidente Ahmadinejad de Irán, quien fue el primero en llamar diablo a Bush, en lo que lo siguió Chávez, pero a la vez mantiene su abrazo cerrado con el ex presidente de derecha Arnoldo Alemán, condenado a veinte años de cárcel por lavado de dinero. Si existe confusión en muchos sentidos, hay uno, sin embargo, en el que no lo hay. Y es la voluntad del presidente Ortega de hacer reformar la actual constitución política para abrirse el camino de la reelección al terminar el presente período de gobierno. Se vale de la sumisión del propio Alemán, quien le aporta los votos de la bancada liberal en el parlamento para llevar adelante esa reforma. Y tampoco hay confusión en cuanto a la alianza de Ortega con el cardenal Miguel Obando y Bravo, quien tampoco es de izquierda. Impuso ante el Vaticano y ante la Conferencia Episcopal de Nicaragua el nombramiento gubernamental de Obando como presidente de una Comisión Nacional de Reconciliación, sacada de la manga. El Vaticano calló, y la Conferencia Episcopal se dividió, unos obispos a favor de Obando, y otros en contra. Pero, de todos modos, Obando ha quedado habilitado para presentarse como "reconciliador" en nombre del gobierno en las áreas rurales, sobre todo en aquellas donde domina la antigua contra y Ortega sacó menos votos. No hay duda que el anunciado programa "hambre cero", financiado por el gobierno de Venezuela, tendrá en Obando a su principal agente. Por otro lado, el populismo que quiera ejercer el presidente Ortega, tendrá que ser, necesariamente, un populismo de segundo piso, porque de la munificencia del presidente Chávez dependerá el tamaño del saco del que echará mano para repartir, por sí mismo o a través del cardenal Obando. Y no podrá apartarse de la sintonía venezolana. Dispuesto como se hallaba a visitar Brasil para discutir con el presidente Lula da Silva el papel de Nicaragua en la producción de etanol proveniente de la caña de azúcar, un programa que antes el propio Ortega había alabado con creces, la visita oficial fue suspendida tras el rechazo exabrupto de Chávez al etanol. La política internacional del presidente Ortega ha tenido hasta ahora colores confrontativos, despreciando foros de cooperación como el del Plan Puebla-Panamá, que encabeza México, para no dejar dudas de su cerrada adhesión a la ALBA de Chávez. Debido a estas alineaciones tajantes, Nicaragua puede empezar a padecer consecuencias a mediano plazo. Ya se sabe que necesitará un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, y necesitará mantenerse en armonía con la comunidad de donantes, que aporta al país buena parte de los recursos del gasto presupuestario corriente; salvo que Chávez aconseje a Ortega botar todo ese lastre, y le prometa reponer esos recursos, al menos 500 millones de dólares al año, que no es poca cosa. Pero tanto peor es que al lado de la incertidumbre económica, crezca, como hasta ahora, la inseguridad política. Entre las marcas de estos cien días ha estado un avance preocupante de la actitud presidencial de colocar las medidas de hecho por encima de la ley. Si lo que tendremos en adelante es más autoritarismo, y al lado la reelección presidencial, la oscuridad crecerá sobre el horizonte. |
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