Memoria y escenografía
Por Venezuela Real - 24 de Abril, 2007, 15:40, Categoría: Propaganda
ANTONIO LÓPEZ ORTEGA
EL NACIONAL 24 de Abril de 2007 U n hecho corroborable para quien deambula por la gran ciudad: las llamadas gigantografías, los telones infinitos que recubren edificios enteros. En un primer momento respondían a ardides publicitarios, a nuevos y atractivos formatos que nos llevaban a ver el cuerpo escultural de una modelo a todo lo alto y ancho de la Torre Carriles: un seno desprendido de la copa de un bikini, por ejemplo, podía equivaler a seis pisos de la estructura. Pero ahora los anunciantes parecen ser las instituciones del Estado, quienes prefieren estos decorados mayúsculos para sumergir a la ciudad toda en un gran fasto de teatralidad. Desaparecen las fachadas, los grandes edificios, los referentes cívicos, y ahora todo son telones que suben y bajan. Una comedia humana –¿o más bien ideológica?– que oculta los datos reales y nos sumerge en un discurso ficticio. La teatralidad toma la escena urbana porque, en el fondo, nadie recuerda nada. No sabemos ya lo que yacía detrás de las cosas: la historia común, las costumbres, los hechos que nos daban sentido. La memoria muere, lentamente, como una doncella apuñalada. Todo es nuevo, recién inaugurado, y nadie se pregunta por las causas o los orígenes. ¿Es esto un fenómeno cultural nuevo? Al menos desde la novela País portátil, sabemos que no, que nuestra memoria ha sido siempre débil. Pero nunca esa debilidad había sido tan extrema como ahora, cuando incluso olvidamos el nombre de nuestros padres. La teatralidad se instala, a sus anchas, sobre la nadería, pues nada se le opone, ningún signo de resistencia. No tener memoria es equivalente a no tener cultura. Como el discurso teatral avanza sobre la inconsciencia, sobre lo que no se tiene, termina instalándose con una facilidad pasmosa en las mentes anónimas. De allí que reescribir la Historia sea tarea fácil, de allí que imaginar cualquier pasado sea creíble: las mentes están en blanco, como ordenadores nuevos, y se pueden programar de cualquier manera, y también con cualquier contenido. Los telones omniabarcantes todo lo recubren: universidades, cuarteles, edificios públicos, colegios. Escenografía contra memoria. O mejor: escenografía a falta de memoria. Realidades superpuestas, forjadas, negadoras de cualquier indicador del pasado. Cabe sólo preguntarse si bajo los fastos teatrales todos somos actores, todos cumplimos al pie de la letra con el guión, o si hay alguien que recuerda. Suprimir el recuerdo y en su lugar colocar tan sólo cortinajes y cartón-piedra... he allí la obsesión, el designio, de nuestros días. |
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