Sobre el nuevo chavismo inconforme

Por Venezuela Real - 15 de Junio, 2007, 15:43, Categoría: Testimonios

ALONSO MOLEIRO
TalCual
15 de junio de 2007

Un halo de preocupación mal disimulada, un malestar que no encuentra salida y que no consigue aterrizar en la acera vecina de la oposición, puede apreciarse fácilmente entre muchos simpatizantes del oficialismo ante este Hugo Chávez del año 2007.

El Presidente lo ha prometido e intenta cumplir: es el momento de profundizar la revolución. Ha llegado la hora de asumir sin complejos la politización y parcialización del ejército; de estigmatizar de una buena vez cualquier relación social circundante con la propiedad privada; de propalar el credo socialista clásico en fábricas.

Ha llegado la hora de dejar los melindres: las televisoras que sigan con la necedad serán clausuradas; al partido socialista se inscriben cómo y cuando yo diga; instancia que no acate mis decisiones será nacionalizada; olvídense de la alternabilidad política y el resto de los aditamentos de la democracia burguesa. Acá dejaremos la vida.

El prurito, por supuesto, no es, —no nos engañemos— ni con mucho, general. Muchos diputados y ministros, así como los voceros y activistas más radicales del chavismo, impacientes hasta hace poco, están hoy felices. Están entusiasmados. Fortalecer la posición del Presidente en este trance es fortalecer las opciones propias de poder.

Pero los otros, los del anillo exterior, los que tenían una convicción pétrea sobre la profundidad democrática de los cambios planteados, los que se reían de las paranoias de la oposición, de las señoras de la Plaza Altamira, de los escuálidos y la clase media, los que ni en un millón de años pensaron que RCTV iba a desaparecer, aunque no les guste, ahora, ellos también, están preocupados.

No hablemos de una desbandada, ni siquiera de una ruptura: estamos en presencia de un desprendimiento. Una parte, todavía no muy grande, del chavismo —académico, pequeño propietario, trabajador, buhonero, e incluso, militar— tiene una indigestión emocional que no encuentra cómo procesar.

Las razones están a la vista: el Chávez global de este tiempo, a diferencia del de hace un lustro, no escucha consejos; el PSUV es una olla de grillos con todos los vicios de la carnetocracia; no hay orden de Chávez cuyo cuestionamiento, así sea parcial, no entre en un estado general de sospecha.

El cierre de Radio Caracas, aunque ellos detesten a Marcel Granier, constituye una agresión a una porción de ciudadanos que el gobierno no tenía necesidad de ejecutar. La arenga política en los cuarteles, muchas veces en insoportables e impertinentes cadenas, los cansan, ahora también, a ellos.

No lo dicen, pero les pasa por la mente lo que hace rato dicen los ciudadanos de la oposición a gañote herido: en Venezuela no habrá convivencia civilizada, no habrá acuerdos en torno a la Constitución que ellos mismos promovieron, no habrá país posible, si una parte de la nación se empeña en agredir a la otra a nombre del entusiasmo revolucionario.

La única manera de que la oposición respete, aunque no los comparta, los valores del chavismo, sus consignas y sus ejecutorias, es que sus integrantes comprendan, concluyan, que estos no pondrán en peligro los valores y símbolos, la existencia política misma, de la oposición. Como hablamos de millones de personas y como en ambos bandos hay pobres y ricos, constituye una ceguera y una estupidez hablar de lucha de clases.

Lo ha dicho con mucho acierto el salvadoreño Joaquín Villalobos:
Chávez no ha hecho una revolución, ha ganado unas elecciones. No derrocó a Batista, ni a Somoza: le fue entregada una banda en un proceso pacífico.

Los cientos de miles de venezolanos que no tienen cargos y hoy siguen al Presidente no están dispuestos a sacrificar su libertad personal, ni su derecho a elegir, ni a vivir mejor, en aras de cualquier monserga mojigata y normativa disfrazada de hombre nuevo.

Ese momento, a diferencia de lo que han anunciado tantas veces ciertos analistas ilusos de la oposición radical, que desconocen completamente el país que se extiende después de la avenida Urdaneta, no se ha llegado aún; no se asienta definitivamente.

Lo que sí es cierto es que el día que se termine de bajar, el país se aproximará hacia otra metamorfosis.

La gotera existente con el descontento estudiantil es, por ahora, un adelanto.








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