La política y las fuerzas armadas

Por Venezuela Real - 5 de Julio, 2007, 15:17, Categoría: Temas Militares

Antonio Sánchez García 
WebArticulista.net
05 de julio de 2007

"La específica distinción política a la cual es posible referir las acciones y los motivos políticos es la distinción de amigo (Freund) y enemigo (Feind)."
Carl Schmitt, El concepto de lo "político".

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Se podrá estar en desacuerdo sobre muchísimos asuntos de fondo con el general Müller Rojas. Y yo lo estoy. No es precisamente un santo de mi devoción. Constituye el arquetipo del militar que ha traicionado la naturaleza profesional de su oficio y la ha puesto al servicio de la liquidación de los valores, tradiciones y creencias que sustentan a la institución que le dio el ser y le permitieran llegar a ser el general que es. Un general dispuesto a socavar la institución a que pertenece en nombre de una trasnochada patraña ideológica  en la que parece creer a pie juntillas y que le permite pisotear los conceptos de Patria, Estado y Nación que constituyeron el marco normativo que garantizara la existencia de la institución a la que perteneció. Un general, en suma, que repugna y subvierte la democracia, pervierte la civilidad e invade los terrenos ciudadanos con la no oculta intención de estatuir una dictadura militarista y autocrática disfrazada de democracia popular y participativa. Así suene a contradictio in adjecto: un general marxista. Si es que cosa parecida pueda darse sin hiatos ni profundas contradicciones en una sociedad como la venezolana. Un general, en suma, dispuesto a subvertir las fuerzas armadas para ponerlas al servicio de la liquidación de la convivencia pacífica entre los venezolanos, hacer añicos la pluralidad y ponerle un fin cruento y definitivo a las libertades públicas que caracterizan un régimen de libertades democráticas como el que, mal que bien, contáramos desde el 23 de enero de 1958.

Digo mal que bien, pues a pesar de haber construido a partir de entonces y durante cuarenta años la más perfecta de nuestras imperfectas formas de asociación política, la sociedad venezolana no terminó por sepultar el militarismo que ha cautelado, administrado y amenazado desde siempre a la sociedad civil con sus privilegios, sus abusos y sus prebendas. Un militarismo incubado en los orígenes de la nacionalidad por el militarismo bolivariano, que liquidó todo desarrollo auténticamente civil estatuyendo lo que un gran historiador venezolano, Germán Carrera Damas, llamara la república liberal autocrática. Un militarismo cobijado por una elite política que estableció connivencias espurias e hizo posible lo que hoy denuncia con absoluta razón y de manera irredargüible el general Müller Rojas: en la Venezuela democrática, se ascendía en el escalafón atendiendo también y sobre todo a las preferencias políticas del concursante, tanto más exitoso en su carrera y más vertiginoso su ascenso cuanto más cercano al mandarín de turno. Es cierto: medio se respetaba el marco institucional de la democracia, pero se lo hacía coloreado por la fracción o el partido al que se inclinara el soldado en cuestión: adeco o copeyano. Sabe de qué habla: él mismo, hoy furibundo marxista leninista, fue en sus tiempos un preferido de la Sra. Blanca Ibáñez, amante y regidora de Jaime Lusinchi. Tanto que ocupó entonces un cargo netamente político de libre disposición presidencial: gobernador del Estado Bolívar.

Imposible discutir, por lo tanto, su acerto de que las fuerzas armadas han estado siempre politizadas. Sólo que ahora, como él quisiera, no sólo más politizadas sino politizadas bajo un nuevo concepto de política, que desencaja el marco conceptual tradicional y convierte a las fuerzas armadas en un factor de disgregación nacional, de sometimiento ciudadano y de montaje de un sistema totalitario.

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    "El antagonismo político es el más intenso y extremo de todos y cualquier otra contraposición concreta es tanto más política cuanto más se aproxima al punto extremo, el del agrupamiento con base en los conceptos de amigo-enemigo."

    Ibidem

Porque la política de que participaban las fuerzas armadas hasta el 4 de febrero de 1992, fecha en que se verifica una ruptura profunda e irreparable de la tradición democrática asentada a partir del Pacto de Punto Fijo, se cumplía dentro de los estrictos marcos constitucionales y muy particularmente dentro de un sacrosanto respeto a la democracia representativa y la clásica división de poderes. Era una política que aceptaba como norma intransable de comportamiento castrense la estricta profesionalización, la no deliberancia y el respeto y la subordinación absoluta al poder civil. De allí que toda su acción, muy en particular durante la década de guerra de guerrillas, estuviera orientada a la defensa de la soberanía nacional y al combate a la insurgencia, cuyo objetivo era la liquidación del sistema de libertades democráticas y la implantación de una dictadura socialista. La misma que hoy constituye el paradigma perseguido por el general Müller Rojas y a cuyo servicio y causa pretende subordinar a las fuerzas armadas. Motivo que le lleva a transmitir la necesidad imperiosa de "politizarlas". Es decir: convertirlas en instrumento armado del proyecto político que llevado adelante por el teniente coronel Hugo Chávez pretende hacerse carne en el llamado "socialismo del siglo XXI".

De modo que cuando el general Müller Rojas afirma que las fuerzas armadas están absolutamente politizadas, afirma varias verdades: 1) que han sido convertidas en brazo armado de un proyecto político que actua siguiendo los estrictos parámetros señalados por el pensador y jurista alemán Carl Schmitt, a saber: como brazo ejecutor de un caudillo que enfrenta a la ciudadanía como si se tratara de un ejército enemigo, al que hay que aplastar y someter. 2) Que llegado al extremo de la radicalidad de la antinomia amigo-enemigo que hoy se vive – muy particularmente luego del 3 de diciembre pasado y el avance a marchas forzadas hacia la liquidación de toda oposición - , dicha política requiere estar preparada para pasar "del arma de la crítica a la crítica de las armas", Marx dixit.. En otras palabras: pasar de la guerra civil encubierta y legal que se vive bajo el actual estado de excepción a una guerra civil abierta mediante la persecución, la represión y el sometimiento de la sociedad civil. 3) Que dicho proceso de sometimiento armado del ciudadano (enemigo) no es posible sin contar con unas fuerzas armadas fuertemente politizadas, polarizadas e ideologizadas, de modo que en lugar de servir de instrumento de defensa de la soberanía y garante de la unidad nacional  se conviertan en instrumento de acoso, persecución y sometimiento de la disidencia interna. De allí los cambios en su ideologización, su armamento y su preparación. De allí también la emergencia de un ejército paralelo de milicianos. De allí la subordinación ideológica al partido único y la necesidad de que los militares se inscriban y militen en el llamado Partido Socialista Unificado.

¿Alguien puede rebatir que esta posición del general Müller Rojas es la predominante en el seno del gobierno, corresponde a la estrategia revolucionaria diseñada por el chavismo y explicitada en el cónclave de noviembre del 2004 en Fuerte Tiuna?

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Claro está: una cosa es hacerlo tan explícito como sea necesario y posible, y otra muy distinta ponerlo tan de manifiesto, que soliviante aún más a la ya soliviantada sociedad civil y termine por abrirle definitivamente los ojos a la opinión pública internacional acerca de los verdaderos propósitos del teniente coronel y sus secuaces. Uno de cuyos más consecuentes servidores es, precisamente el general Müller Rojas. Y algo todavía más delicado: una cosa es pretender esa particular forma de radical politización de las fuerzas armadas, y otra muy distinta es contar con la anuencia de todos los sectores que hacen vida en el interior de ese país en miniatura que son nuestras fuerzas armadas. ¿No estará desenmascarando el general Müller Rojas con su proverbial desenfado y su brutal franqueza unos propósitos que no parecen haber cuajado del todo en el seno de unas fuerzas armadas que deben reflejar la misma fractura que se verifica en el conjunto social y cuya m,atriz de opinión política hoy parece mayoritariamente contraria al proyecto de politización tan caro al general Müller Rojas y al presidente de la república?

Si tal fuera el caso, Müller Rojas no pecaría de mentiroso, sino de indiscreto. Si bien la indiscreción no parece ser responsabilidad suya. Pues ¿quién introdujo el veneno de la politización disgregadora en el seno de nuestras fuerzas armadas? ¿Quién impuso el lema Patria, Socialismo o Muerte – valores absolutamente antagónicos con el orden constitucional y democrático formalmente imperante en Venezuela – en el frontispicio de algunas unidades? ¿Quién ordenó el perverso y pernicioso saludo de Patria, Socialismo o Muerte en los cuarteles? ¿Quién ha convertido de facto a las fuerzas armadas en su particular partido político, si no el propio presidente de la república?

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 "Si alguien hay que pueda tener el privilegio de mentir, a los gobernantes del estado debe corresponder dicho privilegio".
Platón

De manera que el problema entre el general Müller Rojas – que dice la verdad – y el presidente de la república – que la oculta – no tiene que ver ni con la politización de las fuerzas armadas ni con la naturaleza de dicha politización. Para ambos se trata del viejo concepto nazi-fascista y bolchevique de convertir la política en el más extremo de los enfrentamientos: el mortal combate entre amigo-enemigo, negro-blanco, dios o el diablo. Aplastando de paso a la disidencia y montando un régimen totalitario. Pero mientras Müller Rojas apuesta por una revolución socialista, marxista leninista, de partido único, bolchevique y comunista, en el que imagina militando a todo oficial y soldado de las fuerzas armadas, el presidente de la república piensa en primer lugar en su entronización vitalicia y ni sueña con un partido militar lejos de su control absoluto. Las fuerzas armadas son su feudo particular, su cohorte, su brazo armado. No deben tener más política que la obediencia ciega al Führer. Imaginar al cuerpo de oficiales o al Estado Mayor en la misma disposición ideológica de Müller Rojas, es decir: convertidos en activos militantes tan buscapleitos, camorreros, polémicos y extrovertidos como nuestro buen general rojo-rojito debe causarle escozor al caudillo de caudillos.

No cabe otra explicación. Seguramente el presidente quisiera que Müller Rojas deje de incordiar. Que se vaya a su casa. O que milite, pero vestido de civil y lejos de Miraflores. Porque es la hora del poder total. El sol sólo tolera planetas. Y mientras más pequeños, más enemistados y más se disputen su calor, tanto mejor. De lo que ni Müller Rojas ni Chávez parecen haberse enterado, es que ese proyecto totalitario que requiere para su implementación de unas fuerzas armadas absolutamente silentes, cómplices y sometidas a la omnímoda voluntad presidencial parece estar pasando a la historia. Que abran las ventanas de sus cuarteles y se asomen a las calles de Venezuela. Que atisben dentro de los claustros universitarios. Que escuchen a los comunicadores y artistas. O que se atrevan a preguntarle a la sociedad civil qué proyecto de país aceptan y cual repudian. Se llevarán una tremenda, una espantosa sorpresa. Puede que ya estén trabajando en vano.






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