Los caminos de la libertad (II)
Por Venezuela Real - 13 de Agosto, 2007, 19:05, Categoría: Política Nacional
ARMANDO DURÁN
El Nacional 13 de agosto de 2007 Sartre necesitó vivir la experiencia de la guerra contra el nazismo para superar las raíces idealistas de su pensamiento y darle a su concepto de libertad un contenido social de compromiso y militancia. A Marx, en cambio, le bastó su pasantía por la filosofía de Hegel y la observación de las condiciones sociales del obrero industrial en la Europa de su tiempo para interpretar la libertad como un fenómeno material. Si bien su formación le impidió a Sartre despojarse por completo del lastre que representaba para él la noción de libre albedrío, Marx nunca tuvo la menor duda en cuanto al condicionamiento económico que en el marco de la dictadura de la burguesía se traducía en la explotación del hombre por el hombre. Libertad, pues, pero material, sólo posible después de abolir esa relación inaceptable de rapacería social. Ante la magnitud y el significado real de este desafío de la lucha de clases, todo lo demás carecía de importancia. Es probable que Sartre no llegara a comprenderlo en su totalidad, pero aunque concebir la libertad como compromiso social lo hizo anudar estrechamente sus lazos con el Partido Comunista francés en los años de la posguerra, esa misma concepción de la libertad, ante la invasión soviética de Hungría en 1956 lo apartó definitivamente de las prácticas bolcheviques. Después calmaría su conciencia al coincidir con sus antiguos camaradas en el apoyo común a la independencia de Argelia y a la naciente revolución cubana, "huracán sobre el caribe", según Sartre, pero sólo a medias, desde esa vaga y a veces crítica periferia del sí pero no de los "compañeros de viaje." En lugar de la explotación del hombre por el hombre, circunstancia en cuyo nombre podía hasta justificarse un hecho tan monstruoso como ese de lanzar divisiones de tanques contra ciudadanos indefensos en las calles de Budapest, su causa sería ahora la de los pueblos "colonizados". Independientemente de la ideología que estuviera en juego. En gran medida, el desarrollo de la izquierda más radical durante las últimas décadas responde a estos dos modos de identificarse con las luchas por la libertad. Dejando de lado las adulteraciones de la libertad que se producen en el marco de la democracia liberal, inseparable del modo de producción capitalista, los caminos de la libertad, desde una perspectiva de ruptura, son, la revolución "respetuosa" de la libertad individual del hombre, quien libremente asumiría su compromiso social, y la revolución sin "medias tintas", comprometida con la arriesgada tarea política y existencial de abolir todas las libertades como condición imprescindible para superar las contradicciones y lograr arrebatarle a la clase dominante todos los privilegios del poder político, económico y cultural. Esta división ya existía entre socialdemócratas y comunistas mucho antes de Sartre, pero con el estallido de revoluciones socialistas y guerras de liberación en China y en el Tercer Mundo, la incompatibilidad entre ambas maneras de enfrentar la lucha social adquirió durante la posguerra una dimensión que nunca antes había tenido. A pesar de las buenas intenciones sobre las que se sustentan las acciones de quienes permiten que ciertos escrúpulos pequeño-burgueses contaminen su presencia en el escenario político, el aferrarse al concepto de la libertad como un derecho individual inalienable, los obliga a resignarse a navegar por las aguas tranquilas del ahora llamado socialismo democrático. Es decir, que al calor de una retórica de izquierda y de una cierta sensibilidad social, se combaten las injusticias sociales, pero en sus aspectos más superficiales, sin afectar en ningún caso la libertad individual del hombre, ni el derecho de propiedad. Naturalmente, esta visión mediatizada del socialismo nada tiene que ver con la revolución cubana. Para Fidel Castro, la libertad individual es un adorno estéril y la propiedad privada el mal supremo. Inseparable de la sombra de Stalin, la experiencia cubana, calificada por Hugo Chávez como "democracia verdadera", no ha logrado satisfacer las más mínimas necesidades materiales de sus ciudadanos, y sólo las más mínimas, sin la cooperación de la Unión Soviética desde 1960 hasta la caída del muro de Berlín en 1989, y sin la ayuda incondicional de Chávez desde 1999. |
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