Las grandes mentiras
Por Venezuela Real - 31 de Agosto, 2007, 15:29, Categoría: Oposición/Resistencia
Gerardo Blyde
El Universal 31 de agosto de 2007 Ninguno de sus adulantes le dijo que esas dos ofertas no requieren de una reforma constitucional La demagogia presidencial que pretende ocultar detrás de ciertas propuestas las verdaderas intenciones de su reforma constitucional queda al descubierto al no decretar lo que él solo puede hacer. No se requiere modificar la Constitución para disminuir la jornada de trabajo de 8 a 6 horas. La Constitución de 1999 le dio un mandato a la Asamblea Nacional para que durante el primer año de vigencia de la Constitución se procediera a legislar y se ordenara una disminución progresiva de la jornada laboral. La Asamblea nunca lo hizo. Todo el pueblo venezolano sabe que si Chávez así lo hubiera querido, sus diputados sin pensarlo dos veces hubieran aprobado esa legislación. Ahora están demasiado ocupados ejecutando la orden que les dio Chávez para discutir rápido su reforma, sin cambiarle ni una coma, y aprobarla en dos meses para que el pueblo venezolano la apruebe en un mes. ¿Por qué si él se tardó 8 largos meses en estudiar y preparar su propuesta, los venezolanos tenemos que decidir a la carrera en un solo mes luego de que la Asamblea se la apruebe? El Presidente tiene una amplísima habilitación legislativa que le permitiría firmar un decreto-ley ya, en este mismo momento en que usted lee estas líneas, y con su sola voluntad disminuir hoy mismo la jornada laboral de 8 horas a 6. Es falso que si no se lleva a rango constitucional sería imposible mantenerlo en el tiempo. Todo trabajador sabe que los derechos laborales son irrenunciables y progresivos, que una vez que estén otorgados (por ley) no pueden disminuirse pues pasan a la categoría de derechos adquiridos. Si dicta el decreto-ley hoy, nadie en el futuro podría volver a aumentar la jornada diaria de trabajo. También puede por otro decreto-ley crear el prometido fondo que cubra los requerimientos que ofrece a los trabajadores no dependientes para que gocen de los beneficios fundamentales, tales como jubilaciones, pensiones, vacaciones, reposos, prenatal, postnatal, por nombrar sólo algunos. Tampoco requiere una reforma constitucional para decretarlo ya y ponerlo en vigencia. Como él anda demasiado ocupado entre ruedas de prensa en las que sólo pueden entrar los medios cuadrados con la revolución, o programas de televisión interminables en donde luego de ocho años sigue prometiendo las misas cosas, o está trabajando intensamente por ayudar a Cuba, a Bolivia o a Argentina, o simplemente le duelen más los secuestrados colombianos que los nuestros, nos tomamos el atrevimiento de redactarle ambos decretos-ley y consignárselos en Miraflores, en el Departamento de Correspondencia de la Presidencia de la República el miércoles pasado. Resulta evidente que tal como se los enviamos no los suscribirá, pues no contienen ningún elemento grandilocuente hacia su persona, ni poseen ni una sola letra de esa adulancia a la que está acostumbrado. No dicen, por ejemplo: "Hugo Chávez Frías, presidente eterno de la República Bolivariana de Venezuela". Por el contrario, son textos muy sobrios que dicen justo lo que deben decir y que son suficientes para decretar de inmediato la reducción de la jornada laboral y crear también de inmediato el fondo que asegure a los trabajadores no dependientes los beneficios laborales de los que gozan los trabajadores formales o dependientes. Si así lo quiere, puede pedirle a cualquier secretaria de su despacho que le agregue algunos títulos como los que suelen usar algunos de sus más fieles seguidores, quizá "comandante", se nos ocurre. Nos tomamos la libertad de agregarle también todos los beneficios laborales a los beneficiarios de las misiones, que en la mayoría de los casos lo que devengan por esos planes de asistencia social son su único ingreso, dada la imposibilidad que han tenido en encontrar empleo formal ante el fracaso de las políticas que a este respecto ha instrumentado el Gobierno. Lo cierto es que, si tuviera el Presidente verdadera voluntad de implantar esos beneficios laborales, los firmaría ya y los publicaría en Gaceta Oficial hoy mismo. No lo ha hecho en estos ocho años y no lo hará ahora porque la verdad es que cuando durante estos ocho meses se releyó la Constitución, buscó qué podía ofrecerle al pueblo para que le votaran en bloque su propuesta de reforma. Así fue como se le ocurrió ofrecer la disminución de la jornada laboral y la creación del fondo, como meros anzuelos para dejar colar su intención de permanecer en el poder por siempre, su deseo de concentrar el poder total en sus manos y su deseo de hacer del Estado (y de quien lo maneja, o sea él) el único y gran propietario en Venezuela. Ninguno de sus adulantes le dijo que esas dos ofertas no requieren de una reforma constitucional. Y nadie tampoco le dijo que él y sus diputados tienen años en mora con el pueblo de Venezuela. |
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