El pesimismo y el optimismo
Por Venezuela Real - 6 de Septiembre, 2007, 13:46, Categoría: Política Nacional
RAMÓN PIÑANGO
El Nacional 06 de septiembre de 2007 Las cosas ocurren de tal manera que, con facilidad, se crea en muchos la angustiante imagen de estar viviendo una tragedia griega que nos conduce inexorablemente a un final terrible, peor de lo que podemos imaginar. Pero ese "muchos" no se refiere a todas las almas que habitan el país, porque también son muchos los que diariamente alimentan la esperanza de que se acerca la salvación de la nación; una salvación radical que pondrá fin a nuestros males políticos. Como siempre estamos ante pesimistas y optimistas. Craso error comete quien pretenda atribuir el optimismo al chavismo y el pesimismo al antichavismo. En los dos bandos políticos coexisten ambas manera de presentir el futuro de la nación y de la tendencia política a la cual se pertenece. Aunque el antichavismo haya creado la noción del plan B, también ha generado una tenaz resistencia en la lucha contra el autoritarismo del régimen. Aunque el chavismo haga gala de un triunfalismo a toda prueba, ya no puede ocultar su preocupación por la rabia que a mucha de su gente le genera la ineficiencia, la arbitrariedad y la corrupción de la revolución. Por lo demás, entre pesimistas u optimistas de uno u otro bando cunde una creciente incertidumbre porque ven tambalearse las expectativas y planes que hasta hace poco lucían tan seguros. El Presidente grita todo lo que quiere sobre la reforma constitucional, amenaza con todas sus ganas, tiembla la oposición, aumenta el precio del dólar, pero también crece la duda y hasta la rabia en muchos de quienes antes lo apoyaban con fervor, y más se articula la oposición. El liderazgo del antichavismo insiste en mostrar los viejos personajes, en aburrir a la misma oposición con peroratas jurídicas y en pelearse por un espacio político que jamás podrán ocupar con sus desconectados esquemas, pero desde abajo el descontento de un país tantas veces engañado empuja para que surja una manera eficaz y auténtica de comunicarse con un pueblo por largo tiempo despreciado. Cambios importantes han de de ocurrir, de manera que ni optimistas ni pesimistas pueden adivinar, porque demasiados son los factores en juego. Un nuevo país va a emerger de los encontronazos, pleitos e insultos entre chavistas y antichavistas; de las frustraciones de quienes se entusiasmaron con la revolución; de la incapacidad administrativa del Gobierno y su ingenuo voluntarismo; de la prepotencia vapuleada de los líderes de la cuarta República; del empeño del pueblo para que de verdad se le tome en cuenta. En pocas palabras, de las grandezas y pequeñeces de sectores muy diferentes, porque en la construcción de un nación pesa lo noble y lo vil, lo hermoso y lo feo, las virtudes y los defectos, en proporciones imprevisibles. Un nuevo y efectivo liderazgo surgirá sólo en la medida que quienes pretendan dirigirnos sepan que están lidiando con seres de carne y hueso, con ángeles y demonios regados por doquier. Ese liderazgo deberá ser capaz de llegarle a las bases del chavismo y del antichavismo. Deberá ser capaz también de deslastrarse de prejuicios contra los sectores populares – el venezolano es facilista, irracional–, contra las élites –los intelectuales obedecen al Imperio, la gerencia es burguesa – contra militares –todos son autoritarios–, contra la juventud –obedece a los partidos–, sin despreciar el pasado –eso lo hizo Acción Democrática o Copei– ni los sueños revolucionarios –el socialismo ha fracaso en todo el mundo–. Sólo así, con amplitud de visiones, con capacidad para aglutinar lo que parece absolutamente dispar, en medio del crudo realismo de la acción política, trascendiendo el pesimismo y el optimismo, podremos hacer un país mejor. |
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