Trapiche andando
Por Venezuela Real - 14 de Septiembre, 2007, 14:00, Categoría: Política Nacional
Gerardo Blyde
El Universal 14 de septiembre de 2007 Menos del 11% de la población venezolana conoce el contenido de la reforma Menos del 11% de la población venezolana declara conocer el contenido de la reforma inconstitucional que ha propuesto el presidente Chávez, pero que la diputada Flores declara que ya todos conocen. Ya van dos discusiones (si así se pueden llamar a la "formalidad cumplida") que en escasas tres semanas se han efectuado en las plenarias parlamentarias. Una materia tan importante como modificar sustancialmente la Constitución nacional se tramita allí con mayor velocidad que cualquier ley ordinaria de la República. El tan mencionado parlamentarismo de calle que enarbolan ha sido construido para también aparentar estarse cumpliendo con otra formalidad: la consulta popular. Se llenan salones con adeptos al proceso, se limita el número de oradores previamente escogidos y se asegura así el aplauso fácil de quienes acuden trasladados en autobuses. Algunos importantes dirigentes políticos de oposición solicitaron ser escuchados y, para no tener que explicar mucho, una comisión mixta de oídos sordos los recibió, a puerta cerrada, sin ninguna posibilidad de que sus dichos y razones fueran escuchados por los miembros de esa comisión que están allí sentados casi por obligación, para cumplir el trámite. Tampoco pudieron ser escuchados por todos los diputados, ni mucho menos pudieron llegarle en vivo a todo el país. Los medios estatales de comunicación son usados de manera continua y abusiva para promocionar la reforma, y no garantizan igualdad de acceso y tiempo para que quienes la adversan expongan también sus argumentos. Si alguna voz dentro del chavismo se atreve a disentir de todo o parte de la propuesta, es silenciada o condenada como enemiga del proceso y de su líder. Sus argumentos no son escuchados ni respondidos con contra-argumentos. Se recurre al manido expediente de la descalificación del disidente, esos que apenas ayer eran los mismos que los aplaudían cuando tomaban la palabra para defender el proceso o agredir a la disidencia. Otros son obligados a presentar vergonzosas y públicas excusas con la única finalidad de demostrar quién y cómo manda. La rueda del molino avanza y tritura a todo aquello que se le atraviese. La orden es clara: no puede detenerse. La soberbia en el poder los hace creerse indestructibles, invencibles. La rueda debe seguir avanzando. El trapiche revolucionario ya ha triturado a muchos de sus dirigentes y simpatizantes, pero aún faltan muchos más. Hasta ayer lo que para muchos de ellos fue un sueño de revolución bonita hoy muestra, por fin, ante sus atónitas miradas, su verdadera cara. Comienzan a enterarse y a sentir en carne propia la fuerza y furia con la que actúa bajo el aparente manto democrático. De perseguidores pasan a ser perseguidos. De héroes revolucionarios pasan a ser enemigos. Del otro lado algunos llaman desesperada y continuamente a una insurrección civil, como si tal hecho pudiera construirse y activarse con una declaración pública en un país donde el 89% de su población desconoce el contenido de la propuesta presidencial. Ante el dominio de los medios con información parcializada, resulta cada vez más difícil hacer conocer masivamente ese contenido. Ninguna acción para impedir la reforma tendrá fuerza -ni la participación ni la abstención- si no se aprovecha cada espacio del que se disponga para exponer su contenido al pueblo venezolano y aumentar su rechazo. Hoy quienes piensan votar a favor de la reforma son el 40,6% de la población, los que piensan abstenerse son el 22,5% y los que votarían en contra son el 24% (Encuesta Seijas). Esos números hablan por sí solos: unidos hay mayoría y el panorama podría cambiar radicalmente. Pero si los que mantienen la tesis de no participar y los que sí quieren hacerlo se mantienen en sus trincheras, el resultado está cantado. En la naturaleza del venezolano está la cultura libertaria y democrática, está el sentido de propiedad individual, está el rechazo a mandatos perpetuos, está el aprecio por la descentralización y la integridad territorial de su Estado. Hay que seguir la labor de desenmascarar la reforma y unificarnos en una estrategia política común. No es momento del ataque pequeño al otro que también adversa a Chávez y a su reforma. No es momento del discurso diferenciador aprovechando la coyuntura. El riesgo de la patria es enorme y la responsabilidad en la actuación política debe dirigirnos a tener muy claro dónde está el adversario, cuál es su juego, a dónde pretende llevarnos y a convencer a más venezolanos de todo ello. |
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