¡Sabe a (mega) sancocho!

Por Venezuela Real - 17 de Septiembre, 2007, 16:33, Categoría: Testimonios

Patricia Clarembaux
TalCual
17 de septiembre de 2007

Civiles y militares prepararon los 16 mil litros de ‘cruzao’ para celebrar los tres años del Ministerio de la Alimentación e intentar entrar como récord en el libro Guinness.
La noticia se conocerá en quince días. Mientras tanto, seguirán comiendo hervido

Al Ministro y a la representante del Guinness les gustó el sancocho
Militares y civiles compartieron espacio

“¿Que si me gustó?... ¡Está en su punto!”, dice Santiaga Aponte mientras pone un sorbo del “megasancocho” en su boca.

No puede ella decir lo contrario –ni siquiera que le faltó sal–, pues desde el viernes a las 8:00 am deslizó ese cuchillo sobre las zanahorias, papas, ñames y apios, y fue a las 6:00 pm cuando lo soltó y se quedó al pie de la olla –de tres metros de altura– boquiabierta y con ampollas en las manos viendo nacer su obra.

Llegado el sábado se sentó como una reina en la mesa, dispuesta en plena avenida Bolívar, todavía con el delantal puesto, pero con el cruzado servido y feliz, pues el propio ministro de la Alimentación, Rafael Oropeza, le pidió que comiera a su lado.

Y ahí estaba él. A la izquierda de Aponte.

Una y otra vez posando para las cámaras de la prensa. Mojaba la cucharilla en el sancocho, de a poco la llevaba a su boca y venía el gesto: ambas cejas se elevaban una y otra vez, el rostro se inclinaba hacia un lado y soltaba la “mega” sonrisa, pero sin mostrar los dientes, por si las hierbas o verduras habían invadido su dentadura.

El megasancocho tenía su aprobación.
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Del otro lado del ministro estaba Jane Boatfield, representante de la organización Guinness World Record, derechita. Sin expresión alguna en el rostro, agachaba su cabeza sólo para acercar el sancocho a la boca y volvía a la posición inicial. Oropeza le hablaba a través de su traductor y ella se reía, pero estaba clara:
el récord aún lo llevaba México con sus 6.100 litros de sopa; el “megasancocho” de 16 mil litros entraba apenas en el proceso de evaluación que culminaría en 15 días.

Por los momentos, era la hora del almuerzo.

En aquella mesa se sentaron un civil, un militar y una norteamericana.

BIEN ‘CRUZAOS’

Más que una celebración por los tres años del Ministerio de la Alimentación, era obvio que el evento tenía otra intención: demostrar la unidad cívico-militar tan comentada por los voceros del Gobierno.Y es que el viernes, las carpas eran la mejor evidencia. En una de ellas había cuatro tablones largos con personas de lado y lado picando hortalizas y verduras. Sobre la mesa, todos eran civiles, pero debajo, las botas militares marcaban la diferencia.

Calculan que eran 400 las personas que se encontraban colaborando en el lugar, entre civiles y Reserva Nacional. Eran ellos los encargados de picar los 2.000 kilos de carne (pulpa negra y costillas), 3.000 kilos de pollo entero –donado por los proveedores brasileños de la Corporación de Abastecimiento y Servicios Agrícolas (CASA) –, 6.000 kilos de verduras y los 1.200 kilogramos de condimentos. La misma experiencia se había intentado en dos oportunidades anteriores:
una en Capaya, en Higuerote (sin buenas referencias de sus resultados) y otra vez en Fuerte Tiuna, donde pasaron dos días y medio repartiendo hervido.

Cual maestros en el salón de clases, quedaron encargados del “megasancocho” los cocineros Kike Barboza –quien duró cuatro días calculando los ingredientes–, Ottoniel Martínez, Leonardo Herguetta y Henry Yumare, asistidos por 14 estudiantes de la Escuela de Cocina “Nuestro pan de cada día”. Pero con tanta gente, por momentos el asunto se les salió de las manos.

—Creo que todos somos adultos. No caigan en polémicas, dijo el chef a un grupo de personas que, con cuchillo en mano, discutían sus diferencias.

—¡Nos están grabando, señores!, replicó alguien.

Mientras en este lado se generaban discusiones y cantos, por el otro, sonaban los ladrillos.En la carpa de la carne y del pollo, los reservistas peleaban con el ave para picarla. Incluso uno de ellos tomó un ladrillo, colocó el cuchillo sobre la presa y lanzó el bloque una y otra vez. “No vale, así no se puede, esto está congelado”, dijo.Pero aquella prueba se superó y el sábado al mediodía los comensales disfrutaron del caldo.

Para este momento, ya la mesa del ministro la ocupaba una familia. En el Megamercal de la Bolívar se veía a la gente con su pote de arroz chino lleno de sancocho. Santiaga Aponte, cansada, se preparaba para retirarse porque quería volver el domingo a batir la megatorta.







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