El Cardenal Castillo Lara
Por Venezuela Real - 16 de Octubre, 2007, 14:59, Categoría: Testimonios
Eduardo CASANOVA
Literanova 16 de octubre de 2007 Ha muerto un hombre extraordinario, un hombre verdaderamente bueno y ejemplar: Monseñor Rosalio Cardenal Castillo Lara, el verdadero gran pastor de todos los venezolanos. Nació en San Casimiro, un pueblo hermoso ubicado en una región encantada, poblada por colinas, nubes blancas y un cielo azul profundo, una región cercana y lejana a la vez, que parece ser el camino a esa tierra prometida con la que Cristóbal Colón jamás cumplió. Sobrino de uno de los más eminentes arzobispos de Caracas, Lucas Guillermo Castillo, que se convirtió en obispo de Coro el mismo año en que nacía su sobrino (1922), ese sobrino estudió en el Liceo San José de Los Teques, que había fundado unos años antes el Doctor José de Jesús Arocha, con cuya familia Rosalio Castillo se relacionó de por vida. Luego viajaría Colombia para hacerse sacerdote. Ordenado en 1949, se convirtió en Doctor en Derecho Canónico en Turín, en 1959. (Fue en esos tiempos cuando, por su amistad con la familia Arocha, sirvió de "cicerone" en Roma a una jovencita muy bella que estaba de visita en la casa de sus tíos, los Medina-Arocha, y que a su regreso a Caracas, en diciembre del 59, conoció al que dos años después se casaría con ella. Ella es Natalia López Arocha, y el que se casó con ella soy yo.) Años después, el padre Castillo Lara se convirtió en Obispo de Trujillo, y poco después, Monseñor Castillo Lara fue miembro del Consejo Superior de los Salesianos, y en abril de 1985 se convirtió en el tercer Cardenal venezolano. Pero su carrera siguió siempre hacia arriba, y en 1989, luego de haber sido hombre clave en la reforma del Derecho Canónico, Juan Pablo II lo designó Administrador del Patrimonio del Vaticano, con lo que se convirtió en uno de los hombres más cercanos al Papa. En 1997 regresó definitivamente a Venezuela y volvió a establecerse en su paisaje de colinas, nubes blancas y un cielo azul profundo, en San Casimiro. Pero no se entregó al descanso. Al contrario, al darse cuenta de la terrible amenaza que empezó a corroer a decencia de Venezuela, se dedicó a combatir los abusos de Chávez y la corrupción que ha venido destruyendo a Venezuela a partir de 1998, y por eso debió soportar insultos y vejaciones. Pero ni siquiera ante la presencia inminente de la muerte cejó en su empeño de hacer el bien. Ojalá que pronto, muy pronto, su prédica se imponga y el país deje por fin de sufrir los ataques de sus peores hijos. |
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