¡Qué vergüenza!

Por Venezuela Real - 19 de Octubre, 2007, 15:48, Categoría: Política Nacional

Gerardo Blyde
El Universal
19 de octubre de 2007

Qué vergüenza en lo que nos están convirtiendo a la patria

Escenarios controlados para impedir que nadie que no piense igual pueda manifestarse. Impedir la expresión disidente. Permitir la barbarie que golpea a damas reporteras y a jóvenes estudiantes, mientras los protagonistas del arrebato de la democracia se mantienen impávidos permitiendo tales atropellos. No hubo un diputado caballero, por más revolucionario que fuera, que se levantara y saliera a impedir que un guardia uniformado y un grupo de fanáticos trasladados levantaran su mano contra tres damas. ¡Qué vergüenza!

Ser joven y mentir con descaro acusando a otros jóvenes de violentos y armados con no sé qué instrumentos, para tapar su propia violencia respaldada por el tumulto y la vileza de la cayapa. ¡Qué vergüenza!

Decirle al pueblo que la reforma es para ellos; levantarse para defender la modificación de la iniciativa popular, aumentando los porcentajes de firmas que se requieren para solicitar cualquier tipo de referendo o modificar la Constitución. ¡Qué vergüenza!

Decirse de izquierda, que se defienden los derechos humanos, decirse preocupados por la integridad de las personas y levantar la mano en apoyo a que la garantía del debido proceso y la libertad de expresión sean suprimidas en estados de excepción, que podrán suspender derechos constitucionales por tiempo indeterminado. ¡Qué vergüenza!

Hacer de la reforma constitucional la modificación integral y profunda de la Carta Magna de todos los venezolanos, violando los procedimientos establecidos, para complacer a quien así se los exige. ¡Qué vergüenza!

Asegurarse el regreso a la chamba legislativa luego de haber renunciado a la diputación para ocupar otro cargo público, anulando de un plumazo las renuncias y pretendiendo la aplicación retroactiva de la ley, y luego decir que la reforma es para el pueblo. ¡Mayor vergüenza!

Engañar al pueblo vendiendo la modificación constitucional como para ellos cuando sólo se aseguran de la permanencia indefinida de su líder en el poder. Denigrar de quienes hasta ayer fueron sus hermanos, compañeros de luchas y sueños, tratar de volverlos trizas públicamente por el solo hecho de atreverse a opinar distinto. ¡Qué vergüenza!

Haber defendido toda su vida la no discriminación de los pueblos indígenas, luchando para que sus usos y costumbres fueran respetados, para que sus creencias y formas de vida no fueran pisoteadas por la mayoría no indígena del país y ahora verlos defender la constitucionalización de la discriminación política con la consagración de un "Estado socialista" que excluya a quienes no creemos en eso. ¡Qué vergüenza!

Amenazar con la aplicación de no sé cuál causal para censurar a cualquiera que ose levantarse e intervenir como su conciencia se lo indique, y no como se lo ordenen, pues todas las voces parlamentarias tienen que estar afinadas en el mismo tono cantando la misma pieza. ¡Qué vergüenza!

Levantar los dedos, la mano y el brazo para votar por darle todo el poder a un solo dedo, a un solo amo, a conciencia de que ese dedo aniquilará al contrario y dominará al pueblo, y con la inocencia o inconsciencia de pensar que ese dedo no terminará apuntando también a él, como ahora lo hace con quienes aún revolucionarios se atreven a alguna crítica. ¡Qué vergüenza!

Qué vergüenza se siente de este Parlamento, de estos conciudadanos que se dicen diputados del pueblo, de esas actitudes de quienes ayer clamaban por ser respetados, y ahora se comportan con la soberbia y arrogancia de quien se cree eterno. ¿Cuánto tiempo deberá pasar para que quienes de buena fe aún creen en esto que llaman revolución abran sus ojos? Muchos van despertando, pero aún faltan muchos más. ¿Cómo hacer para que quienes se encierran en su mundo, pensando que así estarán protegidos, reaccionen y exijan sus derechos?

El espacio se acorta. Disentir del socialismo autoritario será un pecado inconstitucional; la exclusión será la regla; el miedo la constante en muchos. Hoy se insulta y persigue al adversario y se pulveriza al revolucionario que no se ponga firme o no entierre la rodilla. Pero aún hay espacio para organizarnos, para actuar, para luchar, para protestar, para no permitir que la democracia se pierda, para que no se corone a un jefe vitalicio. La fuerza de la gente ha frenado este proceso hasta ahora. Tiempo ha que el autoritarismo implacable se hubiera coronado. La gente pacífica en la calle, las marchas, los reclamos, las protestas lo habían frenado. Con todo y los errores cometidos, la resistencia democrática del pueblo es la pared con la que se había topado y debe toparse de nuevo. No nos rindamos ahora.





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