Papá Estado
Por Venezuela Real - 28 de Octubre, 2007, 10:18, Categoría: Política Nacional
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28 de octubre de 2007 La dependencia del Estado es uno de los rasgos más notorios de la dinámica sociopolítica de los venezolanos. Es cierto que el llamado paternalismo estatal no es una exclusiva nuestra, en muchos otros países del continente es frecuente que los individuos más humildes vean en el Estado su única esperanza. Pero en Venezuela esta característica es mucho mayor. Desde siempre nuestra dependencia estatal tiene por origen la autonomía que el petróleo le otorga al Estado y ahora, a partir de la reforma constitucional en marcha, por las inmensas atribuciones que obtendrá el Gobierno. Veamos. La reforma constitucional que está planteada pretende tomar lo que son las aspiraciones de los venezolanos desde una perspectiva estatista y distributiva, antes que desde otra productiva y centrada en el trabajo de los venezolanos. La reforma implica una concentración del poder en el Presidente más allá del límite democrático, tratando con ello de incrementar la eficiencia gubernamental en la distribución del recurso petrolero dirigido a atender las demandas ciudadanas. El Gobierno, en su obsesión por creerse el verdadero (y cuando no único) intérprete de los intereses populares, está delineando una estrategia en la cual se profundiza el papel del pueblo como un simple receptor y el Estado petrolero como su gran distribuidor. Se prevén instrumentos de comunicación directos entre el Presidente y el pueblo, suponiendo que será más eficiente a través de los consejos comunales y el nuevo ordenamiento territorial, que por medio de los antiguos canales basados en la representación popular a través del voto. Pretende un esquema administrativo por medio del cual "el pueblo pide" y por el otro "el gran distribuidor, el Estado, da". Lógicamente, previa verificación de ciertos avales de elegibilidad tales como la lealtad o semilealtad política y puede que hasta con alguna constatación técnica. Ningún planificador podría suponer que el desarrollo se construye de a pedacitos y con tantas mediaciones políticas de por medio. De allí que este nuevo patrón distributivo parece ser más una fórmula de control de la disidencia y un mecanismo para extremar los vínculos de dependencia que el venezolano desde hace tiempo exhibe ante su Estado petrolero, que una verdadera estrategia de transferencia de poder como se quiere hacer ver. El programa de la reforma constitucional da por un hecho, cuando no ignora de manera campante, los requisitos que necesita la actividad productiva. Bajo la teoría o hipótesis del "pico de producción energética" (aquella según la cual está por alcanzarse el máximo histórico de oferta energética y de allí en adelante no habrá cómo satisfacer la demanda futura) supone que el precio del barril nunca más descenderá y la frontera tecnológica de la energía fósil podría durar unos 50 años más. Con semejante premisa, "el propulsor de la refor ma" prescinde del trabajo del vene zolano, de su emprendimiento y libre iniciativa. No es que no necesita al sector privado, es que no necesita a la sociedad vene zolana, más que para que ésta pida y el Estado decida si es lo suficientemente apropiada la demanda como para darle. Educar al venezolano para la productividad y la competitividad de su trabajo, de forma tal que sea posible el objetivo estratégico de la diversificación económica y de las exportaciones, parece no formar parte de los planes de la reforma. Más bien se apunta hacia la construcción del antiguo "hombre nuevo", ese que se hace aliado acrítico de los lineamientos del Estado dado que en él convergen los intereses del país. Ni qué decir de la aceptación de la diversidad, la cabida al disenso, la necesaria alternabilidad en el poder y la separación de poderes para la efectiva vigilancia del proceder público y la administración de justicia. Para la reforma constitucional no hay mayor contralor que la conciencia y la discreción del hombre revolucionario. Este formato estatista distribuidor no sólo es inviable en el mediano plazo –y por ello en algún momento veremos en forma de ajuste y recesión la inmensa cantidad de desequilibrios económicos y de dependencias sociales que se están generando– sino que además, y esto es lo más grave, destruye la libertad individual, porque, dejémoslo claro, nadie que dependa del Estado y su Presidente puede ser libre.
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