JAVIER IGNACIO MAYORCA
El Nacional
11 de noviembre de 2007
Andrés Antillano: Integrante de la Comisión Nacional para la Reforma Policial
La militarización de los cuerpos de seguridad es inefectiva porque atacar la inseguridad tiene que ver con el debilitamiento de las redes sociales, considera el criminólogo y docente de la Universidad Central de Venezuela
Me preocupa que las comunidades ejerzan funciones de policía, expresa el criminólogo Andrés Antillano
El criminólogo Andrés Antillano, integrante de la Comisión Nacional para la Reforma Policial, está convencido de que la policía nacional no disminuirá la delincuencia en el país. Por el contrario, podría reforzar los vicios existentes en los cuerpos de seguridad.
"En la comisión insistimos en la construcción de un sistema nacional de policía. Las policías son dispersas, heterogéneas, no están supeditadas a políticas públicas concertadas en materia de seguridad.
El sistema nacional garantizaría la estandarización de los cuerpos, incluso de la policía nacional. Legislar para crear una policía más es perder una ocasión de oro para construir un sistema regulado", advirtió.
Antillano es licenciado en Psicología, con maestría en Criminología, incorporado al Instituto de Ciencias Penales de la Universidad Central de Venezuela.
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Sostuvo que el país no necesita más funcionarios ni organismos policiales, sino la creación de un sistema que garantice la estandarización de esos cuerpos, incluso la policía nacional.
–La policía es una forma de acumulación de capital político. A los alcaldes les beneficia tener funcionarios; y, mientras más, mejor. El gasto en trajes blindados y vehículos de comando tiene un rédito que se conoce como populismo punitivo. Eso ha hecho que las policías crezcan sin racionalidad. Paradójicamente, los municipios más pobres tienen más población.
–¿Chacao versus Sucre?
–Por ejemplo. En Chacao puede conseguir un funcionario por cuadra, y en Sucre puede recorrer extensas zonas y no ver a ninguno. Eso hace que los pobres se sientan menos protegidos. El problema es distribuir simétricamente los recursos.
–Para eso estaría el MIJ, que en otras partes le dicen ministerio de la policía.
–Las competencias del Ministerio de Relaciones Interiores y Justicia en la materia son muy restringidas. Podría exhortar, pero no establecer medidas vinculantes para asignar recursos. Es necesario fortalecer la facultad rectora del MIJ en la materia. En ese sentido, la policía nacional funciona como una ilusión: el Gobierno pareciera atado de manos para atacar la inseguridad, y cree que la respuesta es hacerse de una policía.
Por eso también el uso del Cicpc y la Disip como policía ostensiva.
–La Comisión Nacional para la Reforma Policial encontró una gran dispersión entre los cuerpos policiales del país. ¿Cómo se articularán entonces las policías comunales?
–No estoy claro en cuanto a qué será la policía comunal. Si es controlada, rinde cuentas, es territorialmente emplazada y planifica con la comunidad, será una buena idea, aunque no será original.
No es posible ni conveniente tener un policía en cada cuadra. Pero hay que garantizar una relación estrecha con la comunidad. Sugeriría que la organización de la policía comunitaria sea una atribución municipal. Lo inquietante es que la comunidad cumpla funciones policiales. Esto contradice un principio del Estado moderno, que es tener el monopolio de la fuerza.
Las experiencias de organizaciones ciudadanas en seguridad tienen triste recuerdo.
La mafia siciliana apareció como una forma de prestar seguridad.
–En el proyecto de reforma también se habla de milicias revolucionarias.
–Pero adscritas a la FAN.
No es la idea de que la comunidad controle batallones de soldados.
–Pero tienen una cadena de mando distinta a la de los componentes militares habituales. –Lo que no es aceptable es que se autonomice el uso de la fuerza, porque se hace ingobernable la sociedad. Estas milicias generalmente están dirigidas a afrontar enemigos externos. No para controlar el delito. Mi preocupación con la policía comunal es la transferencia de funciones policiales a la comunidad.
En Venezuela hemos tenido experiencias negativas: una brigada vecinal en Lara, durante el gobierno de Orlando Fernández, produjo muertes y situaciones irregulares.
Hubo algo semejante en los Valles del Tuy, que propició el gobernador Mendoza y les dio uniformes y armas, incluso patrullas. Eso trajo graves consecuencias para esta comunidad.
–¿Es por la ausencia de controles?
–En estos casos la policía se convierte en un actor más del conflicto de la comunidad.
Por eso es tan difícil de detectar. La gente se queja de la inseguridad, y resulta que los actores son los hijos, sobrinos, amigos de los hijos.
–¿Hasta qué punto es conveniente que los militares se involucren en labores policiales?
–Hay antecedentes en el país, con resultados distintos.
Hay cambios en los modelos de seguridad y defensa, pues se entiende que la seguridad no es sólo externa, con nociones que desmantelan a la FAN y las convierten en policías. Lo que no resulta práctico ni conveniente es la FAN en funciones cotidianas de seguridad. Eso no resulta en ningún lado. La reforma policial cobra fuerza en los años noventa, cuando los militares cumplían funciones de paz en Kosovo, Haití, Somalia, etc., demostrando la ineptitud de los ejércitos para lidiar con los conflictos locales de seguridad. No es una salida que la FAN cumpla funciones policiales regulares.
–Lo previsto en la reforma es que la FAN ejerza funciones policiales señaladas en la ley. Como una policía especial.
–En la Conarepol planteamos un modelo de uso progresivo de la fuerza. El argumento fundamental es técnico: las fuerzas armadas desplazan a grandes contingentes a una zona, mientras que los nuevos métodos de actuación policial descansan sobre las decisiones de agentes en escenarios complejos, sin consultar al superior. Los soldados están acostumbrados a obedecer, y no a actuar con autonomía. Eso hace que sean muy torpes e ineficientes a la hora de actuar. La disciplina militar, impuesta en la mayoría de las fuerzas policiales del país, es muy buena para tener a los funcionarios en el cuartel, con los zapatos y la hebilla pulidas. Pero es ineficiente para controlarlos en labores operativas. En Venezuela, las tácticas policiales son militares, son de copamiento o saturación, y son inútiles. Tienen un valor simbólico, pero 20 metros más allá se puede cometer un delito.
–Pero la gente siempre termina pidiendo a la Guardia Nacional.
–Yo tuve muchos problemas en la comisión, porque la gente me pedía que mandara a la Guardia Nacional para algunos lugares, cuando nosotros hablábamos de desmilitarizar a las policías.
La presencia de la GN puede tener un impacto simbólico y a veces real. Pero cuando se repliega, vuelven los enfrentamientos. Tenemos 70 años de militarización de las policías, pues copian estructuras, disciplina, organización y tácticas militares, porque la GN ha tenido mucha presencia en esta labor. La militarización de las policías no funciona, pues atacar la inseguridad no tiene que ver con una guerra, sino con el debilitamiento de las redes sociales. Lo que debe hacerse es civilizar la actuación de las policías.