Hechos extraños
Por Venezuela Real - 12 de Noviembre, 2007, 18:12, Categoría: Temas Militares
Rafael Arráiz Lucca
El Nacional 12 de noviembre de 2007 El trato que le prodiga Chávez a sus adversarios no se compara con el que recibió el 4 de febrero de 1992, después de haber fracasado en su intento de Golpe de Estado, acción infinitamente más grave que muchas de las que la disidencia de hoy ha adelantado en su contra. Basta leer el libro que acaba de publicar el general retirado Fernando Ochoa Antich, Así se rindió Chávez (Los Libros de El Nacional, Caracas, 2007), para comprobar lo que digo. Les resumo tres confesiones asombrosas de Ochoa. Una vez que Chávez se rinde en La Planicie, y el Ministro de la Defensa envía al general Santeliz a buscarlo, éste lo recoge a las 8 de la mañana, pero se presenta en la sede del Ministerio de la Defensa a las 9 y 30. ¿Qué hicieron durante este tiempo el custodio y el rendido? Ah, pues el general Santeliz lo llevó hasta la Proveeduría de las Fuerzas Armadas en Catia para que se despidiera de sus soldados y luego le permitió bañarse, cambiarse de uniforme y afeitarse. Además, toleró que permaneciera armado hasta el momento en que llegó a la sede máxima del poder militar. La segunda confesión es todavía más sorprendente. Relata el autor que al regresar a su oficina cerca del mediodía del 4 de febrero, halló al detenido comandante Chávez en un salón contiguo al comedor del Ministro. Lo encontró pálido y abatido. Le preguntó acerca de qué quería hablar con él antes de rendirse, a lo que Chávez respondió que le iba a proponer entregarle el mando de la insurrección. Ochoa le respondió que al pensar en ello demostraba no conocerlo suficientemente. Acto seguido, le ordenó al general Santeliz que condujera al golpista a la DIM, pero la instrucción coincidió con la aparición en escena del mesonero, voceando que estaba servido el almuerzo. Entonces Ochoa le preguntó al fracasado golpista, por cuya acción acababan de morir treinta y cinco personas, además de la traición al juramento en la que había incurrido: “Chávez, ¿Usted almorzó?” y éste le respondió “No, mi General.” Ochoa entonces afirmó: “Lo invito, por favor acompáñenos.” Uno se pregunta: ¿Estamos ante un acto de extrema civilidad y magnanimidad o ante un episodio macondiano? En cualquier caso, Venezuela deber ser el único país del mundo donde el Ministro de la Defensa de un gobierno que ha sufrido un intento de Golpe de Estado, invita al Jefe de la conspiración a almorzar, antes de meterlo en el calabozo. Vamos con la tercera confesión. Dice Ochoa: “Siempre he creído que en la oficina del vicealmirante Daniels se organizó una mini conspiración para influir en el Alto Mando Militar y facilitar de esta manera que se permitiera la presentación de Hugo Chávez en la televisión.” Luego narra los hechos con base en diálogos telefónicos con Daniels: los insurrectos amenazan con penetrar en la pista de la Base Libertador y no creen que Chávez se haya rendido. Por lo tanto, es indispensable que éste aparezca por televisión llamando a deponer las armas. Ochoa consulta con el presidente Pérez y éste le dice: “Lo autorizo, pero antes graben el mensaje.” Ochoa transmite la orden, pero Daniels le dice que no hay tiempo para grabar, que el mensaje debe ser en vivo. Ochoa acepta, desatendiendo la instrucción de Pérez, y asumiendo la responsabilidad. Años después afirmó Fernán Altuve Febres, un personaje civil que estuvo presente en todos estos hechos, incluso como acompañante de Santeliz, que el mensaje había sido pensado y ensayado. ¿Será verdad? Nacía una carrera política y comenzaba la pesadilla de la que aún no hemos despertado. |
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