El drama de Roberto Hernández
Por Venezuela Real - 17 de Febrero, 2008, 11:12, Categoría: Corrupción
MILAGROS SOCORRO
El Nacional 17 de febrero de 2008 ¿Qué sogas invisibles aprisionan a quien señala el lodazal que lo rodea y, sin embargo, permanece en él, sentado sobre él, tamborileando hasta chispearse entero? ¿Por qué no se aparta del fango? ¿Qué lo retiene en el antro que él mismo describe? No hay duda de que estamos ante un drama. El drama de Roberto Hernández. Hace unas tres semanas, en el foro sobre el 23 de enero de 1958, organizado por el Parlamento Latinoamericano, Roberto Hernández Wohnsiedler, primer vicepresidente de la Asamblea Nacional, habló de la corrupción del Gobierno. "El pueblo lo sabe", dijo, "uno ve cómo personas que eran casi recogelatas terminan con camionetas cuyo valor es superior a los 300 millones de bolívares. Eso lo ve el pueblo". Y añadió: "El corrupto recurre al maletinazo, a depósitos en el extranjero, pero todo el mundo sabe quién es el corrupto. Hay una especie de olfato en las masas populares que los detecta". Estos graves señalamientos aluden a tres prácticas que caracterizan al gobierno de Chávez: la corrupción, la impunidad y el nombramiento en cargos de responsabilidad (y de acceso a dinero) a personas que carecen de la preparación necesaria para ello. Ésos son los recogelatas a los que alude el diputado Hernández: insolventes, en el sentido económico e intelectual, que son emplazados por la revolución o por el presidente-comandante, lo mismo da, en altos puestos y que, una vez allí, se emplean en lo único que está a su alcance: obedecer y traficar. Fueron destinados allí para eso. No menos escandaloso es que el primer vicepresidente de la Asamblea Nacional diga que la corrupción del Gobierno es percibida por el pueblo mediante "una especie de olfato"... Qué olfato. ¿A qué se refiere Roberto Hernández con este rodeo esotérico? El país está asistiendo al latrocinio del Gobierno con los ojos, los oídos, el estómago, el cuerpo enfermo, el hijo asesinado, el aula destrozada, el hospital arrasado, el futuro incierto, con la ira y con la frustración; y, desde luego, con el espectáculo de los nuevos ricos de Chávez, para cuya visión las masas populares no tienen, por cierto, que afinar ningún sexto sentido, puesto que los patanes obscenamente enriquecidos exhiben las prendas de su saqueo, ven la hora en alhajas con minuteros, reciben a la prensa en sus apartamentos de lujo, acuden a los restaurantes en sus camionetas y piden la carta con el gesto altanero de sus dedos enjoyados. El pueblo sabe que desde el Gobierno se desfalca a la Nación por los cuatro costados, pero Roberto Hernández sabe más: sabe quiénes son los ladrones, quién les franqueó la entrada al botín, dónde están, cuánto se han robado, cuántos proyectos se han dejado de hacer porque los compañeritos se cogieron los fondos. Como autoridad del segundo poder público de la República está en el deber de saberlo. Como parlamentario se encuentra en el centro de las informaciones, donde llegan todos los cuentos y donde todo se murmura. Y, una vez enterado del crimen, el diputado Hernández está en el deber de señalar al criminal, conducirlo a los tribunales y pararle las patas al delincuente. En vez de eso, Roberto Hernández se remueve en el montón de cojines donde cabecea, dice que una pandilla de recogelatas ha hecho fortunas con los recursos de la nación, y se vuelve a dormir. Más le hubiera valido seguir callado. Pero el caso es que ha reconocido ante el país que está consciente del mal que lo devora. Roberto Hernández no puede ignorar que el pueblo también comenta que la familia del Presidente destaca en el grupo de quienes han multiplicado su patrimonio partiendo de humildes haberes. En realidad, sabe mucho. Lo sabe todo. Y, sin embargo, sigue ahí. No puede zafarse de eso. Es muy tarde para él. Aún siendo un hombre honesto, como dan fe sus antiguos amigos, es rehén del gran corruptor. Además de la tragedia que implica este festín de corrupción e ineficiencia –los dos cantos de la misma moneda envenenada-, de lo que el país tendrá que pagar por haber permitido tanta desvergüenza e iniquidad, está ese drama de a locha, el que vemos representarse cada día, en cada despacho gubernamental, en cada dependencia del Estado, y es la evidencia de que aquellos que llegaron a Chávez con un capital moral han salido convertidos en recogelatas. |
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