MARIO MORONTA : «El Presidente y la oposición deben empezar a tender puentes»
Por Venezuela Real - 22 de Marzo, 2008, 10:38, Categoría: Política Nacional
REYNALDO TROMBETTA
El Nacional 22 de marzo de 2008 El obispo de San Cristóbal pide respeto a los grupos irregulares colombianos EL JERARCA CATÓLICO recuerda que "la opción preferencial de la Iglesia por los pobres no es de carácter político, no es propiedad de un sistema político, ni del socialismo ni del capitalismo", sino que es sencillamente poner en práctica el mandamiento del amor por el prójimo Monseñor Mario Moronta no desea h a bla r de política. "La reserva que tengo, te soy muy franco, es porque a uno lo identifican con una corriente y yo no soy de ninguna corriente", advierte. El obispo de San Cristóbal confirma que es amigo del Presidente de la república. Recuerda que no conocía a Hugo Chávez cuando el entonces teniente coronel planeaba ofrecerle un ministerio si triunfaba el golpe del 4-F. Y reitera que rechazó la oferta de participar en la intentona del 27-N. Moronta confiesa que tiene más de un año sin conversar con Chávez. "El que calla otorga", ha dicho el presidente, al acusar al obispo de no salirle al paso a las críticas de la Conferencia Episcopal Venezolana contra el proyecto bolivariano. Desde el estado Táchira, el prelado prefiere limitarse a llamar a la reconciliación del país. –¿Cree que es posible la “resurrección” de Venezuela, pese a las dificultades que vive el país? –Si no lo creyera estaría renunciando a mi fe. La fuerza de la resurrección de Jesús, gracias a la acción del Espíritu Santo, pero también al compromiso de los creyentes, tiene que influir en Venezuela para renovarse, para reconciliarse. – Cuando usted reza por Venezuela, ¿qué le pide a Dios? Tres cosas. Que el Señor nos dé fuerza para que se cambien las cosas que hay que cambiar, se profundicen las que hay que seguir profundizando, y echemos pa’lante. Que cada uno de los hombres y mujeres de Venezuela centremos nuestra vida en Dios y actuemos con los criterios del Evangelio. Y que nos arriesguemos a hacer de Venezuela el pedazo del reino de Dios que nos toca construir aquí. A eso se añaden peticiones más particulares, como que no haya violencia. –Como pastor de la Iglesia, ¿cómo explica usted que los venezolanos se estén matando, y qué propone para detener esto? –Una señora de una aldea, un día me decía: “Padre, ¿usted no cree que toda esa gente, por ejemplo, los que tumbaron los edificios en Nueva York, o los que secuestran o los que se dedican a matar, no tienen temor de Dios?”. Esa señora me ayudó a volver a lo central. ¿Por qué existe la violencia? ¿Por qué existe la delincuencia? Porque quienes la practican, o quienes la dejan practicar, no tienen temor de Dios. Entonces mi obligación es ayudar a que ese temor de Dios, que no es miedo sino sencillamente actuar con los criterios y la fuerza de Dios, se contagie a todos. –¿Venezuela ha perdido ese temor de Dios? –No es que Venezuela como país lo haya perdido, sino que en Venezuela mucha gente lo ha perdido, así como lo ha perdido mucha gente en el mundo. –Usted tiene ya casi 10 años como obispo en Táchira. ¿Cuáles son las necesidades más apremiantes de los hombres y mujeres de la frontera venezolana? Hace falta más carreteras, mejor organización, más hospitales. Pero todo eso se resume en dos cosas. Lo primero es la necesidad del respeto hacia la persona humana. Cuando eso se da, olvídate del secuestro, de la violencia, del sicariato, de la prostitución, de la pornografía infantil, del tráfico de niños, de la venta de órganos, del aborto, del materialismo. Porque entonces todo va a girar en torno a la persona humana. La otra gran necesidad de los tachirenses, y de toda la gente de la frontera, es que el resto del país se preocupe por nosotros. No somos lo último de Venezuela; somos donde comienza la patria. –Cuando veníamos para acá, desde Santo Domingo, el conductor nos contó que su línea de taxis paga vacuna al Ejército de Liberación Nacional de Colombia. ¿Usted, como pastor del pueblo venezolano, qué le pide a esos grupos irregulares colombianos? Que se incorporen a la vida ciudadana y que nos respeten a nosotros y a nuestras familias. Aquí hay mucha gente que tiene que pagar vacuna a los paramilitares, a los guerrilleros y a grupos del hampa común. Si todo el país se preocupara por la frontera, y hubiera una verdadera inversión social del Estado y de todos, muchas cosas cambiarían. No puede ser que en la zona del alto Apure no haya las infraestructuras necesarias de hospitales, de más y mejores escuelas, de inversión social, de fábricas, de recursos, de empleos. Y entonces, ¿eso quién lo toma? Lo toma no siempre el mejor. –En la última década se ha visto la aparición de otro fenómeno en la sociedad venezolana: la división, que ha devenido en la polarización y el extremismo. ¿Cómo se resuelve esto? –Ese no es un fenómeno nuevo. Desde hace muchos años siempre ha habido un problema de división. En documentos anteriores a los años noventa, los obispos hablaban de la brecha existente entre los que más tienen y los que menos tienen. ¿Qué es lo que ha sucedido en los últimos años? Una agudización del problema. Y entonces se ha caído en la polarización, a todos los niveles, ya no solamente en lo político. Esto lleva a extremos de descalificación, de rechazo, incluso a manifestaciones de violencia. Por eso la Iglesia habla de la reconciliación. Pero para que se dé la reconciliación es necesario que se dé el encuentro. Tenemos que descubrir qué es lo que más nos une, para empezar a ver las diferencias que nunca podemos superar. Esas diferencias nos pueden ayudar a entender que estamos en el mismo camino y entonces podemos tender puentes. Con los puentes podemos reconciliarnos y perdonarnos. Yo siento que en este momento eso es muy cuesta arriba en Venezuela, porque hay gente que no quiere el encuentro. –¿Por qué? –Porque están encerrados en sí mismos. Porque tienen quizás motivos muy serios, de haberse sentido ofendidos, vejados. Porque tienen posturas cerradas… Porque, en el fondo, no hay temor de Dios. –¿Usted se considera una víctima de esa polarización? El año pasado, por llamar a discutir el “socialismo del Siglo XXI” en una carta pastoral, usted fue acusado de chavista y de gobiernero… –Eso no significaba que yo fuera de un partido ni de otro. Yo del único partido del cual no me arrepiento de ser es del Magallanes. Cuántas veces yo no he ido a un juego de Caracas y Magallanes, y nos echamos bromas, y a veces hasta bromas pesadas, pero sale uno del juego y no pasa nada. Lo mismo debería suceder en el campo político. El Presidente y los dirigentes de la oposición deben darnos el ejemplo de empezar a tender a esos puentes, de facilitar el encuentro. Aquí no se trata de ver quién gana, porque el único que debe ganar es el pueblo. Ahora, ¿sentirme víctima? Todos los venezolanos somos víctimas de la polarización. Pero resulta que yo soy el pastor de todos. Yo voy por el estado Táchira y me encuentro con los alcaldes de todas las tendencias, con el gobernador, y no renuncio a mi tarea de pastor. Si hay que decirles algo, se les dice. –Pareciera que, desde su óptica, el “socialismo del Siglo XXI” tenía puntos de coincidencia con la doctrina social de la Iglesia. ¿Lamenta que haya sido rechazada esa propuesta en el referéndum del 2-D? –Cuando yo hice la carta pastoral sobre el tema, lo que planteaba eran los elementos en los cuales la Iglesia no claudicará, ni frente al marxismo ni frente al capitalismo. El Papa ha dicho que la opción preferencial de la Iglesia por los pobres no es de carácter político, no es propiedad de un sistema político ni del socialismo ni del capitalismo. La opción preferencial por los pobres es sencillamente poner en práctica el mandamiento del amor por el prójimo. No significa que hay que ser paternalista. No hay que pensar que todo lo que hacen los pobres es bueno, ni que todo lo que hagan los ricos sea malo. "No hay que pensar que todo lo que hacen los pobres es bueno, ni que todo lo que hagan los ricos sea malo" |
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