Gloria Perdomo: "Hay que parar la fábrica de la delincuencia"
Por Venezuela Real - 30 de Marzo, 2008, 16:42, Categoría: Seguridad/Inseguridad
El Nacional
30 de marzo de 2008 Gloria Perdomo, directora de la Fundación Luz y Vida de Petare, afirma que el acceso a la educación para los niños y la orientación a las madres son vitales para atacar las causas que originan el desborde del hampa La calle principal del barrio Antonio José de Sucre, en Petare, luce demasiado estrecha para que transiten los autos. Gloria Perdomo la recorre frecuentemente en su carro, que está un poco desvencijado y le falta la guantera. También lo hace en el barrio 24 de Marzo, de la misma parroquia del este capitalino. Avanza por esa calle-pasillo, aunque de frente viene una camioneta y, obviamente, ambos no cabrán en la calzada. Aparta a un lado el vehículo con una agilidad impresionante, y pasa casi rozando al otro carro. Está acostumbrada a hacerlo. Un vecino se acerca a saludarla y le cuenta que quedó desempleado. Más adelante, se detiene a hablar con una anciana. En la dirección de la Fundación Luz y Vida, Perdomo –educadora, doctora en Ciencias Sociales y ex directora de Gestión Pragmática del Instituto Nacional del Menor– ha conocido profundamente los barrios de Petare y su gente, con sus necesidades y fortalezas. La organización maneja una defensoría de derechos del niño y despliega una red de multihogares para pequeños en edad preescolar y aulas para niños no escolarizados. Considera que el crimen es uno de los problemas más importantes que deberá superar ese territorio, que alberga a casi 2 millones de habitantes en 2.000 barrios. "La violencia ha sido para estas comunidades un aprendizaje cotidiano y contundente. Muchos niños crecen en medio de la `normalidad’ de que sus padres o tíos sean pistoleros o delincuentes. Hay que parar la fábrica de la delincuencia porque esos niños reproducirán el ejemplo", advierte. –¿Cómo afectan a las familias la violencia y la inseguridad? –El miedo permea buena parte de la vida. Aquí escuchamos a mamás que por miedo a que el muchacho salga a la calle o llegue tarde, tienen un comportamiento muy autoritario, violento, relacionado con la angustia y la ansiedad. Es explosivo, altera la comunicación entre padres e hijos, en particular en las madres. –¿Cuál es el impacto en la vida de niños y adolescentes? –Pareciera que la gente cree que los niños pueden presenciar escenas de violencia sin darse cuenta de lo que está pasando. Me refiero a todo tipo de violencia, desde tiroteos hasta cadáveres, porque cuando hay muertos la gente sale a verlos. Se piensa que no tiene impacto en el desarrollo emocional de los muchachos, pero ellos nos han enseñado lo contrario. Hablan del miedo a encontrarse con un malandro o que a su mamá le pase algo. Cuando hay tiroteos, se angustian pensando que su papá o su tío están afuera. Una criatura reiteradamente expuesta a estas situaciones crece con una ansiedad que deja huellas en su vida. Los hace inseguros y no les permite aprender. –En la experiencia de Luz y Vida, ¿cuán frecuente es que haya familias en las que ha muerto un miembro por causa de la violencia? –Es muy frecuente la gente que viene con duelos porque le mataron al hijo o al marido. También llegan con miedo porque alguien los amenazó, porque en la comunidad mataron a alguien cercano o están persiguiendo a un familiar. –¿Cuál es el papel de la mujer en esas familias que quedan desmembradas? –Hay un tema cultural, la mujer siempre ha estado al frente. Como en las sociedades guerreras, ella queda al cuidado de los niños y los hombres, a la guerra. Estamos en el mismo perfil primitivo. Se sigue quedando sola la mujer jefa de hogar, responsable de la manutención, formación y protección de los niñitos, sin mayores apoyos. La mamá tiene que salir a trabajar y esos pequeños se quedan solos en la calle cuando salen de la escuela. Haría falta un programa de apoyo comunitario, social y educativo. En este país deberíamos tener dinero para mantener a los niños en la escuela a tiempo completo. –¿Cómo evalúa las respuestas del Estado para atender a las víctimas de la violencia? –No se ha trabajado en esto. El Estado entiende que eso se le pasa a la gente, que se curan ellos mismos. No podemos esperar que a la gente le caiga la locha y busque ayuda. No nos debe causar sorpresa que tengamos personas captadas por la delincuencia porque ella llegó para recibir a niños que la escuela no estaba integrando. –¿Qué soluciones podría brindársele a las familias expuestas a la violencia? –Hay que tener un refugio, en particular para mujeres y niños. Si mataron al papá y la familia se queda en el barrio, los hermanos, los primos o los sobrinos serán los próximos. O al revés, cuando tienes un familiar que tuvo "culebra" con alguien, seguramente puedes ser víctima. Son familias que necesitan huir. Esa retirada tiene el mismo perfil que un conflicto armado. Es el refugio de víctimas de nuestra guerra, que no es entre fuerzas políticas, sino entre bandas armadas. –Si están tan expuestos a la violencia, ¿cuál sería el camino para que esos niños no entren también en ese círculo? –Lo más importante es escucharlos, hablarles, respetarlos como personas. Siento que buena parte de la violencia tiene que ver con personas que crecieron sin ser atendidas ni escuchadas por los otros. En particular, en un mundo de privaciones y de exclusión brutales. El niño siente desde muy pequeño que la única manera de afirmarse y tener un lugar es imponerse por la fuerza. Entonces, hay que hacer un trabajo a contracorriente para premiar la convivencia adecuada. –¿En qué consistiría ese trabajo a contracorriente? –En los detalles cotidianos que den relevancia a los actos de respeto. Si hay madres jefas de hogar desempleadas, que están teniendo niños en cantidades, las instituciones deberían tener recursos para evitar que esos niños que están creciendo caigan en las manos del hampa. Si la familia no está capacitada, debe haber un Estado que les asegure protección. Si cada barrio controla las situaciones de pobreza extrema, está invirtiendo en la calidad de su futuro en 10 o 12 años. Si no permites que los niños pasen hambre o crezcan viendo a los delincuentes preparar sus fechorías, estás parando la fábrica de la violencia delincuencial. |
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