Del 11-A al 2-D
Por Venezuela Real - 14 de Abril, 2008, 18:55, Categoría: Política Nacional
ARMANDO DURÁN
El Nacional 14 de abril de 2008 Según la versión oficial de la historia, el 11 de abril de 2002 se produjo un "golpe mediático", un acto de "terrorismo real". El pasado jueves, Hugo Chávez fue más preciso al describirlo. Aquel día, el imperio utilizó a la oligarquía, los viejos partidos de la Cuarta República, los viejos sindicatos, la cúpula empresarial, generales y almirantes traidores y toda la fuerza económica, todas las televisoras privadas para acabar con la revolución bolivariana, pero "se fracturó la muñeca porque chocó con la piedra dura que es el pueblo venezolano". Por supuesto, nada más alejado de la verdad. Al margen de que el gobierno de Estados Unidos, Pedro Carmona, ciertos factores del sector empresarial y algunos oficiales superiores de la FAN trataron de pescar el 12 de abril en las revueltas aguas políticas venezolanas, la verdad verdadera es que aquel jueves inesperado de abril más de medio millón de venezolanos, la más grande y heterogénea masa humana jamás movilizada en Venezuela, sin otro estímulo que su deseo de vivir en libertad y resueltos a impedir que los decretos leyes de la Habilitante y la destrucción de Petróleos de Venezuela fueran los primeros y decisivos pasos de Chávez para poner en marcha su proyecto de conquistar el poder total, se encaminaron a Miraflores para exigir pacíficamente la renuncia presidencial. Hoy, viernes 11 de abril de 2008, a media mañana, mientras escribo estas líneas, partidarios del chavismo, convocados por la directiva de la roja, rojita y patética Asamblea Nacional, comienzan a reunirse en Puerto Llaguno, escenario emblemático de la infamia de aquel día, para escuchar las palabras del general Jorge Luis García Carneiro, tribuno designado para conmemorar con su discurso el sexto aniversario del día que Chávez, infructuosamente, ha querido convertir en el equivalente criollo de la invasión de Bahía de Cochinos. Tremenda farsa. Lo cierto es que ante la represión brutal de los manifestantes, acordada el 7 de abril en Miraflores, el Alto Mando Militar, encabezado por el general en jefe Lucas Rincón Romero, le pidió a Chávez la renuncia. Que tras ese pronunciamiento, Chávez, en lugar de resistir, como le exhortaron José Vicente Rangel y Freddy Bernal, prefirió negociar su renuncia y rendirse sin disparar un tiro. Que gracias a las torpezas de militares y civiles alzados en Fuerte Tiuna, Carmona llegó a la Presidencia provisional de la República, y horas más tarde, no por la revuelta de 6 millones de venezolanos que nunca se produjo fuera de la imaginación de Chávez, sino por la infeliz visión antidemocrática del poder que exhibió Carmona al jurar ante sí mismo el cargo, perdió la Presidencia en el instante de asumirla. Sin la menor duda, la contrarrevolución había fracaso. Pero ese día, esa sí fue una victoria pírrica, el delirante sueño revolucionario de Chávez también, sin la menor duda, se deshizo en jirones. Si bien la madrugada del 14 de abril Chávez fue restaurado en el poder mediante una operación militar organizada desde Maracay por el general Raúl Baduel y secundada en Caracas por el batallón de Miraflores, en lugar de aprovechar la oportunidad que le brindaba la ocasión para profundizar el proceso, tal como hizo Fidel Castro a raíz de Bahía de Cochinos, le pidió perdón al país por los errores cometidos, repuso en sus cargos a los gerentes de Petróleos de Venezuela destituidos el 7 de abril a golpes de silbato en el curso de su programa Aló, Presidente, se comprometió a rectificar la orientación de su gobierno y, crucifijo de pecador arrepentido en las manos, convocó a sus adversarios a entablar un diálogo que hiciera posible una auténtica reconciliación nacional. ¿Triunfo o derrota? Desde ese día, Chávez tuvo que calarse la molestia de sortear innumerables obstáculos. Revocatorio, elecciones por aquí y por allá, algunos avances, muchos retrocesos, rodeos y más rodeos, paciencia y más paciencia, hasta llegar al fin a la reelección legitimadora de 2006, antesala de lo que sería su gran aporte a la historia universal del socialismo: implantar el comunismo por la vía electoral. El resultado ya lo sabemos. La derrota del 2-D fue en verdad su segundo 11-A. Una nueva capitulación que ahora obliga a Chávez a proseguir su búsqueda del poder total apoyándose exclusivamente en el poderío militar, sin capacidad de seguir esgrimiendo la coartada retórica del socialismo para amortiguar el impacto del disparate. Este y no otro es el verdadero sentido actual del espíritu del 11 de abril. |
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