Ángeles caídos
Por Venezuela Real - 17 de Abril, 2008, 12:01, Categoría: Política Nacional
COLETTE CAPRILES
El Nacional 17 de abril de 2008 " Aquí manda La Piedrita y el Gobierno obedece". No hay mejor imagen que esa para describir radiológicamente las circunstancias actuales del país. Se puede leer como el grito de autonomía de los clásicos grupúsculos que florecen a la sombra del discurso revolucionario (siempre dividiéndose, como tomados por una pulsión entrópica), pero más adentro, más en lo profundo, lo que muestra esa pancarta es el naufragio de la política, el desmoronamiento del lenguaje básico del poder público, ridiculizado y empequeñecido por unas gavillas que enarbolan sus armas como argumentos. El Presidente tal vez hasta se felicite al ver cómo le salen esos aliados en su lucha contra las instituciones y, especialmente, contra sus propias instituciones. El objetivo estratégico del Gobierno parece ser, en efecto, garantizarle al Presidente el más absoluto control de los resortes de la vida nacional y destruir, para ello, los lugares de poder alternativo que toda institucionalidad republicana supone. El domingo pasado, el Presidente se exaspera por televisión frente a la ineficiencia de su postrada Asamblea Nacional para sacarle una ley que pondrá más real en sus manos: hacerlo en público no tiene otro fin que mostrar a la audiencia cómo él se ocupa personalmente de la gestión gubernamental y distribuye las culpas a las que haya lugar entre los obsecuentes diputados. La misma voz tonante maneja las piezas en su partido para impedirle cualquier desviación. Los ministros se parecen cada vez más a muchachos de mandado, mensajeros desorientados, humillados y balbuceantes. De lo que se trata, como se ha dicho tanto, es de acabar con la política estrangulándola con la renta petrolera y la mano peluda estatizadora. De nuevo nos encontramos con una paradoja: la peste de la estatización no se le alojó al hombre porque de pronto tuviese una iluminación doctrinaria, sino porque se le hace necesaria para mantener el control de la sociedad a través de la impotentización de la política. La política será carnaval y papelillo porque esas gobernaciones y alcaldías que el Gobierno va a perder en noviembre serán meramente decorativas frente a la asfixia que el Presidente (y su cómplice, la "burguesía nacional", eufemismo con el que justifica ante la izquierda su alianza con los empresarios más depredadores) puede imponerle a la economía y a los circuitos de distribución de bienes sociales. Este experimento es cada vez más temible por ello: porque no se trata de socialismo a la cubana o la china o a la soviética, sino a la venezolana: capitalismo de Estado rentista y oligárquico (si quieren lo llamamos modelo "cero"), cuyo único canal de decisión y distribución es el Presidente, es decir, en el cual el poder político es despótico y unipersonal. Se conserva el pluralismo político pero se le vacía de eficacia (así como se mantiene la libertad de expresión pero se condicionan sus contenidos). Visto de cerca, es más bien un modelo opuesto al cubano, el cual se dirige a un incipiente pluralismo económico mientras endurece su monocracia. Pero esa muerte de la política o de las formas republicanas es, al mismo tiempo y tal como lo exhibe impúdicamente La Piedrita, una aniquilación del Estado y de su capacidad gestionaria. La concentración de poder tiene un costo monstruoso que en definitiva se traducirá en una privatización oligárquica, es decir, corrupta del quehacer económico y de la vida social. Muchos de los que votaron por Chávez en 2006 lo hicieron bajo la esperanza de la normalización de la política, es decir, de contribuir a estabilizarla o sistematizarla (y hacerla por tanto menos ardiente, menos atribulada), y no precisamente porque se hubieran contagiado de entusiasmo nacional y socialista. La parranda estatizadora y la protección a la oligarquía bolivariana con las que el Presidente pretende cercar el terreno electoral intentan recuperar su porción de votantes, pero por ahora sólo logra hacer crecer a los decepcionados y tener como interlocutores a unos encapuchados. |
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