La Carlota en dos maneras

Por Venezuela Real - 20 de Abril, 2008, 10:56, Categoría: Política Nacional

TULIO HERNÁNDEZ
El Nacional
20 de abril de 2008

El conflicto actual sobre el destino del aeropuerto de La Carlota en Caracas no es sólo un debate urbanístico.

Es también la confrontación entre dos maneras distintas de entender y practicar la democracia, el gobierno y la administración de la ciudad.

Una, la que guía a la Alcaldía Metropolitana cuando delega sus responsabilidades en el gobierno central para que, sin consulta con los ciudadanos en los términos establecidos en las ordenanzas vigentes, desarrolle un programa inmobiliario.

Y, a contracorriente, la que expresa el núcleo de asociaciones de vecinos, profesionales e instituciones académicas que se oponen al proyecto en la creencia firme de que, dada la magnitud e importancia estratégica de La Carlota, y en función de que el lugar tiene la asignación legal de Parque Público, establecida en la Ordenanza de Zonificación del Distrito Sucre de 1959, las decisiones sobre sus destino no deben ser tomadas a capricho de un Presidente o un grupo de funcionarios, sino que deben ser el resultado de una amplia consulta popular.

Se trata de dos modelos opuestos. El desarrollado por el presidente Chávez que refuerza sin tapujos el presidencialismo, la concentración de poder, la eliminación de autonomías y el debilitamiento de los gobiernos locales, de una parte.

Y, de la otra, el que promueven sus críticos y opositores democráticos que apunta a la recuperación y profundización del espíritu que inspiró la Ley de Descentralización y Transferencia de Competencias aprobada en 1989, orientada precisamente a la desconcentración de poder y a la disminución del presidencialismo que ha sido una constante en la administración pública venezolana y en el presente ha llegado a su hipertrofia mayor.

Los modelos centralistas, más aún si son populistas en extremo, al anteponer a cualquier otro razonamiento sus obsesiones ideológicas y sus intereses clientelares, no miden el impacto futuro de sus acciones corriendo el riesgo de tomar decisiones sin atender los alertas que la experticia, en este caso urbanístico, advierte con claridad.

Al margen de los puntos de vista diferentes entre los que se oponen al proyecto oficial, hay acuerdos básicos. Punto uno, de libro primario: que en un sitio de dominio público con las dimensiones y la estratégica ubicación de La Carlota, no se pueden realizar intervenciones parciales sin que se elabore previamente un plan urbano ambiental del área y sus adyacencias. Punto dos, cada vez más obvio para quienes piensan el espacio urbano: que un Plan Especial para un espacio como este sólo puede hacerse atendiendo a las exigencias, estrategias y definiciones de largo plazo enmarcado en un Plan Rector de nivel metropolitano, en el presente inexistente, y cada vez más necesario. Y, punto tres, que lo recomendable, ya que ninguno de estos pasos se ha cumplido es paralizar las obras en desarrollo mediante un decreto que además ratifique la desmilitarización del espacio y confirme el dominio público; llamar a una consulta ciudadana sobre su uso futuro y, una vez aprobado el uso, convocar a un concurso público de proyectos realizado con el máximo de profesionalismo, transparencia y elevados patrones de calidad.

Personalmente me adhiero a la postura de quienes, incluyendo conocidos arquitectos seguidores del presidente Chávez, postulan que el mejor uso de La Carlota sería el de un parque que ayude a incrementar el restringido espacio de área verde en la ciudad (0,92 metros cuadrados por habitante, mientras los estándares internacionales recomiendan entre 10 y 15 metros) e integre en su seno construcciones para otros usos lúdicos y recreativos, incluyendo el espacio peatonal que ayude a integrar los fragmentos de ciudad que actualmente el Guaire y el propio aeropuerto separan.

Es cierto que en la ciudad existe un gran déficit de vivienda, según la cifras oficiales por el orden de las 350.000 unidades, pero sin que exista un plan integral que ataque el problema no se puede aupar una política de rapiña cuya metodología ramplona consiste en resolver el problema ocupando con edificios cuanto espacio abierto y verde subsista en la ciudad. En las mejores ciudades del mundo, incluidas algunas del extinto campo socialista –Moscú, Pekín, Hanoi, Berlín– se resolvieron los problemas de la vivienda sin sacrificar los espacios libres. Si seguimos como vamos, muy pronto veremos ocupados por invasores o autoridades del gobierno central el Zoológico de Caricuao, el parque del Oeste o el del Este y cuidado si El Ávila también ¿Aprenderemos?
 
 





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