Primero de mayo - Anuncios tristes
Por Venezuela Real - 2 de Mayo, 2008, 13:32, Categoría: Dimensión Social
El Editorial
El Nacional 02 de mayo de 2008 No pocas veces hemos pasado en Venezuela por esta lamentable situación, que tiende a repetirse sin fin: el anuncio por parte del Presidente de la República de un aumento de sueldos y salarios con ocasión de las marchas de las centrales sindicales cada primero de mayo. El hecho de que se le haya puesto fecha anual, con sitio oficial y máximo vocero ejecutivo a una reivindicación económica para los obreros que, en sano juicio, debería corresponder a una lucha vigorosa de los sindicatos, sólo nos indica el rotundo personalismo que caracteriza a este régimen. A esta puesta en escena del primero de mayo no falta ningún actor: ni las vapuleadas huestes sindicales creadas a su justa y militar medida por los bolivarianos, ni la Central de Trabajadores de Venezuela, la histórica CTV, que prolonga su existencia en esta quinta república sin cambiar sus métodos de lucha. Y en el centro del escenario siempre aparece el San Nicolás de Miraflores, anunciando cuánto trae en su bolso rojo rojito. "Mis queridos niños les traigo su esperado aguinaldo de esta fecha. ¿Adivinen a cuánto asciende este año el aumento? Pues a 30 por ciento...". De inmediato una parte de los convidados a marchar se siente halagado por la generosidad de nuestro Presidente, y otro sector pasa a cuestionar el monto de lo anunciado, pues, según ellos, el ajuste salarial no se corresponde con el alza de la inflación que azota a Venezuela. No vale la pena analizar quién tiene la razón en esta polémica porque lo esencial en este caso es preguntarse ¿por qué los movimientos obreros del país, tanto los bolivarianos como los de oposición, han aceptado que desde Miraflores se les dicte un aumento de salario en el momento, monto y punto en que el Ejecutivo lo decide? Lo lógico es que los trabajadores discutan en asambleas por rama de industria la situación económica del país, examinen las cifras que rigen para sus diferentes actividades y analicen, incluso, los lugares geográficos donde desarrollan sus labores, así como los peligros adicionales que corren en áreas específicas, tomando en cuenta lo estratégico de su labor. Pero nada de eso ocurre, y se va año tras año tirando de la cobija, a ver si arropa a todos por igual, pero nadie queda satisfecho. Esa insatisfacción es el producto de haber depositado en las manos del Presidente de la República y de los grupos de presión que giran a su alrededor, un acto tan absolutamente exclusivo de los sindicatos y de sus centrales como calcular el valor del trabajo a escala nacional. Jamás ni nunca el jefe del Estado debe funcionar como tasador oficial de lo que constituye esa contradicción dinámica y esencial que existe a diario entre patrono y trabajador. Vale la pena recordar, de paso, que el salario no constituye por sí sólo la única reivindicación en la agenda de los trabajadores. Tal como lo norma la vigente Ley del Trabajo, las relaciones entre patronos y trabajadores son más complejas y van más allá de una reivindicación estrictamente economicista. |
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