No, pero sí, hasta que yo quiera
Por Venezuela Real - 2 de Junio, 2008, 12:07, Categoría: Imagen gobierno / Chávez
ARMANDO DURÁN
El Nacional 02 de junio de 2008 Hugo Chávez tiene razones de mucho peso para sentirse acorralado. Durante las últimas semanas, los más infames contratiempos han pasado a ser su pan de todos los días. El PSUV, todavía escueto y pobretón proyecto de partido político, carcomido por la corrupción y el individualismo, se desmorona, como un castillo de arena cualquier tarde de tormenta. La computadora de Raúl Reyes no deja de arrojar informaciones sobre las andanzas menos edificantes de Chávez, incluso lanza sombras de duda en una materia tan delicada como la soberanía nacional. La muerte de Marulanda por un lado y el ya famoso espectáculo televisivo de Timoleón por el otro, agudizan su aislamiento internacional. Entretanto, los rigores neoliberales de su política económica reducen a la mitad el crecimiento del año pasado, pero no consiguen desacelerar en absoluto el ritmo frenético y al parecer irremediable de la inflación. Como si esto fuera poco, y a pesar del ridículo argumento de su ministro del Interior sobre el imprevisto incremento de accidentes y suicidios para justificar, ¡por favor, ministro!, el aumento de muertes violentas en Venezuela, lo cierto es que el hampa ha venido adueñándose impunemente de nuestras ciudades, hasta el extremo de que aventurarse a salir a la esquina de la casa acarrea cada día riesgos mayores. Por supuesto, las protestas ciudadanas se multiplican y paralizan el país, y el descontento crece en los cuarteles. En medio de esta encrucijada de callejones sin salida, los vientos que soplan desde los cuatro puntos cardinales traen augurios terribles. Heinz Dieterich asume hoy el nigromántico papel de prevenir a Chávez sobre los peligros que se avecinan. Este es el cuadro desolador de la revolución socialista de Venezuela, muy claramente venida a menos desde hace un año, cuando Chávez por fin cumplió su promesa de sacar del aire la señal de RCTV. La consecuencia principal de aquel disparate se produjo pocos meses después, cuando su delirante proyecto de reforma de la Constitución fue rechazado en las urnas del referéndum por una mayoría que el sumiso Consejo Nacional Electoral se ha encargado celosamente de silenciar. Un silencio tan oportuno que le permitió a Chávez anunciarle a sus partidarios, hace pocos días, que más allá del pataleo de algunos venezolanos la revolución había llegado para quedarse y que él no abandonaría la Presidencia, cuando menos, hasta el año 2021. El pasado jueves, desde Puerto la Cruz, fue más lejos aún en su desmesura. El rotundo No de los venezolanos el 2-D, eso dijo así como así, carece de significado, porque un año antes la mayoría de la población había expresado su respaldo al futuro socialista a la cubana de Venezuela con los votos de su reelección. Y aquella votación, recalcó, es la que realmente cuenta. El sofisma es grosero. En realidad, ni siquiera llega a sofisma. Puro caradurismo. Las elecciones constituyen un procedimiento democrático inapelable, pero ojo, sólo cuando me benefician a mí. Una elección anterior, aunque haya sido con otros fines, vale más que una más reciente y de signo diferente. De modo que si yo he dicho que aquí me quedo, pues nada, camaradas, aquí me quedo. Y a quien no le guste y le pique, que se rasque. Este auténtico arrebatón presidencial a la tradición democrática de Venezuela, proceso que hemos sufrido todos desde que Francisco Carrasquero anunció la victoria de Chávez aquel 15 de agosto, tendrá su desenlace el próximo 23 de noviembre, día en que según todas las encuestas, incluyendo las del régimen, la geografía política del país debería sufrir un vuelco decisivo. Un arrebatón programado para desconocer ese día la voluntad popular gracias a los nuevos mecanismos de inteligencia y contrainteligencia que Chávez acaba de promulgar sin que un solo opositor haya alzado su voz de protesta y naturalmente gracias al armamento que los dólares del petróleo han colocado en manos de las Fuerzas Armadas paralelas, organizadas con implacable paciencia por asesores militares cubanos Este es el auténtico sentido de las elecciones regionales de noviembre. Ser, más allá de la simple reconquista de espacios perdidos en gobernaciones y alcaldías, un punto de quiebre en la historia política del país, muy similar al representado por las elecciones municipales españolas de 1931, a partir del cual Venezuela, como hizo España entonces, se enfrentará con su futuro, aún incierto pero en cualquier caso definitivo. ¿Democracia o dictadura? He ahí, dijo Hamlet, la cuestión. Eso es todo. |
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