Vidas detrás de las cifras
Por Venezuela Real - 3 de Junio, 2008, 12:18, Categoría: Seguridad/Inseguridad
ANDRÉS CAÑIZÁLEZ
El Nacional 03 de junio de 2008 Desde 1989, cuando vivimos los sucesos del Caracazo, la cuestión de la inseguridad y la violencia urbana han experimentado un crecimiento continuo. En casi dos décadas en el país, pero especialmente en Caracas, no sólo aumentaron los delitos sino que creció de forma significativa una violencia desmedida. La desproporción se reflejaba hace algunos años cotidianamente en los barrios capitalinos: lucir un par de zapatos de marca significaba para muchos adolescentes un ticket hacia la muerte. En estos días las motos ocupan un lugar predominante: si se pone en peligro el asalto, entonces la vida no vale nada. Hemos tenido ante el tema de la inseguridad, y la violencia, políticas gubernamentales reactivas y espasmódicas, y no es un asunto que revele únicamente la ineficiencia del proyecto bolivariano. Antes tampoco hubo respuestas coherentes. Durante los últimos meses ha resurgido una vieja práctica gubernamental (de antes y de ahora) de hacernos creer que el problema se remite a unas cifras. Posiblemente los medios hayan contribuido a ello. El reporte de los sucesos de fin de semana se convirtió en una especie de boletín con el estado de guerra. En la cotidiana pérdida de vidas humanas en Venezuela el asunto no es una guerra de cifras, ni hay una solución porque haya un descenso puntual de las cifras entre una semana y otra, como lo quiere hacer ver el Ministerio del Interior y Justicia. Por otro lado, la sociedad venezolana en estas dos décadas se ha ido insensibilizando ante el problema. Es ese posiblemente el mayor problema en relación con la inseguridad: la desmovilización e indiferencia ciudadana, ese sálvese quien pueda que se ha hecho moneda corriente en tantos ámbitos de nuestra vida. Las historias de dolor que se van tejiendo en nuestro país, producto de los asesinatos, son una pesada carga para las generaciones que no sólo están naciendo en medio de los tiroteos y muertes, sino que en muchos casos dicha violencia les hace víctimas aun antes de que tengan uso de razón. El pasado 27 de mayo las páginas de El Nacional recogían sucesos que nos ayudan a reflejar este problema de fondo. Rosángela Olivo, de 19 años de edad, fue asesinada frente a sus tres hijos. Los niños tienen 1, 4 y 5 años, respectivamente. Según el testimonio de la abuela, el hecho ocurrió el domingo 25 a las 5:00 de la tarde en la puerta de la casa donde vive la familia. Lo último que pudo hacer Rosángela fue colocar en el piso a su hijo menor, antes de recibir múltiples disparos que le quitaron la vida en el acto. Este hecho, como muchos tantos, se relaciona con alguna venganza, que termina alimentando un interminable hilo de odio, dolor y más violencia. Ese mismo día, se relataba la muerte de otra joven de 19 años de edad. Grecia Pérez quedó atrapada, tambiénel domingo, en la línea de fuego de dos bandas. Murió de un tiro en el cuello. Tenía dos meses de embarazada. Con pocas horas de diferencia, Marcos Alvarado, de 22 años, era asesinado cuando salía de su casa. Su hijo, con apenas 1 mes de nacido, no tendrá ninguna vivencia con su padre, mecánico, que pocos días antes había impedido que lo asaltaran. Tal acción le costaría la vida. El Ministerio del Interior y Justicia informó que ese fin de semana bajaron las cifras de muertes en Caracas. Pero difícilmente eso pueda ser un éxito cuando se pasea la vista por estas historias, cuando la mirada se detiene en cada una de las víctimas y comprende que es una vida humana, generalmente muy joven y lo peor, que deja una pesada carga de dolor en el seno de cada familia. |
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