Un desastre de gobierno

Por Venezuela Real - 9 de Junio, 2008, 12:23, Categoría: Imagen gobierno / Chávez

ARMANDO DURÁN
El Nacionanl
09 de junio de 2008

El pasado jueves, en rueda de prensa conjunta, el ministro de Infraestructura, Isidro Rondón, y el de Industrias Ligeras y Comercio, William Contreras, le anunciaron al país que acababan de dejar sin efecto el disparate que significó rebajar, mediante un decreto que no consultaron con nadie, el precio de los pasajes de las rutas interurbanas y suburbanas. De 1,20 bolívares fuertes a 0,80. Lo peor del caso es que esa no era la intención del Gobierno. Lo que se pretendía era todo lo contrario. Sólo que en lugar de basar sus cálculos en el precio actual de esos pasajes, los basaron en los precios correspondientes al año 2006. Naturalmente, la grotesca situación creada por el Gobierno terminó en mueca.

Según Contreras, todo fue culpa de ese "rezago" involuntario a la hora de sacar las cuentas. Según se justificó Rondón, los ojos casi en blanco y una sonrisa sesgada, "errar es de humanos." Este hacer lo opuesto a lo que se proponían hacer, suerte de dislexia político-administrativa que estuvo a punto de provocar nada más y nada menos que una devastadora huelga general del transporte sin la intervención malvada del imperio y de los medios de comunicación, no ha sido una excepción. Más bien ilustra la naturaleza real de la gestión presidencial de Hugo Chávez, quien, a todas luces, cegado por su propia retórica, no acaba de entender que una cosa es ser y algo muy distinto parecer. Él, por ejemplo, parece socialista, pero no lo es. Sus ministros parecen (o más bien pretenden parecer) ministros, pero en realidad no lo son. El objetivo de Chávez parece ser la implantación en Venezuela de un régimen socialista a la cubana, pero su aspiración se limita a querer imponerle a los venezolanos un régimen despótico, con él a la cabeza, por supuesto, como Presidente vitalicio. La crisis actual parece ser efecto directo del radical proyecto ideológico de Chávez, pero apenas es patética prueba de que, al margen de las ideologías, el Gobierno sencillamente no sirve para nada. Dentro de la dinámica de esta angustiosa ceremonia de la confusión, muchos dirigentes de la oposición parecen ser opositores, pero lo cierto es que tampoco son lo que parecen.

En el resto del mundo, sin embargo, la realidad es muy otra. En China, por ejemplo, se inauguró hace pocos días el puente más largo del mundo sobre el mar, 36 kilómetros de longitud, que cruza la bahía de Hangzhou, en el sureste del país. ¿Tiempo que se requirió para su construcción? Menos de 5 años, de los cuales deben descontarse los 180 días que no se trabajó debido a los 19 tifones que azotaron la región entre 2003 y 2008. Muy turbadora comparación de que en Venezuela somos diferentes.

Que mientras allá fuera las cosas son, aquí sólo parecen ser. La maravilla tecnológica y gerencial del puente chino, frente a la reposición del caído viaducto número uno de la autopista Caracas-La Guaira, calificada por Chávez de "proeza" casi épica. Tanto, que nombró vicepresidente de la República a su ministro de Infraestructura de entonces.

Nada tiene de raro, pues, que a uno lo abrume la dramática sensación de pertenecer cada día menos al mundo. Una intuición que se hace mucho más espeluznante si tomamos en cuenta el último libro de Jeffrey Sachs, Economía para un planeta abarrotado, publicado en España por la editorial Debate, en cuyas páginas el célebre economista se plantea, entre otras necesidades a resolver a corto plazo, la urgencia de eliminar de la faz de la Tierra la pobreza extrema y darle de comer a miles de millones de personas sin acabar en el intento con el medio ambiente.

El desafío venezolano también es inmenso. Afrontar la miseria física y espiritual que padecen millones de venezolanos, pero afrontarla de verdad, sin retórica ni simulaciones, sin ese luchar por todos los medios y en nombre de Bolívar contra la pobreza, sin tanta ridícula solemnidad patriotera tan desprovista de patriotismo, y, ¡por favor!, sin que Chávez se sienta en la obligación de refundar la República cada día.

Mucho me temo, sin embargo, que las angustias de los ciudadanos que cada día se expresan en un único y rabioso clamor de protesta a lo largo y ancho de la geografía nacional, no encontrarán respuesta a sus problemas en disparates como el decreto sobre el precio de los pasajes. Más allá de lo que se pretenda parecer, la verdad se hace cada día más transparente: Chávez no sabe qué hacer con Venezuela y a medida que pasan los días, más se nos escapa Venezuela de las manos.

¡Qué desastre de gobierno, hermanos!





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