Edipo endógeno

Por Venezuela Real - 22 de Junio, 2008, 11:40, Categoría: Imagen gobierno / Chávez

MILAGROS SOCORRO
El Nacional
22 de junio de 2008

Cada jerarca del Gobierno tiene su idea acerca de dónde se agazapan los malandros. La sociedad se siente acosada por el hampa. No debe haber un solo ciudadano en Venezuela que no haya sido alcanzado de alguna manera por la delincuencia. Nadie se considera a salvo de sus zarpazos. El país reclama a gritos una respuesta a esta aterradora epidemia. Y en acatamiento a esa demanda, los altos funcionarios del régimen se han puesto en movimiento para encontrar a los criminales.

Tal como hizo Edipo, el mítico rey de Tebas, cuando el pueblo vino a suplicarle que pusiera fin a la peste que azotaba la ciudad y diezmaba su población. "La ciudad –dice el texto de Sófocles– está demasiado agitada y no es capaz de levantar la cabeza de las profundidades por la sangrienta sacudida. Se debilita en las plantas fructíferas de la tierra, en los rebaños de bueyes que pacen y en los partos infecundos de las mujeres". Conmovido por el padecimiento de sus súbditos, Edipo decide no dar tregua al culpable de la plaga, se pone al frente de la investigación, envía a Creonte a Delfos a consultar al oráculo, hace sus propias indagaciones y con loca tenacidad se va acercando a la verdad.

Émulos no menos trágicos del hijo de Layo y Yocasta, la nomenclatura bolivariana se ha lanzado tras la pista de los criminales que tienen al país en pánico. Pero a diferencia de Edipo, quien en el siglo V a. C. hacía gala de notables dotes detectivescas, los representantes del Gobierno eligen su coto de malandros sin más comprobación que su parecer. Para el ministro Rodríguez Chacín la culpa del pavor en que vivimos los venezolanos la tienen los medios de comunicación, que exageran la gravedad de la situación. Según el ministro de Interior, 70% de los asesinatos son cometidos por bandas y, a su entender, "esos homicidios no afectan la seguridad ciudadana". Siguiendo esta deducción, las bandas criminales vivirían en granjas alejadas de las concentraciones urbanas, pasarían el día trotando y triscando alguna ramita y, de pronto, saldrían a enfrentarse con el potrero vecino. Es entonces cuando se matan entre sí. Nadie se entera. Nadie sale perjudicado. La vida sigue porque las bandas no salen de esa zona cercada, no roban, no trafican con drogas, no instalan alcabalas en las escaleras, no extorsionan, no matan inocentes. Viéndolo bien, el enfrentamiento entre las bandas tiene un efecto profiláctico.

Para el ministro del Trabajo, Roberto Hernández, los trabajadores despedidos de Pdvsa en 2002 son 23.000 delincuentes. Desde la perspectiva de Clodosbaldo Russián los irregulares están entre las 368 personas que, según el contralor, merecen la inhabilitación política. Esta percepción acaba de ser corroborada por cuatro rectores del CNE que se sumaron a esa vergonzante medida.

Ninguno de estos investigadores apunta sus lupas a la corrupción administrativa; a las inmensas sumas que el Ejecutivo ha desviado a otros países; a la presencia de cubanos en instituciones oficiales de Venezuela; al proceder de Isaías Rodríguez, ex fiscal de la República, enredado en su oscura maraña de mentiras e inculpación arbitraria a gente que ha pagado muy duramente por sus patrañas.

Más ciegos que Tiresias, no ven a los rateros del régimen desfilar ante sus ojos en grosera exhibición de sus recientes fortunas. Como tampoco ven la galería de fotos de las madres arrojadas a la desesperación por el asesinato de un hijo y la consiguiente impunidad.

Edipo ata cabos. Interroga a todo el que pueda saber lo que ha enfurecido a los dioses. Rodríguez Chacín dice que los crímenes pasionales tampoco afectan la seguridad. Que, además, el porcentaje de suicidios es tremendo. Edipo busca datos acerca del antiguo asesinato que abruma a la ciudad.

En la Penitenciaría General de Venezuela, en Guárico, hay un preso que periódicamente se hace llevar mujeres a quienes somete a abusos sin cuento (estas mujeres, en todos los casos profesionales, acuden al penal mediante hábiles engaños y son introducidas por carceleros que las llevan hasta el violador y las encierran con él por varias horas). En los últimos diez años, los homicidios se han multiplicado. Pero los poderosos se reservan la elección de los delitos que les interesan. Por algo será. Cuando a Edipo se le cayó la venda, resultó que el malandro era él.





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