No llores por mí, Argentina...

Por Venezuela Real - 22 de Junio, 2008, 11:47, Categoría: Política Internacional

SIMÓN ALBERTO CONSALVI
El Nacioanl
22 de junio de 2008

En Argentina nadie está tratando de implantar el comunismo, taimadamente llamado "socialismo del siglo XXI" (porque quienes tales aventuras emprenden temen, y no sin razón, que si llaman a las cosas por su nombre pueden salir con las tablas en la cabeza). Nadie pretende en Argentina establecer el partido único, ni el pensamiento único. Nadie apuesta a la violación de la Constitución ni a la vulneración del Estado de Derecho. Nadie, tampoco, le ha ofrecido a los empresarios un fondo de 1.000 millones de dólares si se muestran condescendientes con la revolución bolivariana y si marcan el paso del "socialismo del siglo XXI", advertidos (muy honestamente por el Líder Supremo) de que deben abandonar las viciosas ideas capitalistas que han contribuido a degenerar a la sociedad, aquí y en el mundo.

En Argentina no se está tratando de adulterar la historia, ni de manejar a discreción y clandestinamente los recursos públicos. En Argentina no se está inhabilitando a cientos de ciudadanos, declarándolos eunucos políticos, para allanarles el camino a los candidatos oficiales. En Argentina los partidos políticos no están condenados a muerte, hablan, dicen, cuestionan, se lo juegan todo por sus ideas, y sus líderes leen, piensan, estudian, debaten. Pero, sobre todo, en Argentina la gente no se rinde. No son ovejas ni quieren ser ovejas. Son ciudadanos, con sus obsesiones, sus mitos inverosímiles, sus pasiones, pero no se rinden ante los cantos de sirena.

En Argentina, en fin, los productores del campo que han generado riqueza y permitido el bienestar del país no bajan la cabeza ante los dictados de la Presidenta de la República.

En una palabra, Argentina y Venezuela viven crisis cuyos desenlaces no pasarán inadvertidos. En Argentina la gente está presente, no es ajena, no se lava las manos. De ahí que frente a las políticas que los productores agrícolas consideran inequitativas, grandes sectores de la nación se solidarizan, y, como reza un titular de Clarín, se producen "masivos cacerolazos y marchas contra el Gobierno en todo el país". Argentina es una nación viva. Venezuela es una nación dormida. Quizá un país feliz, y muchos (o pocos) no seamos tan ágiles de mente como para comprenderlo. Leamos la crónica de Clarín del 17 de junio: "Marchas multitudinarias se reprodujeron anoche en las principales ciudades del país, en abierta oposición al Gobierno y en apoyo a los productores rurales. Los manifestantes acudieron a una espontánea convocatoria realizada vía correos electrónicos y mensajes de texto".

"Olelé, olalá, si este no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?". Así cantaba la multitud que plenó las grandes avenidas de Buenos Aires y de ciudades como Córdoba, Rosario, Mar del Plata, Bahía Blanca, Mendoza y Paraná. Fue la respuesta de la sociedad civil a la política de Kirchner y a la detención del dirigente ruralista Alfredo de Angeli.

No obstante, mientras el juego se libra y al cabo de 100 días, la presidenta Kirchner optó por remitir al Congreso la polémica cuestión de las retenciones que pechan al sector agrícola, las cuales comenzaron a aplicarse en 2002 con 10% (con carácter provisional, dada la crisis del país) y, según el decreto del 11 de marzo, se elevaron a 35%.

"La democracia, dijo la Presidenta, se defiende con más democracia y las instituciones se defienden con más instituciones". Palabras que podrían resonar heréticas en la tierra de Bolívar. Aun cuando el kircherismo tiene mayoría en el Congreso, el debate pluralista le conferirá a la controversia la categoría de que ha carecido.

No obstante, el discurso de la señora Kirchner (el miércoles 18) no dejó espacio para la negociación. Índice de que vienen tiempos impredecibles.

Veamos la opinión del diario Clarín: "La estrategia de confrontación del Gobierno ha contribuido a generar un conflicto de proporciones. (...) El Gobierno tiene la responsabilidad de actuar con grandeza, y no en función de intereses partidarios, para revertir el conflicto".

¿Imagina usted lo que sucedería en Argentina si doña Cristina decide abolir la Constitución, proclamarse presidenta hasta el 2030, establecer el "socialismo del siglo XXI" (que en el XX fue llamado comunismo), abolir aunque sea con dosis homeopáticas la propiedad privada, estatizar la economía, inhabilitar ciudadanos y consagrarlos como eunucos políticos, poner las Fuerzas Armadas al servicio del partido de gobierno, y, en última instancia, privatizar el Estado? Quizás convenga tomar nota, eso y nada más, de cómo reaccionan los otros pueblos de América Latina después de 200 años de Independencia. "Olelé, olalá, si este no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?".






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