Quo vadis, Argentina?
Por Venezuela Real - 20 de Agosto, 2008, 22:28, Categoría: Política Internacional
La Nación
20 de agosto de 2008 Nadie sabe con certeza adónde va la economía argentina. Nadie dispone de parámetros precisos y confiables para hacerlo. A raíz del falseamiento de las estadísticas oficiales, desde hace cerca de dos años, más y más se dificulta la posibilidad de entablar discusiones sobre la verdadera situación del país. Aquella decisión ha sido un acto de osadía inaudita, que ha violentado contratos del Estado con empresas, instituciones e individuos y empeorado la imagen nacional ante el mundo. Nada más urgente, pues, aparte de restablecer la confianza de la Nación en sí misma y en relación con lo demás, que la procuración de respuestas a otra cuestión esencial: "¿Adónde vas, Argentina?". Así lo ha hecho el congreso anual de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), abierto bajo aquel interrogante, en su reciente reunión de Rosario. A las preocupaciones generales suscitadas por las cuentas públicas, los productores agropecuarios han sumado a sus reflexiones la gravedad de una política oficial que ha estado dañando las principales fuentes de ingreso de divisas del país y afectado capítulos sustanciales de la actividad del sector. Ha ocurrido en materia de granos, de carnes y de lechería, sin contar las implicancias para todos de que se carezca de un plan agropecuario de mediano y largo plazo. La reunión de Aapresid, a la que asistieron unas 3000 personas, ha constituido, como en años anteriores, otro aporte valioso para la comprensión de los nuevos paradigmas del campo argentino. También para trazar el balance de los esfuerzos realizados a fin de preservar la condición vanguardista de los productores argentinos en relación con sus homólogos de sociedades más desarrolladas que la nuestra y para extraer conclusiones de la situación política y social en general. A estas alturas, es evidente que al Poder Ejecutivo Nacional y al sector rural los separa una cuestión cultural de fondo. Por un lado, el Gobierno se encuentra atado a esquemas anacrónicos de gestión, retardatarios del progreso y sólo recomendados por ideólogos de un populismo miope y resentido; por el otro, el campo, con los índices más altos de la productividad nacional, reclama libertad para el trabajo y seguridad para las inversiones. Durante largas décadas, la visión populista había atribuido los males económicos del país a la depreciación de los términos del intercambio comercial con el extranjero. Desde el momento en que los precios de las materias primas agrícolas se recuperaron, ha cambiado de discurso y opuesto -¡en un país que produce varias veces más de lo que consume!- la mesa de los argentinos a la producción competitiva que se exporta y sin la cual la sociedad se hundiría en la miseria y la involución. Quedó señalado con reiteración en Rosario de qué manera la crisis del Gobierno con el campo ha servido como primer paso hacia la recuperación de instituciones desmedradas. Se ha abierto, en verdad, una expectativa favorable que el Congreso de la Nación no podría desperdiciar en la hora próxima de resolver otras cuestiones que deben llegar a su conocimiento. También para los productores agropecuarios, que en los últimos meses ocuparon un lugar significativo en los recios desencuentros con el Gobierno. Se trata de que los grandes problemas del país procuren dilucidación en contextos provistos de legalidad, en lugar de que se desarrollen en calles, rutas y espacios donde ha estado en serio riesgo, en más de cinco años, el orden social ya de por sí deteriorado por la delincuencia común y la inseguridad física consiguiente. No es una novedad anotar el grado alarmante en que la padecen los argentinos. El conflicto con el campo sigue en pie según todo lo evidencia, mientras se ahonda la preocupación por otros asuntos relevantes a raíz de la inflación, de un gasto público al que se aplica con irresponsabilidad el Gobierno, de tasas de interés incompatibles con la generación honesta de riqueza para afrontarlas y de extensión de la pobreza y la marginalidad. A esto ha venido a agregarse en los últimos días la estupefacción colectiva por los cobros usurarios a la Argentina en la colocación de bonos en una Venezuela que, en manos del presidente Chávez, no sólo demuestra ser pésima aliada para el país en el terreno político, sino que en términos financieros es tres veces menos generosa de lo que hubiera sido el Fondo Monetario Internacional. Quo vadis, Argentina? ¿Adónde vas? El campo argentino sabe hacia dónde dirigirse. Lleva veinte años de continuado crecimiento y su perseverancia en la aplicación de tecnología de vanguardia, y en preservación y mejoramiento de suelos asegura nuevas e importantes contribuciones al interés general del país, por lo que se constató en Rosario. En cinco largos meses de conflicto por las provocaciones a las que éste fue sometido se percibió que los centros urbanos son conscientes de la magnitud de los aportes de un campo asociado a industrias argentinas metalmecánicas, de maquinaria agrícola y aceitera, entre otras, que penetran con eficiencia y aplauso en los grandes mercados internacionales. Falta que lo entiendan de igual manera el Gobierno y el sedicente círculo de ideólogos ajeno a la realidad, pero que todavía gravita sobre aquél. |
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