BAJO DELTA (II) Los waraos rechazan que se intente reducir las muertes a una cuestión de números
Por Venezuela Real - 27 de Agosto, 2008, 11:13, Categoría: Salud
LAURA WEFFER CIFUENTES
El Nacional 27 de agosto de 2008 "Mi niño decía que un monstruo le estaba rompiendo el pecho" Al menos nueve comunidades al borde del Orinoco fueron afectadas por una enfermedad desconocida Padres y madres waraos se sienten desconcertados ante la enfermedad, pues no corresponde con ninguna de las dolencias que generalmente los atacan Sergio Torres perdió una bebé de tres años en julio Por diarrea y vómito han muerto los familiares de Rosa López La concepción del tiempo y el espacio en el bajo Delta depende de muchas variables. Para trasladarse de una población a otra, hay que tomar en cuenta la el flujo de la marea, los caballos de fuerza del motor, la luna, el peso de la embarcación y el clima. Es posible llegar en una lancha desde Tucupita hasta la población de Nabasanuka, por ejemplo, en 5 horas. Pero también, existe la opción de que el mismo trayecto sea realizado en 12. En cualquier caso, el río es el gran protagonista de la historia de los waraos. Es el centro de la vida de esta etnia que se distribuyó a lo largo de los 322 caños del Orinoco, en 258 comunidades diferentes. Y aunque comparten la misma lengua, sólo pueden comunicarse entre sí por la vía fluvial. Sin embargo, esto no es impedimento para que se haya corrido la voz de que algo anda mal. Desde febrero de 2007 se han venido registrando muertes repentinas; sobre todo en niños, que una vez que presentaban los primeros síntomas, no duran más allá de una semana con vida. Aunque el primer caso se dio en la población de Mukoboina, también existen registros de que el brote se repitió de manera similar en otras locaciones como Hankohobaro, Santa Rosa de Guayo, Kokal, Sakoinoko, Horobuhu, Siawani y Muaina. Y es que mientras la ministra de Asuntos Indígenas, Nicia Maldonado, señala que en total fueron afectadas 9 comunidades, los investigadores que realizaron el estudio preliminar de la enfermedad –que aún no tiene explicación científica– contabilizaron 13 poblados con el brote. Tristeza con rostro. Sergio Torres es el padre de Grielina. Ella tenía 3 años y aguantó 4 días antes de fallecer en julio de este año. Este es uno de los últimos casos que se tiene cuantificado sobre el mal que se llevó a 6 niños de la población de Santa Rosa de Guayo. Rosa López ha perdido a varios hijos "pero por enfermedades comunes"; es decir, diarrea y vómito. Dalbin, de 9 años, era el único varón que le quedaba vivo; sin embargo, falleció el primero de junio. Su madre, recuerda que ese día, aún el niño tenía la picada de murciélago en la oreja. Este dato podría ser resaltante si se toma en cuenta que la rabia trasmitida por murciélagos es una de las hipótesis que manejan algunos especialistas para explicar los decesos. Un palafito aislado, desvencijado, con las maderas del piso podridas y casi comido por la vegetación es la entrada a la comunidad de Hanohoana. Allí, Elia Freites logró contar a duras penas cómo murió su hermanita, Maricela Freites. Cree recordar que pasó en julio. Pero, para ella eso no es importante. Para ella lo que cuenta es la ausencia. En Horobuhu fallecieron Irene, Migualia y Karbelis Torres. Dos de las niñas eran hijas de Fidel. Bajo la mirada atenta de las mujeres, que suavemente se mecían en sus chinchorros, él lamentaba su pérdida. Con un gesto en el rostro desestimó la pregunta de si sabía cuántos infantes habían fallecido. "Al final, no importa el número de los muertos; lo que importa, es que están muertos". Ciudadanos A corazón abierto ... Edgar Pizarro tenía 22 años de edad y estaba a punto de graduarse de la Universidad Indígena de Venezuela, en Tauca, en el estado Bolívar. Quienes lo conocían, aseguran que era brillante y muy responsable; además de enamorado. Recientemente se había unido en matrimonio a Elvira Torres, también de 22 años. Todo parecía indicar que le esperaba un futuro prometedor, hasta que el pasado 18 de julio, fecha en la que enterraba a su hermanito menor, le comenzaron los mismo síntomas que habían llevado a la tumba a Delbin, de 9 años. Primero, se le paralizó una pierna; luego, la otra. Le dolía el cuello, el tórax y la espalda. No tragaba alimento y rechazaba el agua. Tenía una saliva espesa y momentos antes de morir, no podía ni moverse. Para Florencia Macotera hablar del tema resulta sumamente difícil. Recordar la muerte de sus dos hijos y de su nuera significa un esfuerzo tal, que termina arrancándole lágrimas de tristeza. "Mi niño decía que un monstruo le estaba rompiendo el pecho", dijo al tiempo que se limpiaba el rostro. Recuerda que el menor de sus hijos estudiaba tercer grado en la población de Nabasanuka y que una vez que empezó a sentirse mal, sólo duró dos días con vida. Luego, falleció Edgar e inmediatamente después le tocó el turno a Elvira. Ellos dos son los únicos adultos que han muerto por causa de esta enfermedad desconocida, que desde hace un año asola diversas poblaciones ubicadas en el Bajo Delta. En esa comunidad llamada Muaina, también falleció Eduardito Pizarro de 6 años. Unos días antes de morir, fue picado por un vampiro en la cabeza. Igual ocurrió con Edgar y Dalbin, ambos fueron mordidos la misma noche. Y todos corrieron la misma suerte. |
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