Chávez quiere más. Siempre.

Por Venezuela Real - 31 de Agosto, 2008, 13:46, Categoría: Imagen gobierno / Chávez

ALBERTO BARRERA TYSZKA
El Nacional
31 de agosto de 2008

No le basta la Asamblea, las instituciones, Pdvsa, la Fuerza Armada Nacional...
Quiere más.

En 1935, Charles Darrow, un desempleado más de la gran depresión económica en Estados Unidos, patentó Monopoly, un juego de mesa que, según el libro Guinness de los récords, para 1999 ya había sido jugado por cerca de 500 millones de personas en todo el mundo.

Nuestro país, por supuesto, no escapa a esas cifras. El juego, que consiste en lanzar dados, manejar dinero, comprar y negociar con propiedades y bienes, aplastar sin piedad a los otros contrincantes hasta dejarlos sin nada, es una fórmula recreativa del mercado salvaje; capitalismo puro, envasado al vacío. Cualquiera que viva en Venezuela hoy en día tiene la firme sospecha de que Hugo Chávez pasó su adolescencia jugando febrilmente Monopolio.

Ya se sabe: la memoria es flexible y caprichosa. A veces tiene más deseos que recuerdos. Puede estar más cerca de la ficción que de la historia. Tal vez la juventud del Presidente está más llena de operaciones bursátiles que de escenas revolucionarias. Por lo que estamos viendo ahora, quizás resulta más verosímil imaginarlo en el patio de su casa, lanzando dados y comprando hasta el tablero del juego, que leyendo sesudamente el Mani fiesto Comunista o la Carta de Jamaica.

Chávez quiere más. Siempre.

No le basta la Asamblea, las instituciones, Pdvsa, la Fuerza Armada Nacional... Quiere más. Quiere decidir sobre las regiones. Quiere una reserva militar que dependa directamente de su mando. Quiere que todo sea público, por tanto, que todo esté a su disposición. Quiere un satélite. Quiere controlar Internet. Quiere tener casas del ALBA en todo el continente. Lanza de nuevo los dados. ¡Siete! Mueve la ficha. Un, dos, tres...¡Honduras! ¡La compro! Chávez busca más poder.

Siempre. Aunque diga lo contrario. Aunque cante la balada de la brizna de paja en el viento del pueblo. Porque las razones no importan. No importa si quiere ser rey o si desea construir un paraíso autogestionario en la tierra. No importa el para qué se busca más poder. Los motivos no son parte del debate. El Presidente puede tener o no las mejores intenciones del mundo. Puede invocar la pobreza, la injusticia, la desigualdad. Nada de eso está en discusión. Demasiado le costó a la humanidad superar el horror de un mundo gobernado por iglesias y por dioses. Gracias a Marx, justamente, sabemos que la historia no se mueve a cuenta de la supuesta buena voluntad de un hombre. Si seguimos así, en las próximas elecciones, la Virgen del Valle, vestida de rojo, será la nueva candidata oficial a la Gobernación del estado Nueva Esparta.

Pero más allá de los discursos, más allá de esta dinámica religiosa, de este juego histriónico donde el líder que acumula poder se presenta como un santo desprendido y asceta, la realidad funciona de otra manera, más cercana a los diablos del mercado. Lo ocurrido en las Olimpíadas es un ejemplo perfecto. Retrata a un gobierno que piensa que a punta de billete todo se puede lograr. Lo indignante no es la actuación de nuestros atletas sino la manera en que el gobierno los usó políticamente. Sin haber ni siquiera competido, se aprovechó de ellos en una campaña multimillonaria. Lo trascendente no eran los competidores, ni el deporte, ni siquiera el país.

Lo único trascendente era la comparación con el pasado, destacar la "revolución deportiva". Una revolución que, al parecer, sólo existió en la publicidad, en las cuñas de Movilnet.

Dalia Contreras, ganadora de nuestra única medalla, ofreció una declaración fantástica a su llegada al aeropuerto de Maiquetía. Quiero mi casa. La casa que me prometieron hace años. La quiero ya. El Gobierno debería escucharla con atención y con respeto. Ahí está una de las más importantes y sólidas definiciones de socialismo que tiene el pueblo venezolano. Es eso, justamente, lo que hace el comandante cada vez que se siente obligado a promover su proyecto. Esa es la idea que vende cuando reparte tractores y dice "esto es el socialismo". Esa es la imagen que nos da cuando viaja por el mundo regalando obras y dinero. La utopía bolivariana está repleta de dólares.

Tal vez nuestra naturaleza no ha variado demasiado.

Seguimos siendo los "ta’ barato, dame dos". Chávez ofrece a nuestros vecinos energía para cien años. Chávez compra deudas. Chávez compra siderúrgicas y cementeras.

Chávez compra satélites y submarinos. Sigue lanzando los dados. Camina feliz sobre el tablero. El mundo es un mall gigantesco. El socialismo del siglo XXI se parece más al juego de Mono poly que a las venas abiertas de América Latina. Todo se puede comprar, incluso una revolución.








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