Mitomanía revolucionaria
Por Venezuela Real - 24 de Septiembre, 2008, 12:34, Categoría: Imagen gobierno / Chávez
LUIS LOZADA SOUCRE
TalCual 24 de septiembre de 2008 La mentira siempre ha sido una herramienta de desinformación utilizada desde el Poder. La historia misma del hombre podría definirse como un inacabado rosario de mentiras. Desde sus más lejanos ancestros, han mentido los jefes de clanes, caciques y shamanes, testas coronadas y príncipes de las iglesias, líderes populistas y demócratas, gendarmes y tiranos. Mentirosos en mayor o menor medida han sido todos. Sus mentiras han oscilado entre el embuste ocasional y la falsedad científicamente estructurada, con un lugar común compartido: la apariencia de verdad, engaños sostenibles difíciles de impugnar. Pero esa capacidad de proyectarse y defenderse con mentiras, de basar todo un proyecto de Poder y el destino de un país, en narraciones fabulosas es totalmente inédita en Venezuela. La mitomanía bolivariana ha estrenado y acrisolado en sus diez años de dominio, una manera sistemáticamente oprobiosa de mentir, aun cuando las pruebas que las contradicen son tan accesibles a todos, como una bolsita de papas fritas en los hombrillos de las autopistas. El caradurismo es total. Funcionarios de toda laya, en vergonzoso y horizontal contubernio, se unen en la fatídica cruzada de las mentiras flagrantes, con las que inocuamente pretenden proyectar una virtualidad de país, a sus imágenes y semejanzas. La patraña copa a Miraflores, los ministerios, los poderes constituidos, las gobernaciones y las alcaldías. Mienten sobre lo sagrado y lo profano, maquillando estadísticas, disfrazando cifras, inventando confabulaciones rocambolescas y hasta magnicidios seriados, que sólo pueden gestarse desde la impunidad de un régimen, que todo lo deja al voleo de la desmemoria, para proseguir con su antropófago festín político. La premisa irrenunciable es asirse al poder como sanguijuelas, para teñir de rojo sangre cuerpos y conciencias. Como todo mitómano, los revolucionarios tarifados avalan sus farsas, con la irresponsabilidad inaudita de jamás medir las consecuencias de sus mentiras y mucho menos la posibilidad inmisericorde de encontrarse cara a cara con sus contradicciones. Todo lo que apunta a la verdad y mientras más escandalosa ella sea, es desechada olímpicamente a través de la bola, el chisme, la trola, el cuento, la conseja revolucionaria. Extraño nunca será que, llegado el cese de sus malandanzas políticas, para defenderse frente al fracaso, terminen por endilgarle a la oposición todas las vilezas de su proyecto autocrático, militar y centralista, acusando a sus adversarios democráticos de haber sido los verdaderos rojos rojitos de tan fallida, corrupta y devastadora conchupancia totalitarista. Cosas veredes, amigo Sancho, de esta revolución bonita. |
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