Caballo viejo
Por Venezuela Real - 5 de Octubre, 2008, 20:55, Categoría: Testimonios
Simón Alberto Consalvi
El Nacional 05 de octubre de 2008 Simón Díaz está de fiesta, y con Simón estamos de fiesta todos sus amigos. Quienes hemos tenido el privilegio de ser sus contemporáneos, de disfrutar de su talento, de su humor y de su música, registramos con placer el reconocimiento de que acaba de ser objeto, al serle otorgado el Grammy Latino. Durante más de medio siglo, Simón ha estado presente en la escena venezolana, y ha llevado lejos el nombre de nuestro país. Su música, sus canciones, le han dado la vuelta al mundo, han sido interpretadas por grandes figuras del canto. Afamados directores de cine incorporaron a sus obras canciones del autor de la bella "Tonada de luna llena". La contribución de Simón Díaz al rescate y difusión de los valores populares de la cultura venezolana ha sido notable. No cabe duda de que su obra diversa y singular constituye uno de los legados más imperecederos, porque en sus tonadas y en sus coplas y cantos pervivirá lo mejor y más sensible del alma venezolana. Buscó en las raíces del folklore la autenticidad de sus sones. Es un compositor que tiene la fibra de los trovadores de Cantaclaro. Simón ha sido uno de los protagonistas de nuestro tiempo. Forma parte del camino que hemos recorrido, ha contribuido como pocos a hacernos grata la vida. Con su cuatro a cuestas, ha repartido sonrisas, y con su humor y su gracia, con su imaginación y su talante desenfadado, ha consagrado un estilo personal que siempre nos alegró el espíritu. Simón ha repartido optimismo. Me atrevería a decir que nunca dibujó a Venezuela o a los venezolanos con trazos de tinta negra. En este mensaje de fe en la tierra radica lo sustancial de su obra. Ha sabido cantar para todos, a los adultos y a los viejos, pero no olvidó a los niños. Rodeado de niños, feliz él y felices ellos, es una de las imágenes de Simón Díaz que nos acompaña. No sé por cuánto tiempo se prolongó en el aire el Tío Simón. Allí, como en tantos otros programas de televisión, la música popular tuvo una ventana amiga. Una ventana sin retórica y sin presunciones. Como "Florentino y el diablo", Simón Díaz nos deleitó y nos deleita con sus dones de improvisador, con la ironía y el doble sentido, con esa destreza que combina humorismo y agudeza, como los cantores que cautivaron a Rómulo Gallegos: "Desde el llano adentro vengo / tramoliando este cantar./ Cantaclaro me han llamado./¿Quién se atreve a replicar?". De esa estirpe es el personaje que ahora celebramos. Que celebramos todos los venezolanos que creemos en nuestra tierra, lo celebramos por la pasión y la autenticidad con que siempre abordó sus trabajos, fueran propicios o no, favorables o adversos los vientos con que todos tropezamos. Nunca Simón Díaz se dejó abatir por ese espíritu sombrío que de tiempo en tiempo se apodera de los venezolanos. Este es un perfil de su personalidad que conviene resaltar. Ha sido un militante de lo "afirmativo venezolano", según la prédica de Augusto Mijares. Lo imagino como el retrato del venezolano que debe predominar, más allá de los avatares de la navegación. Más allá de la tempestad que de manera tan singular se describe en las páginas de Canaima. Recuerdo algunos momentos estelares de la vida de Simón, cuando, por ejemplo, junto con él, Plácido Domingo cantó "Caballo viejo" en el Teresa Carreño. Actor de teatro y de cine, quizás la televisión lo atrajo por sus incomparables posibilidades como instrumento de comunicación. Sus innumerables programas de TV quedarán como testimonio de quien se esforzó desde los años sesenta por cultivar los valores venezolanos. Leo que "Caballo viejo" se canta en diez idiomas, que está entre las canciones más oídas, que son innumerables los seres humanos que comparten algo que no debe ser exclusivo del venezolano, que el amor no tiene tiempo, y que a cualquier caballo viejo le puede suceder el milagro. "Cuando el amor llega así de esta manera / uno no tiene la culpa, / quererse no tiene horario / ni fecha en el calendario / cuando las ganas se juntan". Caballos viejos hay en todas partes, y a todos los caballos viejos los debe cautivar la discreta apoteosis de Simón Díaz. No en vano se canta en tantos idiomas, y no en vano es una de las canciones de mayor fortuna que andan por el mundo. Las razones son obvias, están en la naturaleza humana. ¿No es, acaso, "Caballo viejo" un grito del amor intemporal que Gabriel García Márquez recrea en la novela Memoria de mis putas tristes? Un periodista de 90 años quiere celebrar su novena década regalándose "una noche de amor loco con una adolescente virgen". Mustio Collado (como lo llamaban), era un caballo viejo desbocado y en la novela como en la canción de Simón Díaz, el amor termina siendo una celebración de amor y de humor. "Uno no tiene la culpa". |
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