De prócer a traidor corrupto

Por Venezuela Real - 8 de Octubre, 2008, 12:13, Categoría: Imagen gobierno / Chávez

Elides J. Rojas L.
El Universal
08 de octubre de 2008

Un revolucionario puede robar lo que quiera. La condición es mantenerse leal y callado

Dice el filósofo, Anthoninis de Malethas, consultado vía internet, sobre lo que está pasando entre Chávez, el chavismo y el resto del soberano, "Trisoleado es revolucionario. Trisoleado es choro. Todos los revolucionarios son choros y trisoleados". Es que Malethas habla a punta de silogismos. Y, es de suponer, que lo mismo aplica, a un bojote de revolucionarios que en este momento están quién sabe dónde, huidos de la justicia, pero con sus propios cargamentos de dólares.

Europa es el destino preferido de los corruptos socialistas cuando por razones que sólo el líder universal conoce, se ponen en la mala con la cúpula roja y tienen que correr como locos. El que no lo hace, como también se sabe, le sale prisión a la cubana. Juicios interminables y sentencias caprichosas.

El trisoleado fue hasta el año pasado, poco antes del referendo perdido por Chávez y que retrasó por algunos meses el paso del país al comunismo chorete, uno de los héroes más importantes del proceso. Juramentado en el samán, al menos eso dice la leyenda, junto a los otros valientes salvadores de la patria, supermilitar, superministro, y, como estamos viendo, superestrellado. De prócer y mítico guía del rescate del jefe atrapado en el Caribe a ladronzuelo, empujado en plena calle y tratado como un hampón. Pero, al margen del abuso típico de la revolución, hay algo que no presenta dudas. Si es verdad que el trisoleado y sus cómplices se robaron esos reales, lo hicieron cuando eran revolucionarios y estaban en pleno ejercicio del poder. Ya en las filas de la contra no se puede robar nada. Los reales los tiene el proceso. Y no sería denunciado ni perseguido mientras siguiera en silencio estratégico. Ese es el eje de la ética del Gobierno. Robar no es delito, mientras haya lealtad revolucionaria. Nada más.

El asunto es que cada día está más claro que la revolución es una especie de cuartel general mafioso de grupos que operan con la plata del Estado. Compran, venden, lavan, pagan sobornos, transportan efectivo a donde sea, cancelan y ganan comisiones, guardan dinero de funcionarios, sirven de intermediarios en negocios de armas. De todo. Nunca se había visto una organización de tan descomunales proporciones. Lo del maletazo en Buenos Aires es apenas una muestra de cómo un grupete de oligarcas corruptos se hermana con revolucionarios de pacotilla para robar a manos llenas. Es que hasta pichones adolescentes de choros tienen en las bandas, hasta sucesiones familiares están en la mafia.

Y la respuesta oficial es muy simple: no confiamos en la justicia de Miami. Todo eso es mentira. Claro ¿Y quién esperaba otra cosa? Por eso es necesario corregir al filósofo griego. No se trata del trisoleado. La cosa es más sencilla. Robar y dejar robar es revolucionario. Es la clave de la secta roja. El que rompa el juramento del samán se va.

Y corriendo. Como ya hicieron otros.





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