Era verdad, lo quieren matar
Por Venezuela Real - 12 de Octubre, 2008, 20:32, Categoría: Política Nacional
MILAGROS SOCORRO
El Nacional 12 de octubre de 2008 De Ciudad de México, y por boca del secretario general de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, nos ha llegado la confirmación de la especie: el presidente Chávez tiene razón al temer por su vida. Y cómo no va a estar sobresaltado si, según las cifras presentadas por la máxima autoridad de la OEA, en la I Reunión Interamericana de Ministros de Seguridad Pública, Venezuela es el país suramericano con la tasa más alta de homicidios por cada 100.000 habitantes, y ocupa el cuarto lugar en todo el continente. No hay que estar paranoico, pues, para vivir chorreado y albergar temores de que, al salir de casa, la vida y las propiedades están en franco peligro. Si eres venezolano y vives en el territorio eso te puede suceder, porque habitas uno de los países más violentos del mundo. No por nada, para 75% de los venezolanos la inseguridad ciudadana es el flagelo más severo que debe afrontar diariamente. Pero no todos contamos con el ejército de guardaespaldas que rodean al jefe del Estado y a su familia, de manera que nuestro miedo es mayor y está mucho más justificado. Claro que de todos los venezolanos aterrados frente al hampa y la impunidad, sólo uno es culpable de haber planificado el asesinato de un Presidente y de haber enviado, en cumplimiento de este designio, una tanqueta a atacar Miraflores, donde se encontraba el presidente Carlos Andrés Pérez, en 1992; y es común que se abrigue el pánico de que te hagan como has hecho. En cualquier caso, tal como acaba de establecer Insulza, no es preciso tener un pasado de felón y un intento de homicidio en el prontuario para que esta causal de muerte se cebe sobre uno. Basta vivir en Venezuela en los tiempos de Chávez. Ahora el pavor es de todos. Hay otras aprensiones que no miden los despachos de seguridad pública y que en Venezuela palpitan con respingos de horror. Se trata del temor a la muerte de la descentralización; a que las instituciones sufran agravios fatales, ya porque se emplace en ellas a funcionarios venales o abiertamente delincuenciales, ya porque se planifique su merma y destrucción; y a que todos los poderes, todos los espacios, todas las leyes, todas las instituciones, todas las actividades económicas, todas las percepciones del mundo, en fin, todo, nos sea confiscado y pase al control de un solo individuo (que, además, no se caracteriza por su probidad, su valentía, su sensatez, su espíritu democrático, su orientación al trabajo, su costumbre de pagar con sus recursos propios sus deudas, sino por lo contrario). En mi columna anterior escribí que Alí Rodríguez Araque, actual ministro de Finanzas, tiene el deber de desempeñar el papel de reserva moral del régimen; y recibí un alud de cartas de lectores referidas a cierto comandante Fausto, que, según la leyenda, hizo un viaje de Falcón a Caracas cuya travesía cumplió con paradas hamponiles: fue deteniéndose en todos los bancos de la ruta para atracarlos. Según estos lectores, Rodríguez Araque no puede ni siquiera impostar el rol del único decente en un gobierno de malandros porque, como me escribió el periodista Carlos Caraballo: "Llegó a la empresa petrolera, en 2002, con la misión de desterrar la meritocracia y dispersar por el mundo al grupo de profesionales petroleros, en lo que se considera el mayor genocidio laboral del mundo. Un personaje tan siniestro es condenable y será condenado cuando regrese la justicia a nuestro sufrido país". Hay muchas razones para temer que la República ha sido puesta en manos tiznadas de ilegalidad y desafueros contra su integridad. O que las más sagradas misiones se han delegado en blandengues, como el ministro de Cultura que se planta ante el país para comunicar que el presupuesto de esa cartera ha sufrido una reducción de 30%. Y él se queda ahí, tanteando en el piso para conseguir algún cobrito desperdigado de las compras de armamento, del turismo revolucionario con séquitos de centenares de lambucios, de las remesas a Fidel Castro, organizando un Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, cuyo costo no precisa. Lo que no puede estar amenazado de muerte es la esperanza. Cada venezolano debe erigirse en miembro de los miles de cinturones de seguridad que habrán de proteger la esperanza y llevarla segura hasta el amanecer democrático de Venezuela. |
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