Convivir con Miraflores
Por Venezuela Real - 16 de Octubre, 2008, 10:27, Categoría: Seguridad/Inseguridad
DANIEL PABÓN
El Nacional 16 de octubre de 2008 Los vecinos del palacio han soportado manifestantes hasta por ocho meses Son frecuentes los atracos en las adyacencias a la zona de seguridad No es sólo que sus balcones tengan vista al Palacio de Miraflores o que sepan cuándo entra o sale la caravana presidencial. Al estar tan cerca, pueden inhalar al mismo tiempo que la Guardia de Honor el sabor de los tiros que detienen la vida de algún transeúnte, como le pasó a José Farfán, de 16 años de edad, y a Wendy Guacarán, de 23 años, la noche del sábado. La caraqueña Nelly Quintero y el sancristobalense Reinaldo Méndez testimonian sus ópticas de lo que significa vivir al lado de Miraflores, con la autoridad que les da residir allí desde hace más de cuatro décadas. La catira del penthouse. Nelly Quintero ha vivido los últimos 47 años de su vida junto al palacio. Cuando llegó, de la mano de su madre, al apartamento que ocupa, mandaba Rómulo Betancourt, pero ni se interesó por saber quién era su vecino. "¿Cómo me vas a negar el acceso, si yo vivo aquí? ¿Tú crees que yo voy a dar la vuelta por otro lado si esta es mi calle?", recuerda haberle dicho a uno de los soldados que en los días previos al 11 de abril de 2002 le impidió seguir a su casa. "Tú me disculpas, pero yo paso", le espetó, y se abrió camino. A raíz de ese hecho, se hizo un nombre entre los custodios de Miraflores. Cuando hay restricciones de acceso en el sector, no falta alguno que diga: "Déjala pasar, que ella es la catira del penthouse", comenta entre risas. Ha visto los rostros que protestaban antes y los que lo hacen ahora. Cuando Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera fueron inquilinos, precisa que los abuelos eran quienes se apostaban a las puertas del palacio a pedir el pago de la pensión de vejez. Los inconformes de ahora tienen menos edad y más aguante. Quintero recuerda el caso de una joven que vivió ocho meses en la acera, en reclamo de una casa. La historia vio final feliz cuando, un buen día, la madre se lanzó al paso de la caravana presidencial. "De una vez la ubicaron. Le dieron casa en Oriente y, al esposo, trabajo en una aduana". El 4 de febrero de 1992 no quedó ningún ventanal de su casa en pie. Aunque estaba embarazada, supo mantener la calma. La tarde del 11 de abril de 2002 fue muy acústica, por las ráfagas de tiros que salían de puente Llaguno, pero el gris episodio tuvo el aliciente del 13 en la noche. "Sentí emoción", pues no se cansó de ver el sobrevuelo del helicóptero que trajo de vuelta a casa a Hugo Chávez. Los mejores y el peor. No todas las noches que Reinaldo Méndez ha pernoctado en la casa que habita desde 1965, transcurrieron en tranquilidad. La del 4-F ni durmió. Estuvo "preso" más de 24 horas, junto con su esposa, en el baño de la residencia. Los gases lacrimógenos lo afectaron con severidad. Llegó allí hace 43 años, en pleno período de Raúl Leoni, a quien considera el mejor vecino que ha tenido junto a Rafael Caldera. "El peor es el actual", dijo. Extraña la época de CAP, cuando podía recorrer el palacio y fotografiarse con el edificio como telón de fondo. Ahora no ve turistas, sino gente que, en carpas, espera soluciones a sus problemas durante semanas. "Cuando hay manifestaciones y quiero tomar una camioneta tengo que caminar hasta Carmelitas, porque por aquí no las dejan pasar. Si el destino es Catia, mejor me eximo de ir", se queja, a sus 75 años de edad. Los trabajadores de varios gobiernos anteriores los censaron, para saber quiénes y cuántos eran los residentes de las adyacencias. En el período actual fueron visitados con ese mismo objetivo a principios de este año. Zona de (in)seguridad. Aunque la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación, promulgada en Gaceta Oficial número 37.594, dictamine que las cercanías de Miraflores son zona de seguridad, Méndez considera que El Silencio es bastante inseguro, y se pierde al contar los conocidos que han sido víctimas de asaltos: "Los guardias que custodian palacio no se meten en los robos. Pueden ver que estén matando a alguien y no hacen nada, porque no están ahí para eso". Para el resguardo de la seguridad, el director de la Policía Metropolitana, Wilmer Flores Trosel, informó que hay 500 efectivos desplegados en "cuadrantes funcionales" por todo el centro histórico de Caracas. Aunque la PM no lleva registros de asaltos, el funcionario asegura que han disminuido en lo que va de año. Quintero se siente tranquila. Dice que su cuadra está exenta de inseguridad, pero le preocupan dos cosas: la delincuencia que se adueñó de la esquina de Piñango y la falta de alumbrado porque, después de las 7:00 pm, de Camino Nuevo a Bolero es una boca de lobo. |
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