Sin lugar para una urna

Por Venezuela Real - 21 de Octubre, 2008, 11:46, Categoría: Seguridad/Inseguridad

Patricia Clarembaux
TalCual
21 de octubre de 2008

Las funerarias en Caracas cierran sus puertas a los que consideran delincuentes. Las familia de los fallecidos con más de dos disparos y de los motorizados sufren para hacer el velorio

En las funerarias de Caracas está de moda atiborrar las paredes con los recortes de los sucesos que afectan al gremio. "Sujeto acabó velorio a plomo limpio", es uno de los titulares. "Funerarias no quieren nadita de nada con velorios de tiroteados", es otro. "Dentro de una funeraria en Petare se formó una plomazón", dice el de más abajo. Todos son utilizados para explicarles a los familiares las razones por las que no serán recibidos sus esposos, hermanos o hijos, muertos por más de dos disparos o por ser motorizados.

Los dueños y encargados de las casas velatorias tomaron estas medidas hace poco más de dos años debido a los crímenes que se han suscitado en los funerales.

El 19 de agosto de 2007 Jason Rafael Mendoza se quedó solo en la urna. Sus amigos habían jurado vengar su muerte, pero miembros de la banda "Los Picachú" se adelantaron. Irrumpieron a disparos en la funeraria Virgen de la Luz en Petare, dejando tres personas muertas y once heridas.

El 22 de junio de 2008, la violencia se trasladó a la funeraria La Memorable, en San Martín. A las 3:05am un hombre inició una balacera a través de las rejas del lugar.

En esa ocasión murió un joven de 32 años y otros cinco resultaron heridos.

En 2006 se registraron más de 100 robos en estos recintos y la Cámara Nacional de Empresas Funerarias (Canadefu) se vio obligada a imponer ciertas normas que ahora están estampadas en 70 casas de sepelio de la Gran Caracas. Entre ellas, la prohibición de consumir alcohol, drogas u otros estimulantes dentro y fuera de las instalaciones; fumar, encender reproductores, realizar homenajes con armas de fuego durante la velación y en el trayecto al cementerio. Además, el horario del servicio es desde las 7:00am hasta las 10:00pm, hora en que las puertas de todas las funerarias son cerradas.

Sin embargo, esas reglas no han sido suficientes para contener la violencia. Cada casa de sepelio ha impuesto, además, sus propias normas.

SÓLO A LOS NATURALES

En la funeraria El Pinar, en El Paraíso, lo primero que piden a los familiares del muerto es el certificado de defunción. Si viene de la Morgue de Bello Monte de inmediato reciben como respuesta: "Disculpe, pero no trabajamos con muertes violentas". La excepción sería que la persona hubiese sido atropellada o que su deceso se produjo en un accidente de tránsito. Hace dos años tomaron esta decisión.

En más de una ocasión, las carrozas fúnebres eran secuestradas por los familiares. Manuel Silva, encargado de la venta de los servicios, cuenta que "lo que quieren es hacer homenajes a sus muertos.

Entonces se nos llevaban los carros a La Vega o El Guarataro a punta de pistola".

En la funeraria Catia la selección es aún más crítica. Todo depende del número de disparos que haya recibido la persona: "Negamos el caso si tiene más de 16 tiros", dice uno de sus empleados que prefirió el anonimato. El martes pasado velaron a uno que murió por 17 impactos: "No nos po díamos negar porque es asegurado. Eso sí, ya velamos ese de Gramoven este mes para que no nos digan nada. De pronto el mes que viene aceptamos otro. Tú sabes, para que no nos agarren idea".

Este individuo cuenta que en dos oportunidades han estado en situaciones delicadas. En la primera, un sujeto entró con una granada exigiendo el velatorio. No pudieron decirle que no. En la segunda, le pusieron una ametralladora sobre el escritorio y negociaron. El precio del servicio era de cuatro millones; ellos le cobraron 10 millones "con la idea de que no podría pagarlos, pero aceptó y nos dejó sin opciones", recuerda.

En esta funeraria, los empleados tienen arma de reglamento. Dicen que deben resguardar su vida: "Tenemos que cuidarnos solos. Antes de que nos maten, por lo menos le damos a tres", refiere.

En la funeraria La Fe, en Catia, también tienen sus restricciones, aunque no se notan, pues ni en su interior, ni en la calle del frente cabe una persona más. En sus paredes están pegadas las normas de la Canadefu. Sin embargo, la encargada se negó a explicar las reglas internas para evitar compromisos.

CERO MOTOS

En otros lugares, el número de disparos que recibe una persona son importantes, pero no condicionan la posibilidad de una sala y una urna, como lo hace que el muerto sea un motorizado. "Tienden a destruir las instalaciones. En una ocasión llamamos a custodia policial porque unos motorizados estaban fumando marihuana afuera. Vinieron y los hombres le dijeron al policía: `Detenme si puedes, pues’", cuenta Damaris Méndez, encargada de la administración de la funeraria Las Fuentes.

Y aunque en este lugar no discriminan, sí dejan las reglas claras a los familiares que compran el servicio. Cuando el muerto es por violencia, sea como sea, le cobran un costo adicional por el pago de la vigilancia: "Son BsF 500 más. Es que la violencia nos ha hecho contratar dos agentes de seguridad para el día y seis para la noche", explica. "Eso sí, nuestros clientes están al tanto del asunto y lo aceptan, porque están concientes de que no pueden controlar a los amigos", agrega.

La misma medida han tomado en la funeraria La Virginia, en Los Chaguaramos. Su dueño, Gustavo Toro, explica que coordinaron con la Policía Metropolitana para que a las 10:30pm pasen por el lugar a hacer un chequeo, que ya es rutina: "Ellos se quedan hasta que la calle se vacía. Sólo los familiares pueden quedarse adentro en los cuartos de descanso".

Sin embargo, esta funeraria no pone restricciones de ningún tipo mas que la de no tomar alcohol, no traer niños ni estacionar o circular con motos en los alrededores. Su negocio sobrevive con las muertes violentas: "Si esperamos a que alguien muera de forma natural, quebramos", asegura Toro.

UN SERVICIO PÚBLICO

La funeraria Virgen de la Luz, en Petare, luce tan triste como sus clientes, en su mayoría, mujeres y hombres jóvenes de bajos recursos que quieren ver a sus hijos y hermanos por última vez.

En la entrada, a mano izquierda, está la primera sala de velatorio: una pequeña caverna forrada con cerámica color crema tanto en paredes y asientos como en el suelo.

En el medio, la urna. A los lados, los familiares y amigos llorando o riendo. Así mismo se ven las otras tres salas.

Su encargado, José Antonio Zambrano, dice que en la mayoría de las ocasiones vela a hombres jóvenes que no superan los 25 años de edad: "Por lo general mueren a tiros, pero nosotros no podemos discriminar ni al peor delincuente porque nuestra funeraria está hecha para la gente de bajos recursos. Ellos saben que aquí seguro los vamos a recibir".

Ni siquiera la muerte de tres personas el año pasado como consecuencia de un tiroteo que inició la banda de "Los Picachú" ha hecho que Zambrano ponga límites.

Él prefirió llegar a un acuerdo con la policía y desde 2007, se turnan en la vigilancia los funcionarios de Polisucre, la PM y la Guardia Nacional.

Para el dueño de la funeraria Virgen de la Luz, la violencia que genera la muerte de un delincuente se le ha escapado de las manos a las autoridades y a los mismos agresores: "El problema ha llegado al punto de que muchas familias no aceptan el velorio en sus propias casas, porque entonces allá mismo les llega la culebra".





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