Kirchner y los tilingos - La torre argentina

Por Venezuela Real - 23 de Octubre, 2008, 10:53, Categoría: Testimonios

Iván de la Torre
TalCual
23 de octubre de 2008

Una de las expresiones preferidas de Arturo Jauretche, fundador del revisionismo histórico, fue usada por la presidenta argentina para referirse a los jóvenes que ni estudian ni trabajan

Los viejos militantes de la juventud peronista convertidos hoy en intelectuales o funcionarios K sintieron orgullo por saber a qué estaba refiriéndose Cristina con esa olvidada palabra: Tilingos AFP
 
En su retrato de Humprey Bogart, Truman Capote escribió que la mayoría de las personas usan palabras recurrentes que ayudan a definir su carácter: en el caso de Boggie, la palabra era "responsable": una persona responsable era la que se hacia cargo de su familia, pagaba sus cuentas y no defraudaba a los demás.

La presidenta Cristina Kirchner estaba visitando una universidad cuando soltó una palabra que la mayoría de los estudiantes seguramente no entendió: tilingos, dijo, hablando de los jóvenes que no estudiaban ni trabajaban.
 
Tilingos era una de las expresiones preferidas de Arturo Jauretche, fundador del revisionismo histórico, corriente que postulaba, entre otras cosas, que Argentina se mantuviera alejada de cualquier conflicto externo: "Todos los conflictos externos –escribió Jauretche– han sido aprovechados en el país para que nos embanderáramos perdiendo de vista el propio o haciéndonos simples apéndices de otras militancias. Fue una tarea dura porque siempre hubo una razón movida periodísticamente para que postergáramos lo nuestro a lo de afuera, y para que en lugar de clavar los ojos en el país dirigiéramos la mirada al exterior subordinando nuestras soluciones al drama de los otros, o postergándolas".
 
Que los historiadores revisionistas se hubieran limitado a cambiar de lugar las estatuas y no dijeran nada nuevo, mas que proponer lo contrario de lo que habían escrito los liberales, demuestra la simpleza de su punto de vista: contar la historia al revés que sus enemigos, ensalzando lo que aquellos habían condenado y atacando lo que habían defendido, no es una teoría sino un simple golpe de efecto destinado a llamar la atención.
 
YO CON YO

La idea de mirarse pensativamente el ombligo era más importante para ellos que atender los problemas de afuera que, lo quisieran o no, terminarían afectándolos.
 
Cristina dijo implícitamente eso en su discurso sobre la crisis en Nueva York, y no hizo falta que citase a Jauretche para entender a quién se estaba refiriendo cuando hablaba de Argentina y su blindada economía en el mundo: la palabra clave había sido invocada días antes: "tilingos".
 
Seguramente los viejo militantes de la juventud peronista (convertidos hoy en intelectuales o funcionarios K) sintieron nostalgia y orgullo al ser parte de los pocos afortunados que sabían a qué estaba refiriéndose Cristina con esa extraña y ya olvidada palabra.
 
Sin embargo, más allá de sus discursos de tribuna sobre autoatrincherarse y sus guiños para los intelectuales adictos a las cartas abiertas, el matrimonio gobernante debe estar leyendo apresuradamente nuevos libros porque luego de su largo viaje recreativo a Nueva York, (donde la Presidenta se permitió dar lecciones de economía a los acreedores del país y bautizar la crisis internacional), empezaron a buscar nuevos mercados que ayuden a la Argentina a superar la crisis que, hasta hace poco, según ella misma explico, no tocaría el país.
 
Hoy, Cristina finalmente reconoce que Argentina tendrá problemas: ya no quedan rastros de la vieja soberbia que los colocaba por sobre los demás: seguramente, si la Presidenta volviera a Nueva York adaptaría su discurso a los nuevos tiempos, como hizo el marido aceptando, luego de sus interminables y torpes peleas, un pacto con Jorge Busti para intentar reagrupar el peronismo a su alrededor, previniendo así las consecuencias de la crisis en las elecciones legislativas de 2009 donde necesitará, si o si, el apoyo del "pejotismo".

"Se cometieron errores. Ya está", reconoció Kirchner, como si hubieran decidido finalmente perdonar a los aliados políticos que no acompañaron ciegamente –como a él le gusta– su proyecto de retenciones contra el campo; pero, como siempre, el discurso de los K y sus actos van por caminos separados: mientras su marido decía eso, la Presidenta boicoteo, por tercera vez, uno de los viajes oficiales del vicepresidente Cobos, esta vez a Bolivia.
 
Tal vez porque la venganza es uno de los pocos placeres que le quedan a los K y una de las pocas cosas que pueden, todavía, manejar a su antojo.







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