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A un paso de Fuente Ovejuna
Por Venezuela Real - 5 de Noviembre, 2008, 13:27, Categoría: Dimensión Social
Omar Pérez
Ultimas Noticias 05 de noviembre de 2008 Marcos, de seis años y Marta, de ocho, fastidiados porque desde hacía más de dos semanas el pueblo se había quedado sin energía eléctrica y por la misma causa no llegaba agua a las casas, sin que nadie se los sugiriese, salieron a la calle provistos cada uno de su respectiva cacerola y las golpearon repetidamente, en protesta por la ausencia de ambos servicios. El gesto infantil estimuló a los mayores, que organizaron entonces una jornada que se prolongó de uno a otro extremo de la ciudad, en espera de que el señor Alcalde procurara remediar la situación. Pasaron los días y seguían sin luz y sin agua. La comunidad acudió al Despacho del funcionario en busca de ayuda, de noticias, de una orientación; pero éste ni siquiera se levantó del escritorio. Los vecinos resolvieron entonces cerrar las vías de acceso al municipio; el hombre seguía en sus quince. Y ante esa indolencia, exaltados, secuestraron a un ingeniero, al parecer empleado del Gobierno local. El asunto que comenzó con la insólita ocurrencia de los dos niños fastidiados porque no tenían televisión, alcanzó ribetes de violencia. Alguien llamó a la Central Eléctrica de Caracas, desde donde enviaron en helicóptero una cuadrilla de trabajadores para que averiguasen la falla y la corrigiesen, lo que en efecto hicieron. Tres días después, medios de comunicación informaron, algunos de manera destacada, "la estupenda operación realizada por los expertos y la oportuna y decidida acción de la Alcaldía en pro de la comunidad". Ninguno de los medios registró la ocurrencia de los niños, cuya iniciativa se vio recompensada por el regreso de la luz a sus hogares y la renovación del servicio de agua; ni las tensas horas que vivió la ciudadanía, por la prolongada emergencia que los retrajo a los días en que la gente se alumbraba con velas y lámparas de kerosene y había que ir al río o a la quebrada cercana por el líquido necesario para la comida y el aseo personal. Esta historia se vivió -aunque ustedes no lo crean- en el pueblo de Chejendé, simpático y trabajador conglomerado trujillano por estos mismísimos días. ¡Qué clase de gobierno!.. Periodista |
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