Obama y nosotros
Por Venezuela Real - 10 de Noviembre, 2008, 9:44, Categoría: Política Internacional
ARMANDO DURÁN
El Nacional 10 de noviembre de 2008 Poco después de la medianoche del pasado martes, al conocerse la histórica victoria de Barack Obama en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, se produjeron dos hechos inolvidables. Uno, la reacción de John McCain. "Hasta hoy" –sostuvo el candidato derrotado con voz clara y firme–, Obama era mi rival; a partir de este momento es mi Presidente". El otro, la imagen de Jesse Jackson, inmóvil y silencioso, incapaz de contener las lágrimas ante una elección a todas luces inimaginable. En realidad, ellos y nosotros éramos testigos de una extraordinaria y admirable revolución. Como advirtió el propio recién electo presidente Obama, su triunfo demostraba que en Estados Unidos "todo es posible". Esta transformación tan radical en el sentido estricto de ese lugar común llamado "el sueño americano", también significa (al menos nos permite alimentar esa esperanza) que el mundo también experimentará cambios. Si la desastrosa presidencia de George W. Bush representó durante ocho años el retroceso político y la hegemonía del peor oscurantismo disfrazado de cruzada evangélica, la amplísima victoria de Obama, más allá de esa extraña mezcla de incertidumbre y optimismo que la acompaña, crea la ilusión de que pronto se iniciará una nueva etapa en la historia universal del entendimiento, el equilibrio y la cooperación internacionales. La oferta que ya le ha hecho a Irán y el probable nombramiento de Bill Clinton para mediar en el conflicto del Medio Oriente así lo anuncian. Dentro del marco general de esta expectativa planetaria, ¿qué puede esperar América Latina de la gestión presidencial de Obama? Desde hace casi 200 años, surgió en Washington la certeza de que la expansión imperial de la nueva nación sería a expensas de las antiguas colonias ibéricas que entonces daban sus primeros pasos como naciones independientes. No tardaron los gobernantes de Estados Unidos en hacer de ese ambicioso deseo una realidad lamentable. Existen razones para pensar que ahora las relaciones entre las dos Américas pueden llegar a cambiar. Sería excesivo aventurarse a opinar sobre una materia que está todavía muy por verse. Algunas cuestiones, sin embargo, parecen insinuarse con carácter inexorable en el horizonte más inmediato. Del mismo modo que el triunfo de Obama derribó buena parte del entramado sobre el que se sustentaban las más firmes creencias conservadoras de la sociedad estadounidense, una ruptura al menos parecida debería producirse en las relaciones de Estados Unidos con sus vecinos del sur. Sin duda, el primero de estos cambios, el que en definitiva nos indicará los alcances de la agenda de Obama para la región, se producirá con respecto al caso cubano. Si el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959 impulsó cambios de mucha significación en la política del subcontinente y en sus relaciones con Estados Unidos, la nueva etapa que ciertamente se iniciará en esas relaciones tendrá su punto de partida en Cuba. Los cambios que vienen produciéndose en la isla desde que, en vísperas de la caída del Muro de Berlín, la Unión Soviética suspendió su ayuda al régimen revolucionario cubano, acentuados en estos dos últimos años por la enfermedad de Fidel Castro y la exaltación de su hermano Raúl a la Presidencia de la República, favorecen el diálogo cubano con su viejo enemigo del norte. La visita oficial del canciller Felipe Pérez Roque a México, y sobre todo las dos visitas de Luiz Inácio Lula da Silva a La Habana durante los últimos meses, permiten sospechar que México y Brasil, países que representan para Washington sus interlocutores más válidos al sur del río Grande, jugarán un papel decisivo en el inevitable proceso de cerrar el capítulo del embargo comercial a la isla y dar comienzo a la progresiva normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos. ¿Le convendrá a Obama que Lula da Silva cambie de parecer sobre su porvenir político y se presente a la reelección, precisamente, para garantizar la fluidez comunicacional entre la Casa Blanca y Cuba? Desde esta perspectiva, Venezuela puede terminar siendo la más infeliz de las cenicientas. De manera muy especial porque el petróleo ha dejado de ser por el momento un producto de valor estratégico excepcional y porque la firmeza de Hugo Chávez ha dejado de ser lo que era. No es nada casual que el primer viaje al exterior de Raúl Castro como presidente de Cuba sea a Brasilia. A la hora de la verdad, con la excepción de Nicaragua, la sombra combinada de Brasil, México y Estados Unidos resulta para todos mucho más amplia y acogedora que la de Venezuela, cada día más estrecha y a punto de convertirse en pura tiniebla. |
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