Venezuela en el ojo del huracán XXIV

Por Venezuela Real - 16 de Noviembre, 2008, 9:15, Categoría: Oposición/Resistencia

Movimiento 2D / Democracia y Libertad
16 de noviembre de 2008

Las cartas están echadas. Después de una campaña desigual y abrumadora, donde  inmensos sectores de la nación reiteraron su profunda adhesión al juego democrático, a una semana del 23-N, es preciso formular las reflexiones que el proceso nos suscita, y registrar las condiciones en que ha transcurrido la campaña para la renovación de poderes en gobernaciones y alcaldías.

Jamás en la historia, ni en los momentos más desgraciados de la política, los venezolanos vimos a un presidente de la nación dedicado a recorrer el país de un extremo a otro, las 24 horas del día, con el cortejo más numeroso nunca visto, promoviendo a los candidatos que él mismo impuso en las filas del partido de gobierno. El Presidente Hugo Chávez Frías abandonó sus tareas de gobernante y su condición de presidente de todos los venezolanos, para comprometerse a fondo en la campaña para elegir autoridades regionales. Junto a él o tras él, se movilizaron las ramas del Ejecutivo en sus diferentes escalas, violando todos a una lo que con claridad prohíbe la Constitución Nacional.

Ha llegado la hora de preguntarle al Presidente Chávez si persiste en continuar por un camino que conduce indefectiblemente a la abolición del Estado de Derecho. Es preciso que el Presidente de la República se defina ante la nación, porque enfrentamos una situación de tales aberraciones que todos los ciudadanos están obligados  a cumplir le ley,  menos el Presidente de la República y sus ministros. La campaña librada por los distintos sectores de la sociedad civil, por partidos u organizaciones que respaldaron candidatos a gobernaciones y alcaldías no compitieron con otro partido sino con el gobierno. La Constitución consagra al gobierno como el representante de los intereses de todos los venezolanos. Este principio fue violado por el Ejecutivo en pleno. El gobierno fue el que libró esta campaña contra todos los que participaron en un proceso que se suponía igualitario y equitativo.  O, sea, el gobierno contra todos.

El Presidente de la República atacó con una virulencia que traspasó todos los límites del combate político a los candidatos de otros partidos.  Los amenazó con la prisión como si por su boca hablara el Tribunal Supremo de Justicia. Amenazó a las regiones con ocuparlas militarmente como si el papel de la Fuerza Armada Nacional fuera el de reprimir y el de obedecer ciegamente las órdenes que se le puedan dar para castigar a los ciudadanos que no voten por los candidatos oficialistas. El gobierno malversó incalculables recursos públicos para promover los candidatos oficialistas. Amenazó a las regiones con no enviarles los recursos presupuestarios que la ley les asigna como si el tesoro nacional fuera de su propiedad privada.

Como es obvio, la interferencia, la participación y el conjunto de  extralimitaciones del jefe del Estado deformaron el proceso de manera inaceptable. Todos los discursos presidenciales están grabados por las propias agencias oficiales y por los servicios que se encargan de tales menesteres. Allí están registradas las promesas más inverosímiles que le ha hecho a las regiones, en una confesión desesperada de que ya no convence, que la magia desapareció en el vértigo del engaño. Las promesas  y los cantos de sirena no cesan. Aquellas que voten por los candidatos que él se ha dignado ungir, se transformarán de la noche a la mañana en pequeños paraísos terrenales. Lloverá sobre ellas el maná de su generosidad, porque es él y sólo él quien dispone del presupuesto de la nación. El Presidente ya no apela a su ideología, ni a su magnetismo, apela a lo que ofrece y a lo que promete. Ha acostumbrado al electorado que lo sigue a ponerle precio a su voto.

La prepotencia presidencial se dejó sentir en todas las regiones. Quienes se atrevieran a discrepar de sus órdenes pasaban ipso facto a la condición de traidores al Jefe Supremo. Quienes no se dispusieran a votar por el oficialismo, pasaban a la condición de “agentes del imperialismo y de la oligarquía”. Sólo sería digno, patriótico y nacionalista el voto rojo que el Presidente ordenara. Según esta maniquea visión presidencial de los venezolanos, este sería el país más despreciable de América Latina, un país cuyos ciudadanos se venden al dinero maldito de los oligarcas y al dinero del imperio. Vale la pena preguntarse, en  consecuencia, cómo es que insiste tanto en ser presidente de semejante República, y por qué se desvela tanto ante la perspectiva de tener que cumplir la Constitución que le señala el fin del segundo y último periodo en 2012.

Mientras el Presidente se dedicaba las 24 horas del día a la campaña electoral se fueron agravando los problemas del país, sin que nadie pudiera responder a las angustias de la población. El crimen y la inseguridad, el desempleo, la insoportable carestía de la vida, la crisis de los servicios, el drama de los hospitales públicos, el desastre de las instalaciones educacionales, la congestión del tráfico en las grandes ciudades, la caída de los precios petroleros, la decadencia de la producción nacional por la política discriminatoria del  gobierno, la ruina de la ciudad capital, todos estos problemas reclaman una acción de gobierno inmediata e inteligente.

El Presidente de la República ha fracasado. En el décimo año en el poder continúa su letanía “contra los gobiernos anteriores”. Aquí no hay otro gobierno anterior que el de Hugo Chávez Frías. El gobierno más viejo de la historia venezolana, salvo el del general Juan Vicente Gómez. En los gobiernos “anteriores”, cuando los gabinetes no servían los presidentes cambiaban a los ministros. Los ministros han fracasado. Los ministros deben renunciar o el Presidente solicitarles la renuncia. El país clama por un nuevo equipo ministerial.  Por un cambio de toda la Junta Directiva de Petróleos de Venezuela. No espere el Presidente que se le haga tarde.   

A una semana del 23-N, el Presidente de la República está en la obligación constitucional y moral de declarar ante la nación que no sólo reconocerá a los gobernadores y alcaldes que resulten elegidos el próximo domingo, sino que trabajará con ellos como verdadera expresión de la voluntad popular porque de otro modo este sería la muerte de la democracia.

A una semana del 23-N el Presidente de la República debe declarar ante la nación, rodeado del Alto Mando Militar, que ninguna región debe temer represalias por parte de las Fuerzas  Armadas porque hayan votado por el candidato o el partido de sus preferencias. Que él no enviará tanques a ocupar las regiones, y que, junto al Alto Mando, le promete a la nación el acatamiento más absoluto a los resultados electorales. 

¡Por el respeto de todos a los resultados electorales!

¡Porque el Presidente, acompañado del Alto Mando, le garantice al pueblo venezolano que no habrá represalias contra ninguna región!

¡Por un cambio urgente del Consejo de Ministros y de la Junta Directiva de Pdvsa!

MIGUEL HENRIQUE OTERO – ELÍAS PINO ITURRIETA – JOSÉ RAFAEL REVENGA – ELSA CARDOZO – PERKINS ROCHA – SIMÓN ALBERTO CONSALVI – PARSIFAL D’SOLA – ANTONIO ECARRI – ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA – PEDRO LEÓN ZAPATA – ANA JULIA JATAR – RAFAEL ARRAIZ LUCCA – ROCÍO SAN MIGUEL – GIUSEPPE GIANETTO – FRANCISCO USÓN – FROILÁN BARRIOS – JORGE PABÓN – PABLO MEDINA – HEINZ SONNTAG – GUSTAVO SOSA IZAGUIRRE – GUSTAVO GARCÍA – GERMÁN CARRERA DAMAS – ÁNGELA ZAGO – CRISTINA CARBONELL





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