Diluvio y barriles flacos
Por Venezuela Real - 24 de Noviembre, 2008, 16:03, Categoría: Política Nacional
Ibsen Martínez
TalCual 24 de noviembre de 2008 Cuánto sumarán los pies de cinta de video que Hugo Chávez ha acumulado hasta hoy como protagonista? No sé si esta sea una buena pregunta, pero puesto que hay gente llevando la cuenta de sus numerosos viajes y de lo que éstos nos van costando, imagino que habrá también quien lleve la cuenta del "pietaje" que, para generaciones futuras, recogerá no sólo las injurias y las amenazas, sino también los actos de contrición, los chistes malos, las "reflexiones", los recuerdos de infancia y, en fin, cuanta inane nadería se le ha ocurrido al Gran Charlatán desde que se hizo adicto a los focos y a las cámaras el 4 de febrero del 92. Otro tipo de contabilidad se me ocurre; una especie de lúgubre "top 100" de las mayores ruindades que se le ha escuchado decir a Chávez. Si se formulase masivamente la pregunta "¿Cuál ha sido la vaina más miserable, más mendaz, más bochornosa, más insultante para los venezolanos que usted le ha escuchado decir a este sujeto?", quizá la lista resulte menos difícil de elaborar. Su reacción ante el desplome del viaducto de la autopista al litoral central estaría, sin duda, entre las más gruesas expresiones de desaprensión hacia los deberes de un jefe de Estado. Acaso también, la invitación a ir al basurero de la historia que, sin hacer mayores distinciones, hizo hace poco a todos los yanquis de mierda. Las feministas –las de verdad, digo, no sus obsecuentes funcionarias– pondrían muy arriba en la lista sus muchas fachendosas expresiones de sexismo machista. Habrá quien escoja como sus mejores momentos de docta ignorancia la jaquetonería ni siquiera voluntarista ante la gran recesión global que, por supuesto, ni con el barril a 5 dólares habrá de afectarnos porque, felizmente, ahí está él para evitar la inflación, el desabastecimiento, el colapso. Una de las mejores candidatas a la antología del narcisismo autócrata podría ser aquella descripción que Chacumbele hizo de sí mismo mientras extorsionaba el voto: "¡No se puede cambiar a Picasso mientras está pintando el Guernica!". El Pablo Picasso imprescindible era él, por supuesto. Aunque, bien vista, en esa ocasión no desbarró demasiado: recuérdese que el "Guernica" plasma magistralmente los estragos causados por un artero bombardeo aéreo alemán sobre una población civil desarmada; algo bastante evocativo de lo que estos últimos diez años han significado para Venezuela. Después díganme que el inconsciente no tiene modos de ventilar sus culpas...o sus designios. Entre las más estremecedoramente expresivas muestras de una sique refractaria a la empatía y a la compasión humanas, yo pondría el pietaje de las jornadas del 11 de abril de 2002. Mientras una marcha de opositores civiles era blanco de francotiradores, el Gran Timonel peroraba y peroraba. La sospecha de que la interminable cadena ordenada de aquel día infausto fue deliberada nunca hizo presa en mí; me inclino a pensar que no se trató tanto de cinismo –y el Máximo Líder supera en cinismo a José Vicente Rangel –, como de estulticia: de una pasmosa incapacidad para juzgar la realidad con otra vara que no sea la del "yo quiero" y el "yo mando". El jueves pasado, mientras el temporal iba cobrando vidas y la ciudad colapsaba entre los derrumbes, el fango, el desconcierto de las autoridades y los temores ciudadanos, el candidato a presidente vitalicio encadenó los medios, único recurso con que contaban los caraqueños para hacerse una idea clara de la catastrófica paralización de la ciudad y para orientarse en aquellos momentos que resultaron trágicos para muchos. No abrigo la menor duda de que esa cadena terminó de ganar a muchos indecisos para ir a votar, contra viento y marea, el día de ayer. Fue una revulsiva demostración de megalomanía y despotismo que clamaba por una respuesta contundente. Estaba de visita el presidente de Vietnam, se nos decía por radio y televisión, mientras el cielo se caía. ¡Vietnam! Un país del sureste asiático donde los hijos y nietos de los heroicos guerrilleros del Viet Cong son ahora los braceros recolectores de café peor pagados del planeta. Su patrono es el Estado, esto es, el gobierno, como cuadra a toda sociedad comunista, y el mayor comprador de ese café son los Estados Unidos. Se imponía contarle al presidente de Vietnam los logros de la revolución bonita y había que hacerlo ante las cámaras porque así la transmisión en cadena ilustraría de paso a nuestros conciudadanos sobre los importantes convenios de cooperación alcanzados. El momento culminante de la transmisión es ese en que una mano temblorosa le hace llegar un papelito y Chávez, cejijunto, se entera de que afuera, más allá de su sueño de integración anti-imperialista planetario, diluvia en Caracas y que la ciudad casi ha desparecido bajo las aguas. Por supuesto, él no cree en esas exageraciones. "Parece que hay lluvia" es su reacción. "Si así fuere, conserve el pueblo la calma porque aquí estamos, atentos, unidos, dispuestos". Y siguió perorando todavía un buen rato. Indignante como pudo ser esa demostración de extravío y desvergüenza, también puede tomarse –así al menos la tomé yo– como prefiguración de lo que le aguarda en el futuro: el Juicio Final lo encontrará hablando solo ante una cámara de televisión. Una mano temblorosa quizá le pase un papelito anunciando la llegada del primer año de los barriles flacos. |
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