Un injerto que no prende
Por Venezuela Real - 1 de Diciembre, 2008, 10:02, Categoría: Imagen gobierno / Chávez
Harry Blackmouth
TalCual 01 de diciembre de 2008 La prensa anglosajona considera que Chávez se alzó con una victoria pírrica, y que el comandante petrolero sigue perdiendo terreno en donde más le duele De leer las declaraciones de oficialistas y opositores, nadie perdió en las elecciones del 23 de noviembre de 2008 en Venezuela, excepto la disidencia chavista. Un chavismo sin Chávez es una entelequia. Y el electorado venezolano, drásticamente dividido, no se molestó en aportar su voto a aquello que, en la mejor de las condiciones, era un chavismo escuálido; y en el peor de los mundos posibles, una oposición desdentada. Ganó el gobierno, al conseguir 17 gobernaciones y 5.422.064 sufragios, contra 4.137.756 votos de la oposición. Pero entonces, ¿por qué el gobierno no está contento? Un titular de la revista británica The Economist podría dar las razones: "Checked, but not halted: Some satisfaction for Hugo Chávez but more for his opponents". Detenido pero no frenado: Cierta satisfacción para Hugo Chávez, pero más para sus adversarios. Pues Chávez, siempre tan apocalíptico, había dicho a sus seguidores que si la oposición ganaba Caracas, y los estados Miranda y Zulia, entonces el 2009 sería "un año de guerra", en el cual, los antichavistas intentarían derrocarlo, recordó The Economist. Pues bien "eso es más o menos lo que consiguió la oposición", dijo la revista. ( The Economist, 27 de noviembre de 2008). Escribiendo en The Financial Times, Benedict Mander dijo que "tanto Chávez como sus enemigos se atribuyen el triunfo en las elecciones de Venezuela". Mander señaló que el gobierno "perdió algunos estados claves", que incluyen "tres de las ciudades más grandes de Venezuela", además de la alcaldía de Caracas, y recordó que en las elecciones regionales de 2004, "el gobierno ganó todos los estados, excepto dos, en parte debido a un boicot de la oposición". Según Mander, "la derrota del presidente en los centros urbanos refleja descontento con las tasas de homicidios. Caracas, la capital, es considerada una de las ciudades más peligrosas del mundo". ( The Financial Times, 24 de noviembre de 2008). Juan Forero indicó en The Washington Post que "la oposición venezolana ha sido vigorizada por sus triunfos" en "las regiones más populosas y más vitales en materia económica". Para sumar el insulto al agravio, también perdieron varios candidatos por quienes el presidente venezolano realizó una vigorosa campaña en su favor, entre ellos, "dos aliados de larga data", como Diosdado Cabello en el estado Miranda, y Aristóbulo Istúriz, que intentaba obtener la alcaldía mayor de Caracas. Y después estuvo la debacle de Carabobo donde "Mario Silva, un presentador de televisión que se especializa en burlarse de los líderes de oposición" mordió el polvo de la derrota, y podría descubrir que su próxima tarea es romper piedras en una cuadrilla de trabajos forzados. Pero, aún más importante, señaló Forero citando a Luis Vicente León, de Datanálisis, los resultados "también rompen el mito de que nadie puede derrotar a Chávez en los sectores obreros". ( The Washington Post, 25 de noviembre de 2008). GANANDO TIEMPO Hubo muchos factores que pesaron en esa espléndida victoria pírrica que obtuvo Chávez el 23 de noviembre. Pero, más allá de la feAFP nomenal incompetencia de su gobierno, del crimen rampante, del desabastecimiento, y de otras denuncias de los desafectos de turno, un elemento clave fueron las preferencias y odios de Chávez. ¿Qué es lo que ocurre con el más formidable caudillo popular que ha dado Venezuela en el siglo veinte para que sea más pavoso que George W. Bush cuando se trata de escoger favoritos? ¿Hasta qué punto su embestida contra Manuel Rosales no le sumó puntos al caudillo zuliano? Tal vez Chávez está aquejado del síndrome de Johann Wolfgang von Goethe, el más grande entre los grandes de los poetas alemanes, y también un magnífico mezquino. Aterrado de que alguien pudiera hacerle sombra, Goethe se dedicaba a exaltar a cuanto mediocre andaba suelto. Al punto que, según contó otro gran poeta, Heinrich Heine, ser elogiado por Goethe era igual que recibir el beso de la muerte. Todavía la mayoría del pueblo venezolano respalda a Chávez. Pero su respaldo no se extiende a aquellos que Chávez ha elegido a dedo. Y de ahí que el gobierno, pese a alzarse con la victoria, no ha triunfado. Y ahora ha lanzado una campaña para aniquilar a los adversarios que triunfaron pese a la descomunal propaganda oficialista y a las nutridas proscripciones. UN EXPERIMENTO DIFÍCIL Diez años después del triunfo de la Revolución Cubana, en 1969, Fidel Castro era uno de los líderes del movimiento antiimperialista mundial. Y el Ché había sido asesinado en Bolivia, y su leyenda se catapultaba al infinito. Diez años después que Adolfo Hitler tomó el poder, en 1943, ya había conseguido ocupar la mayor parte del continente europeo, estaba enfrentando los tanques soviéticos en el bolsón de Kursk, y librando una guerra apocalíptica en dos frentes que dos años después lo obligarían a envenenar a su perra Blondie, a darle la cicuta a su flamante esposa Eva Braun, y a suicidarse de un limpio balazo en la sien. Diez años después de la Revolución Francesa, en 1799, un general de artillería que ni siquiera dominaba el francés –pues había nacido en Córcega, una isla donde se hablaba el italiano– demostró que estaba en la misma línea de estrategas que Aníbal, Alejandro el Magno, y Julio César. Ah, y todos ellos controlaban el poder de manera omnímoda, y la oposición era inexistente, o había sido eliminada, o había tenido que emigrar. Diez años después de iniciarse la Revolución Bonita, un coronel que fracasó en un putsch –al igual que Hitler– y nunca pudo imitar un golpe como el del 18 de Brumario, ni condujo a sus tropas en un heroico y suicida asalto a un cuartel como el Moncada, obtiene una ardua victoria en unos comicios que hubiera tenido que ganar con facilidad. Chávez tuvo como ejes de su campaña liquidar a Manuel Rosales y mantener el control de Caracas. No consiguió ni lo uno ni lo otro. Puede hacerse el distraído, pero si uno elige el terreno en el que va a combatir, no puede decir luego que la derrota no fue derrota porque ganó en otros lugares donde el triunfo era una cosa de menor envergadura. Y la oposición venezolana, no precisamente una de las siete maravillas del mundo, ha vuelto por sus fueros. ¿Eso es un elogio de la oposición, o habla en realidad pestes de Chávez? Chávez sigue retrocediendo, ha dejado de ser invulnerable. Si Chávez "no advierte que los venezolanos de las urbes están pidiendo un cambio, su futuro luce sombrío", dice The Economist. Diez años después del inicio de la Revolución Bonita, Chávez está demostrando que es un injerto que no acaba de prender. |
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