Chávez 1998: "Unámonos todos" Chávez 2008: "Vamos a pulverizarlos"

Por Venezuela Real - 6 de Diciembre, 2008, 10:20, Categoría: Imagen gobierno / Chávez

JAVIER CONDE
El Nacional
06 de diciembre de 2008

ANIVERSARIO  A diez años de su primera victoria electoral, el Presidente quiere gobernar indefinidamente
En vísperas de otra cita electoral –la reelección indefinida–, el liderazgo del mandatario es sometido a examen

Es la medianoche del 6 de diciembre de 1998. Hugo Rafael Chávez Frías, que tiene 44 años, 4 meses y 8 días, acaba de ganar las elecciones presidenciales. Casi la misma edad que el proceso democrático que comenzó en 1958. Es la hora del ajuste de cuentas.
 
La hora del "por ahora", que quedó suspendido e incólume en el aire, bajo el sol inclemente de los meses calurosos y las lluvias furiosas del trópico, desde aquella madrugada del 4 de febrero de 1992. Una parte del país piensa así. Otra asume que llegó la redención. Todos, o casi todos, asisten desde sus hogares –asombrados y temerosos, eufóricos y orgullosos– al primer mensaje del hombre que gobernará el país los próximos cinco años.
 
"¡Se está poniendo bonita la patria! ¡Venezuela se está poniendo bonita! Hoy los venezolanos hemos dado en todo el inmenso ámbito bolivariano de esta tierra, una demostración de grandeza. Una demostración de que en Venezuela hay honor (...). Hoy es un día para la historia. Yo, ustedes saben que yo lo que soy es un soldado. Eso es lo que yo soy (...) para nada va a cambiar mi condición: ¡soldado de un pueblo! ¡Hombre de un pueblo!¡Luchador de un pueblo! Dispuesto a todo por un pueblo!". Será el primero de muchos discursos. Pero esta noche, en la que ya despunta el primer día de su victoria, Chávez va a hablar poco: 3.267 palabras, que caben en aproximadamente 5 páginas. El tono es conciliador, amigable, agradecido. Cita 3 veces a Bolívar, una a Jesús, otra más al Oráculo del guerrero –que será el libro de cabecera de sus primeros tiempos–, canta una estrofa de Alí Primera y cierra con el himno nacional. Revolución y socialismo están ausentes.
 
Aparece, en cambio, la palabra libertad, vocablo que la terminología marxista tradicional aborrece. Es tan pequeñoburguesa. El país todo, o casi todo, respira aliviado. No es para tanto. Las luces se apagan en la ciudad, en los pueblos, en los caseríos. "Dentro de pocas horas estará saliendo la aurora, estará anunciándose el parto de Venezuela, ¡el nacimiento de una patria nueva! Mucha gente sueña".
 
La revista Primicia –producto de la C.A. Editora El Nacional– pone en la calle la última edición. Carlos Blanco, el director, escribe: "Venezuela no volverá a ser el país que era. Nunca más. El camino para llegar aquí no fue fácil: degradación de la democracia, deterioro de las instituciones del Estado, creciente ineptitud del liderazgo, falta de una visión posible y deseable, cobardía generalizada entre las élites, ausencia de una voluntad para las reformas que habrían podido poner al día una Nación que se enfermó hace mucho tiempo".
 
Blanco, con el correr de los días, será, cada vez más, un acérrimo adversario. Hasta el sol de hoy. Hasta estas auroras.

Maripili Hernández fue una, entre tantos, que soñó. Que sigue soñando. "El liderazgo de Chávez es el más importante de la historia democrática de Venezuela. Al carisma que tiene agrega fundamentación de carácter ideológico. Eso es lo que le da solidez", dice.
 
Ha estado al lado de Chávez desde antes del triunfo. Trabajó en la campaña electoral, fue directora del canal ocho, la voz oficial del Gobierno.
 
Y nunca dudó –y lo apunta con énfasis– que esto era una revolución, una revolución socialista. "Nunca me lo imaginé de otra forma", recuerda. Hernández rememora un episodio durante los agitados meses electorales de 1998, cuando le presentó una pieza publicitaria al candidato. "Él la rechazó, quería que ahí apareciera claramente la palabra revolución, contraviniendo los consejos de asesores que maldecían el término, que lo creían inconveniente".
 
El Chávez del 6 de diciembre de 1998 es, para Luis Miquilena, otro hombre. Distinto del de hoy y distinto, incluso, al que perfila Hernández, al menos en su proyecto. "Era un hombre de equipo, con capacidad para dialogar y entender las diferencias", señala quien fue en la simbología del proceso "el padre político".
 
Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente del año 2000, ministro del Interior, es difícil imaginar por entonces a alguien que estuviera más cerca del mandatario.
 
"El país compra un discurso que pretendía establecer un Poder Judicial realmente justo y transparente, un Poder Legislativo que vigilara e incidiera en el Ejecutivo, un Poder Electoral que fuera un árbitro independiente. Y, además, que al sector olvidado de la sociedad, a los pobres, se les diera protagonismo para darle contenido social a la democracia.
 
Eso es el discurso del 6 de diciembre. Esa era el Chávez demócrata que yo conocí. Y fue esa la plataforma política con la que llegó a la Presidencia".
 
Miquilena no habla de revolución ni de socialismo.
 
"Yo, Hugo Chávez Frías, no me pertenezco a mí mismo. Yo, todo mi ser, les pertenece a ustedes, al pueblo de Venezuela. Y aquí, con mi esposa, con mis hijos, con mis padres, con mis amigos de la vida, aquí vengo a arrodillarme ante ustedes. Aquí vengo a rendirme ante ustedes. ¡Ustedes son los dueños de la Venezuela futura!". Teodoro Petkoff, que para entonces ya tenía más de 40 años de vida política, desde los tiempos de la dictadura perezjimenista, que se fue a las montañas durante el gobierno de Rómulo Betancourt, que cuestionó el modelo soviético de socialismo real, que creó un partido de nuevo cuño en la izquierda, sólo veía en Chávez un utopismo vago y difuso. Seis meses antes del triunfo del Movimiento Quinta República, cuando advirtió que la organización que había fundado se plegaría a la ola chavista, se fue del MAS. "Yo no me divorcié de Stalin para casarme con Chávez", dice con la vehemencia que siempre ha sido su marca. Dejó una frase premonitoria para sus ex compañeros: "Los espero en la bajadita".
 
Petkoff advirtió, además, otras cosas. "Siempre tuve reservas sobre el componente autoritario de Chávez". Desde 2000, cuando fundó el diario Tal Cual, ha examinado la trayectoria del líder de "la revolución bolivariana". Cuando la analiza, prefiere hacerlo contraponiendo sus intenciones iniciales con su ejecutoria a lo largo de estos 10 años. "A Chávez sólo hay que reconocerle una cosa, ese será quizás su legado: haber puesto sobre la mesa la cuestión social, la pobreza como tema prioritario".
 
Maripili Hernández observa "¡Unámonos todos! Los negros y los blancos y los indios; los ricos y los pobres; los trabajadores y los empresarios. Los políticos y los apolíticos. Los de la izquierda y los de derecha. Los católicos y los protestantes y los ateos. Todos unámonos y seremos invencibles". Chávez finaliza aquel 6 de diciembre, ya tan lejano. Maripili Hernández no duda ni un instante al decir que él no dividió a la sociedad. Miquilena lo ve ahora como un aventurero. "Es un hombre sin sentido de la realidad". Petkoff ratificó, en los días de abril de 2002, cuando sostuvo su último encuentro con el mandatario, que éste carecía del mínimo atisbo democrático.
 

A la vuelta de otra confrontación electoral, la de su reelección, alienta a los suyos a una batalla que intuye definitiva. "No les daremos cuartel, vamos a pulverizarlos", dijo en una de las tomas de posesión de un mandatario regional, que Chávez siempre ha aupado la inclusión social y fruto de esa insistencia, de atacar privilegios, surgió la reacción.
 
"Yo desconfío de toda revolución que no tenga contrarrevolución", expresa. Y precisa que a diferencia de otros procesos revolucionarios en América Latina, el liderado por Chávez ha ido siempre a la velocidad del pueblo. "Donde pudo haber cometido un error fue en la reforma de 2007, que era compleja, que era difícil entender con sus 67 artículos".

Miquilena siguió en el gobierno hasta 2002, cuando los sucesos que sacaron a Chávez del poder por horas, dejaron un número de muertes considerable y una fractura política que hoy sigue abierta. "No sé si era que su estructura espiritual no daba para llevar a la práctica lo que había predicado teóricamente, o si es que lo copó lo corrosivo que es el poder, que sucumbió ante los trepadores y adulantes que lo rodean", indica. La ruptura entre el hijo y el padre ocurrió luego de una reunión en la isla de Margarita con un testigo -realmente más que eso– excepcional: Fidel Castro. Se celebraba la III Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Asociación de estados del Caribe, y los tres hombres se encerraron a solas durante horas por solicitud del propio Miquilena. Era diciembre de 2001. El entonces ministro del Interior y Justicia cuenta que en varias oportunidades habia advertido al Presidente sobre lo contraprudecente de acorralar a los sectores productivos del país, lo que conduciría, según él, a entorpecer la búsqueda de la independencia alimentaria. "Yo percibí que Fidel me daba la razón: en Venezuela no estaba planteado hacer una revolución".

Petkoff siempre pensó que el proyecto chavista carecía de sustento orgánico y eso explica, a su juicio, la pobreza de su ejecutoria. "Ha fracasado con sus ideas económicas; del cooperativismo pasó a la cogestión y de ahí a las empresas de producción social y no puede mostrar realización alguna.
 
Es cierto que ha avanzado en el empoderamiento popular, pero reduciendo las organizaciones comunales a simples instrumentos de protesta sin conexión real con los poderes intermedios".
 
 





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