El son del desesperado
Por Venezuela Real - 7 de Diciembre, 2008, 12:40, Categoría: Imagen gobierno / Chávez
ALBERTO BARRERA TYSZKA
El Nacional 07 de diciembre de 2008 La inmensa mayoría de este país, esté o no esté de acuerdo con usted, no lo quiere tumbar. Para nada. Queremos que se quede y asuma su barranco Que me perdonen todos los serios y aguerridos revolucionarios pero, esta semana, con cada cadena, yo no he hecho más que acordarme del grupo Menudo. Una tarde, incluso, le bajé el volumen al televisor y me quedé mirando al presidente Chávez, mientras interiormente trataba de recordar algún tarareo de una de esas viejas canciones del grupo de Puerto Rico : "Voy a ganar la apuesta del juego/ Ganaré la apuesta de tu juego/ Y seré la llama de tu fuego, fueeeego fueeeego". No todos los regresos musicales triunfan. Algunos se desencuentran con las claves del presente. Después del 23 de noviembre, el presidente Chávez ha comenzado a ensayar un nuevo tour. Está empeñado en llevar al hit parade uno de sus antiguos éxitos: "¡Uh! ¡Ah! ¡Chávez no se va!". Todo un clásico de comienzos de siglo. Y el Presidente quiere imponerlo de cualquier forma. Parece estar desesperado porque el país baile, de nuevo, esa música. La repite, la canta, la pone una y otra vez, sin descanso. Tanto así que ya no cierra sus discursos con el grito de guerra "¡Patria, socialismo o muerte!", sino con este revival de esa antigua pieza ¡Uh! ¡Ah! Ya, incluso, este tema es el nombre de su proyecto, de una nueva campaña electoral. Ahora resulta que todo el socialismo del siglo XXI cabe en una canción. Sin embargo, ya no estamos en 2002. La historia no es igual. Chávez quiere que el "¡Uh! ¡Ah! ¡Chávez no se va" sea de nuevo un himno, la melodía de moda en todo el territorio nacional; pero, en rigor, ahora nadie le está pidiendo que se vaya. Puede haber conspiradores, ficticios o reales, pero no vivimos la misma turbación colectiva de aquellos años. El ¡Uh! ¡Ah! fue una expresión popular genuina que reaccionaba frente al grito que entonaba la oposición: "¡Fuera!". Con los años, ambas voces comenzaron a formar parte de una nostalgia. Con esfuerzo, algunos sectores tuvieron que aprender que el "¡Chávez vete ya!" no era un proyecto de país. Tampoco el ¡Uh! ¡Ah! ahora puede serlo. De buena fe, comandante: su partido acaba de ganar una elección. Usted controla casi todo el Estado y las instituciones. Controla Pdvsa y la Fuerza Armada, los tribunales y el Poder Moral. La inmensa mayoría de este país, esté o no esté de acuerdo con usted, no lo quiere tumbar. Para nada. Queremos que se quede y que aguante, que se quede y que asuma su barranco, que también aprenda a "calarse" la democracia. Porque si algo ha demostrado el Gobierno, en esta semana, es que no tolera los resultados desfavorables. Las elecciones sólo son buenas si yo las gano. Es un error que conocemos bastante. Chávez no canta fraude, como lo hizo la oposición en el referendo de 2004; Chávez simplemente desconoce la voluntad popular. Actúa como si las nuevas autoridades fueran ilegítimas. Los descalifica, los sataniza, los amenaza, los sabotea... Como si los votos que respaldan a esos funcionarios públicos no fueran válidos. Como si esos nuevos alcaldes y gobernadores no representaran al pueblo. Todo esto cuadra perfectamente con esa ansiedad por resucitar los cantos de 2002: Chávez está desesperado porque vuelvan los tiempos efervescentes, necesita que regrese el fervor religioso: quien no está conmigo, está contra mí. Después del 23 de noviembre, ¿cuál es el proyecto de país que nos ofrece Chávez? Es bastante simple. Es yo. Y más yo. Y mucho yo. Y sobre todo, yo. Por el mayor tiempo posible. ¡Uh! ¡Ah! De eso se trata. El país se resume en ese coro. ¡Uh! ¡Ah! La revolución sólo tiene esa frase. ¡Uh! ¡Ah! No hay otro tema. No hay otra prioridad. ¡Uh! ¡Ah! No hay otro país que este pobre país sin enmienda. Todos los días, en una muestra asombrosa de abuso de poder, el Presidente encadena todos los medios para obligar a los venezolanos a escucharlo cantar su son. Se promociona a sí mismo impúdicamente. Da hasta grima ver su manipulación: "Sé que no tengo escapatoria", asegura, presentándose encima como una víctima del poder que desea y busca enloquecidamente. Pobrecito. Lo queremos tanto. Nos hace tanta falta. Sin él no somos nada. Está condenado a gobernarnos por toda la eternidad. Es cierto: no vivimos bajo una tiranía, pero sin duda cada vez estamos más lejos de cualquier versión de la democracia. Chávez pretende que su popularidad legitime un sistema autocrático y personalista. Quiere hacer del ra ting una dictadura. La reelección indefinida es el método, la forma... el tema de fondo sigue siendo el mismo, único: Hugo Chávez. Él es el pueblo. Él es la revolución. Él, ahora, también quiere ser el tiempo, todo nuestro tiempo. |
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